La explotación del asalariado y la explotación de la Plusvalía

El Mercado Sería la Salida Marxista[i]

Más de 160 años fallidos tiene el mensaje de Carlos Marx en relación a la Explotación de los trabajadores durante los regímenes clasistas, y más concretamente en el modo burgués. Más de 4.000 páginas de rigurosa coherencia, armonía y solidez científica fueron volcadas en su obra, El Capital. Sus seguidores y lectores en general sólo han sufrido desprecio, ataques, persecuciones y todo tipo de ofensas hasta por los mismos trabajadores, quienes animados por una mejora salarial, hasta se han cuadrado con sus propios verdugos: los patronos y sus agentes laborales: el personal sindical y la alta intelectualidad apologista y tarifada.

La salida propuesta por el marxismo ha sido la expropiación masiva de los principales medios de producción, pero esto, además de no bastar, sólo abre nuevos apetitos por ellos, y todo pareciera conducirnos entonces a indeseables fases económicas ya superadas.

En El Capital, Marx deslinda las funciones fabriles de las comerciales y financieras a las que considera meras metamorfosis de un mismo movimiento social. El capital es presentado como dinero capaz de adquirir medios de producción y mano de obra salarial para convertirlo en mercancías. Las materias primas y la fuerza de trabajo usada reaparecen como nuevas formas de bienes mercantiles listos para su venta en el mercado.

En principio, el capital dinero asume funciones comerciales y se aplica a la compra de mercancías listas para el consumo final. Si se carece de dinero para comerciar, entonces se acuda al financista. Este ofrece préstamos onerosos que perfectamente pudieran ser los de los mismos trabajadores metidos a ahorristas que se hallan tan animados por ganancias como lo está su patrono, el comerciante de su producción y el financista ocasional.

Cuando Marx descarta el mercado como fuente de la ganancia comercial, y a esta esta la deriva de la “plusvalía fabril”, lo hace para hacer descansar dicha fuente en la explotación de los trabajadores del caso, habida cuenta de que no puede venderse nada por encima de su valor de costo porque quienes nos hayan vendido también harían otro tanto y las ganancias eventuales, también se trocarían en pérdidas no menos eventuales.

Como sabemos, los trabajadores de la burguesía se autoconsideran pagados, ellos mismos son los primeros en no sentirse aludidos como explotados. Esta fea condición hasta les resulta denigrante y puede crearle problemas de alienación. Como también sabemos, los pobres que trabajan suelen esconder y negar su pobreza: prefieren hablar de mala situación, de problemas transitorios, de desempleo, o, a lo sumo, de mal pagados, pero NO como EXPLOTADOS.

Particularmente, resulta una alienación razonable ya que durante el capitalismo la explotación pasa inadvertida frente al látigo implacable del esclavista, y frente al trabajo forzado en tierras ajenas sin remuneración alguna durante parte de la jornada semanal.

Pero, Marx también señala expresamente que la plusvalía de nada serviría sino se concreta o realiza en dinero en el mercado, razón por la cual el fabricante va de la mano con el intermediario comercial. Comercio y producción son fundamentales y manifestaciones estructurales del capital, más técnicas que económicas porque igual daría ser fabricante que comerciante.

Está claro que científicamente no se ha podido desvirtuar a Marx. Su hallazgo de la plusvalía es indesmontable, pero el confinamiento de ella al proceso de producción, así como la consideración de la producción y el comercio como fases ligadas de recuperación del dinero inicial, nos llevan a reconsiderar al comercio como parte principalísima del proceso de explotación durante el régimen capitalista.

En efecto, venimos señalando cómo el arribo del burguesismo se dio como una expresión del comercio desarrollado que creo el mercado que hoy conocemos. Este comercio implica la producción de mercancías en lugar de su compra para su reventa. El capitalista asume las antiguas y originarias funciones productoras del viejo artesano y manufacturero.

Antes de Marx, no se discutía la explotación del trabajador, liberado como ya había sido del yugo feudal y del gremio artesanal, todo, al punto de que a la naturaleza o a la Tierra, como tal, se le consideró la fuente de la riqueza, según la interesante versión de los fisiócratas de marras, usada para contrarrestar el exabrupto que esgrimían los mercantilistas.

Pero, está claro que será en el comercio y el mercado donde se manifestarán los frutos que haya brindado cualquier explotación salarial. Muchos y frecuentes caos se observan de destrucción de mercancías para poder mantener determinados precios en el resto de los inventarios. Estas acciones nos dicen que la plusvalía, si bien es extraída en la fábrica, que la plusvalía se fabrica por orden del comerciante, se halla depositada en el mercado, en poder del capitalista mercantil, independientemente de que hayan sido la fábrica o la casa de familia el lugar donde el trabajador haya dejado parte de su trabajo sin remuneración.  No en balde, los capitalistas son enemigos acérrimos de los gobiernos intervencionistas en materia  de mercado, y sus apologías burguesas versan más sobre el Libre Comercio y la Libre Empresa Comercial, que sobre la libre empresa fabril. De  esta última han admitido  hasta “Leyes del Trabajo”.

Visto así el problema de la explotación burguesa, puede retomarse al comerciante, al mercado, como la causa y motor mismo de la explotación proletaria. En consecuencia, debemos mirar la intervención del pueblo en materia de precios, de la acumulación comercial, de tal manera, que todos, fabricantes, comerciantes y financistas, sean corresponsabilizados de esta explotación burguesa que debe sacarse de la fábrica para ubicarla en el mercado. Esta sería la salida marxista.


[i] http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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