Silencio y recuerdos

1. SILENCIO

Han pasado ya 9 años desde la truculenta asonada de los sectores de la oposición golpista contra la constitucionalidad y pueblo venezolanos.

A pesar de los años, sigue flotando en el ambiente el silencio, esa callada manera de asimilar las cosas. Porque el sino de tal acto golpista del 11 de abril de 2002 fue el silencio, como lo saben todos. Como un mal recuerdo del que nadie se quiere acordar, háblese de seguidores de la revolución Bolivariana como de los opositores, la derecha política, entre ellos los golpistas mismos. Como el amanecer de un ratón moral, que se sabe está allí con su carga de vergüenza, pero que se confía en que el tiempo lo borre y la mente lo olvide. Silencio.

Silencio guardaron los opositores ─digamos de centroderecha, no los recalcitrantes─, aquellos que jamás esperaron que la cosa se les fuera de las manos a quienes organizaban las protestas. Estaban estupefactos. Murmuraban a cada rato: “Nosotros no queríamos esto. Es terrible”. Silencio guardaron los seguidores del gobierno, estupefactos también, temerosos de la represión cruenta que empujaba para desatarse en el país, como en las peores épocas de las dictaduras y represiones continentales.

El redondeo de silencio se concretó más aun cuando llegó el día 13 y fue repuesto el presidente Hugo Chávez en sus funciones, cuando llamó a la conciliación a los sectores opositores que recién habían dado el zarpazo. Es más, podría decirse que tal gesto presidencial instituyó el silencio generalizado que cundió posteriormente. No se castigó a nadie, no se persiguió a nadie, no se capturó a nadie (lo que pudo hacerse, bajo legalidad), no se acusó a nadie..., como si nada. Silencio y actitud que llevaron a la máxima institución de justicia a fallar que no hubo, en efecto, nada, sino un “vacío de poder”, tal vez precipitado por un grupo de venezolanos “preñados de buenas intenciones”.

Los chavistas, usualmente estigmatizados como violentos, ignorantes y hasta parias por los sectores de una oposición que se atribuyen una mejor condición humana, guardaron silencio y no persiguieron a ningún otro venezolano, acatando el mandato presidencial de mantener la compostura, como todo revolucionario regido por el humanismo y la legalidad. Cuando en otro país y bajo la dirección de otro líder, ha podido convertirse la revancha en una verdadera masacre, hasta con visos de guerra civil. Y ya sabemos que en Venezuela la cosa no llegó ni a revancha.

Pero el silencio, tanto ejecutivo como institucional, concibió en los sectores regulares de la oposición ─ya recuperados del susto y a sabiendas de que el gobierno no tenía cojones para atreverse contra ellos─ un sentimiento de justificación, de hacerles creer que lo hecho estuvo bien (asumieron que apacibilidad del gobierno encerraba sospechosamente una culpa), incluso hasta se autoconvencieron de que los muertos no fueron ni de ellos ni por ellos. Y así pasaron a la fase siguiente de seguir con la conspiración y apoyar el terrible paro petrolero que luego se desarrolló.

Lógicamente, el silencio que se sucedió después del inesperado 13 de abril, cuando las fuerzas armadas y los sectores populares rescatan al presidente, fue acogido con especial delectación por los llamados sectores recalcitrantes de la oposición venezolana, esa que organizó la sangre y el fuego del golpe de Estado. Les sirvió para mantenerse de bajo perfil mientras continuaban maquinando otra conspiración; les sirve hasta el presente para intentar negar, más que olvidar, su penosa participación en la asonada. Se dirá que el silencio los cubre de inocencia, cual si la cosa fuera, como dijimos arriba, una mala noche de braguetas abiertas o pantaletas caídas en público de la que nadie quiere acordarse y respecto de la cual se confía en que la mente la borre de la memoria, prontamente. Y si se les acucia, si se les recuerda la vergüenza, recurren sin ton ni son a la negación, y entonces se tiene que el silencio de un golpista no es la esperanza del olvido redentor, sino la negación de los hechos.

Tan patente es el esfuerzo de borrar la mala noche de la memoria que no pueden evitar aflorarlo cuando se atreven a pedirle a los venezolanos que no se recuerde la historia (lo dijo un diputado de la derecha en estos días en la Asamblea Nacional), que se mire hacia adelante, hacia el futuro, porque así ha de ser en quienes se preocupen por el progreso. El 11 de abril de 2002 es para la dirigencia opositora venezolana como esa soga del ahorcado que no se debe mencionar en la casa del difunto: el día en que se le murió su credencial democrática, y que ahora le estorba para acceder al poder con algo de dignidad. Hasta hoy niega y niega que haya participado en nada, ni firmado nada, ni dicho nada, ni hecho nada. Yo soy inocente, tu eres inocente… Inocentes.

Quizás una de las más grandes monstruosidades ─más que la masacre misma─ haya sido esa actitud felona de saber a ciencia cierta lo que iba a ocurrir en el centro de Caracas y de enviar no obstante a sus seguidores a la matanza. Porque ese es el mal recuerdo, el principal, el que se quiere abrumar con el silencio: la traición, que eternamente será mal vista, digna de hoguera y de tantos otros fuegos justicieros.

Si se aplica minuciosamente el recuerdo se podrá traer a colación cómo tanto dirigente opositor (esos que arrearon a las masas a la muerte) desapareció sospechosamente del teatro posterior de los hechos violentos y de sangre. Ninguno llegó al centro de la ciudad, que se recuerde, y doblaron sus pasos antes de llegar a Parque Central, por ahí a la altura del Jardín Botánico, en la conjunción entre la Av. Bolívar y la autopista Francisco Fajardo. Cómo si supieran algo (quien escribe se siente ridículamente ingenuo cuando trata de ironizar con estas últimas palabras).

La televisión venezolana tiene la grabación de varios de estos connotados líderes empujando a la marcha opositora hacia el centro de la ciudad, mientras gritaban “¡A Miraflores, a Miraflores!”, para luego poner ellos los pies en polvorosa, de ruin modo. Y aunque el diputado aquel de la Asamblea Nacional siga prohibiendo que se recuerden las cosas (porque nadie aquí es Academia de la Historia), no es posible evitar la imagen de gente como Guaicaipuro Lameda, Carlos Ortega, Enrique Mendoza (éste último diputado actualmente a la Asamblea Nacional, famoso por su gorra terciada, alegando problemas de salud para retirarse, mientras una venda en su mejilla era mostrada por la pantalla de los medios), entre muchos otros, azuzando a la “sociedad civil” contra el “tirano”. Que perdonen los injustos por cometer aquí la justicia de nombrar a apenas unos cuantos injustos. Y valga aquí tanta justicia confundida.

Como un recurso para combatir el silencio, aunque traiga a colación desagradables recuerdos (como los que siguen en el apartado 2), se ofrece en en siguiente enlace el decreto de los golpistas y la lista de quienes lo firmaron, muchos hoy “demócratas” que se rasgan las vestiduras con discursos de constitucionalidad, respeto, derechos, igualdad, etc.: Acta de constitución del Gobierno de Transición Democrática y Unidad Nacional.

2. RECUERDOS

Suele decirse que “una imagen vale más que mil palabras”. Pero ahora, con la mente aplicada hacia estos contextos informáticos de la Internet, donde la precisión, la brevedad y la explotación imaginaria de la palabra valen un mundo, podría ponerse en duda que alguna imagen compita con los tweets recogidos a continuación, lógicamente sobre el marco del tema discutido, esto es, el hecho del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y su cargamento de vergüenza democrática para sus ejecutores. Un tweet es una expresión corta, medio de expresión de Twitter (como es sabido), que comporta para el caso presente circunstancias icónicas de mayor poder que la invocación de las mismas imágenes. Tweets como los que siguen, recogiendo frases pronunciadas entre el 11 y 13 de abril (y hasta más acá, inclusive), tanto por unos y otros, son vívidos recuerdos. Júzguese (tomado del twitter del autor, Animal Polis, bajo la denominación de “frases célebres”):

“¡Te queremos, Pedro!”

“se van a tener que comer las alfombras”

“Buenos días, tenemos nuevo presidente”

“¡Cómo me hace falta mi Tom y Jerry!”

“Gracias medios, gracias Venevisión, gracias todos”

“Vamos a decirlos napoleon, ese video fue grabado desde tu casa”

“Que decreto? Yo Firme fue una lista de invitados [Manuel Rosales]”

“hay que someterlo por la fuerza y arrestarlo"

“esto es una mierda [Jorge Olavarría]”

“Todo esto configura un golpe de Estado”

“Quiten esa mierda de cuadro de allí” [El retrato de Simón Bolívar]

“¿y ahora que voy a hacer con mi voto?, yo vote por chavez y quiero que Chavez termine su mandato"

“Considerando…” [lectura del decreto golpista"]

“Se creían muy machitos [Leopoldo López]”

“Dónde está Freddy Bernal”

“Chao, Hugo”

“Que lo sepa el mundo”

“en mi cond.. condición de Presidente de Venezuela [Carmona Estanga autojuramentándose]”

“esa basura que se llama VTV, va fuera del aire [Enrique Mendoza, exgobernador de Miranda]”

“a ese señor Carmona ni lo conozco pero quiero verle el hueso”

“el Presidente fue escoltado por un grupo de oficiales preñados de buenas intenciones”

“el mio me lo sirves sin hielo...”

“Firma el LICENCIADO Manuel Rosales”

“Corran” [En Miraflores"]

“Se destituyen de sus cargos...

“Esto tiene un basamento legal, el articulo 350 de la constitucion" "Se deroga la constitucion”

“la cual firmó y acepto”

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camero500@hotmail.com


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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

 camero500@hotmail.com      @animalpolis

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