Voy jugando a Rosalinda

A pesar de lo famosos y comunes que eran los “entierros” en mis tiempos de mozo, yo nunca tuve la suerte de encontrarme uno, aunque fuera de morocotas, y eso que me cansé de perseguir luces, descifrar mapas y levantarme sonámbulo a ver si algún muerto se antojaba de mi; pero solo conseguí rasparme las canillas, estropearme los garretes, pelarme las rodillas y “esfaratar” las alpargatas en esas aventuras nocturnas. Terminé aplicando lo que me dijo un paisano allá en la Tacarigua de Margarita: “ Amigo Fredy, yo siempre dejo la libreta de La Margarita Entidad de Ahorro y Préstamo debajo del chinchorro. Si algún muerto quiere darme algo, entonces que me lo deposite directamente ahí”.

Tampoco tuve suerte para pegar un bingo en aquellas verbenas que formaban las juntas de carnavales para recolectar fondos y poder llevar a “Petra I” al desfile de Porlamar. Aunque mas que falta de suerte yo creo que fue falta de retentiva porque mientras Emil, después de la obligada demostración de “Mano y bolsa” para señalar que no tenia ningún número “encapotao” antes de comenzar a “Cantar la mano”, empezaba con su retahíla de lenguaje binguero; yo me enredaba todo buscando “Los dos patitos” en el cartón o tratando de adivinar cual número sacaba cuando decía “Sin cacho nació un venao” y mucho menos cual debía apuntar cuando anunciaba muerto de risa “Unare en la costa de Paria”.

No hubo Guaraña en las fiestas patronales que no ocupara mi atención, ni Batea que no me limpiara los bolsillos, ni Ruleta que no recibiera su mentada de madre cada vez que le apostaba al rojo y salía el negro; como tampoco quedó mesa de juego donde no le metiera mi mesada a “La larga y La Corta” para colorarme de la rabia cada vez que salía el 7, el cual estaba reservado para la casa.

Las dupletas, aquellas cartulinas que llenábamos con los nombres de los caballos de una carrera en sentido vertical y los de otra en el horizontal, también acabaron con los rialitos que me quedaban después de vender bolsitas de maní en las galleras. Cuando no me retiraban los caballos antes de comenzar la carrera, entonces rodaban los jinetes o se “esnucaban” los míos contra la baranda; y si acaso llegaba uno de mis escogidos a la meta antes que los demás, entonces salía Ali Khan de aprontao a decir que sería distanciado; o si no formaba un peo algún preparador italiano porfiando que su “caballa” ganó. En total, los caballos de Fredy para atrás y los rialitos otra vez perdidos.

Ya no juego pero como he visto tantas cosas que están sucediendo con unos créditos que dio el Banco Federal y unas inversiones extrañas que se manejaron en las casas de bolsa de Econoinvest , me he dado a la tarea de chequearme en cuanta lista aparece a ver si alguno de esos tercios me otorgó un crédito fantasma o me anotó en la compra de unos dólares sin mi consentimiento. Quien quite que ahí esté mi suerte que tanto maltraté cuando muchacho.

No me conformaré con eso sino que en adelante, y cuidado como hacia atrás, me dedicaré a revisar las listas de los ganadores del Triple Gordo, el Kino y Quien quiere ser millonario. No sea cosa que algún vivo se haya aprovechado de mi conducta lúdica del pasado y esté utilizando mi nombre para ver si consigue el golpe de suerte que yo tanto perseguí.

Salazarfu@pdvsa.com


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