La guerra de los imbéciles

Los viejos suelen decir “en mis tiempos” para calificar una época como  mejor.  O “eso no se veía antes”.  Yo, no tan viejo, puedo creer que no haré tal, pero al dar expresión a criterios estrictamente pesimistas sobre la hora presente que vive la humanidad, no me queda otro remedio que incluirme en el triste geriátrico pintoresco.  Sin salida, al parecer, obligándome a rematar el cuento con el dicho poético de que “todo tiempo pasado fue mejor”

No me autoengañaré para autosentirme mejor ─valga esta palabra─, como recomienda una psicología por allí.  Considero que si alguien reconoce que el derrotero escogido por el mundo no tiene más salida que una guerra, mal puede ponerse a negar la inminente explosión de las bombas sobre su cabeza  en nombre de un ridículo y ficticio estado de buena salud.  Puede resultar saludable correr un poco, esconderse y salvaguardarse, si no se es guerrero en combate.

Ya dicen los científicos que si tienes cáncer nada ayuda que tu actitud mental sea positiva.  Las células agigantadamente se multiplican y ello es un hecho físico, químico y biológico, sin contención mental.  Es decir, es mejor identificar el problema y atacarlos con soluciones de la misma naturaleza.

Muchos creen que negar ayuda, cuando la afirmación está sobre sus cuellos.  Podría ser que un moribundo se vaya de este mundo creyendo que no murió y empiece luego a aparecer por allí, paranormalmente.  Dice la leyenda hollywoodense que el Titanic se hundió por la ansiedad de cierta persona en demostrar que la velocidad de la embarcación era una maravilla, negándose a aceptar la existencia de unos témpanos a pocos kilómetros, hecho que obligaría a bajar la velocidad y a desviar el curso.

Hay mucha estupidez en la inteligencia del hombre.  Hace poco también dijo una autoridad (en Chile) que la situación después del terremoto estaba calmada, para no generar pánico, cuando la realidad era que un tsunami distaba a pocos minutos.

Todo es calma, autohipnosis en general.  No pasa nada.  Ni siquiera una calma chicha.  Los mercados están saludables, el número de pobres en el mundo es el normal, el sistema no se estremece, no ocurren mutaciones, hay la guerra que debiera haber, la gente no muere más que en la normalidad mortal, si es eso lo que en última instancia importa por aquello del derecho y el respeto a la vida.

Hablo de la realidad humana en general, mundial digamos, y no de particularidades o nacionalidades que, como ustedes saben, presentan sus propias peculiaridades domésticas, si políticas más apocalípticas.  Me explico con un ejemplo emblemático:  una oposición como la venezolana no compartirá jamás mis palabras para describir su estado de ánimo y situación actual, es decir, jamás dirá que hay calma, que el mundo no pasa, Etc. Etc.; por el contrario, para ella en el país se vive un Apocalipsis, en la medida en que su viejo mundo de prebendas se les va al suelo y su sistema de valores empieza a estrellársele también.

Hablo de la situación humana en general, del hombre como especie, metido en un juego vital sin salida, puesto a pensar como se le enseña, manipulado grandemente por quienes se hacen dueños de los medios de la verdad (no quedó más remedio que expresarlo así).

Por supuesto, dado que el mundo cada vez más se hace aldea global y la información o los hechos están a la vuelta de la esquina, es cada vez más difícil engañar al hombre con versiones de realidad incomprobables.  No diré que el mundo esta siendo invadido por ovnis y crearé un desbarajuste (como hiciera Orson Wells en su tiempo), si cada quien tiene la versión de la vida mundial a la mano por diferentes vías.  Es difícil, como dije, pero compréndase también que las proporciones y las simetrías evolucionan en reciprocidad:  los manipuladores de mundos, como los delincuentes respecto de los policías, le buscan la “vuelta” al gato y la “caída” del sistema.  Mutan.

Voy con un ejemplo:  el reciente capitulillo de la llamada Flotilla de la Libertad, masacrada por los israelíes, habría pasado como una tontería veinte años atrás, cuando nosotros, los de entonces pasivos receptores, no teníamos la posibilidad de ver los hechos a ciencia cierta.  Otrora, dije.  Pero hoy el mundo estuvo todo metido allá mirando la ocurrencia de los crímenes, debido a la emisión telemática de algunos tripulantes.  Sin embargo, como vimos, dando por tonto al mundo y creyéndolo estático en la idiotez, el gobierno israelí intento “sembrar” el barco con terroristas, de merecible exterminio.  Un algo más del cansancia de siempre, por estas épocas.

Y es por aquí por donde, a propósito, se viene la reflexión del escrito.  El intento de creer en un mundo idiota poblado por homúnculos, gobernado por hombres realmente hombres (los que tienen la verdad-verdad y el monopolio de sus medios), no puede conducir a ese estatismo soñado por sus poderosos, a una eternidad parmeniana, de evidentes conveniencias.  No puede desembocar, pues, a lo que llaman “paz”, ese estado que poco a poco como que quisiera irse pareciéndose a la tranquilidad de un camposanto.

La burla a la inteligencia humana supongo tendrá su límite, y parece que mucho de ello hay en el presente.  Por eso digo, con los viejecillos, que las cosas no están bien.  Dotado el mundo como está en la actualidad, con miles de ojos visores, aun se le intenta dar por ciego, generándosele una acumulanate deuda de indignación, explosiva algún día.  Ya casi nadie aguanta:  todo se parcializa hacia el engaño y el maltrato.  Se miente descaradamente, se hace con el mayor cinismo.  Se te dice en tu cara que se te engaña, como si te provocasen, como si quisieran asegurarse de que eres un real estúpido.

¿Qué se busca?  Hablo de los grandes poderes del mundo, abusando de las gentes.  De las organizaciones mediadoras y canalizadoras mundiales, institucionalizando el delito, el crimen, el genocidio, el ventajismo, el poder de uno.  Intentando hacer del mundo una realidad etnocéntrica.  Condenando culturas, proponiendo guerras de civilizaciones, narcoterrozidando al orbe, para pintarse como mejores, para sujetarlo, dividirlo, quebrarlo, manipularlo, gobernarlo...  La ONU, la OTAN, la OIEA, el G8, OMC, la OEA en nuestras inmediaciones, al servicio de un bando, permanentemente satanizando al contrario, como si en efecto el “contrario” fuese eso, demonios, nada emparentados con la especie, de merecible exterminio.

No censura la ONU los delitos de los propios (¿que pasó con la condena y sanciones a Israel por la masacre?), no se mete la OIEA con las bombas fabricadas por los del bando “bueno” (el suyo), salva el G8 a los bancos y al modelo capitalista y no a los pobladores, hace lo mismo la OMC, y la OEA en nuestros predios acaba de descubrir ─por decir algo─ el paramilitarismo en Colombia, esa la fulgurante colonia de los EEUU, país miembro éste ─por cierto─ del bando bueno, de la zona etnocéntrica, de los predestinadamente elegidos.  Satánicos son otros:  Corea del Norte, China, Irán, Bielorrusia, Venezuela, Bolivia, hasta los casi exterminados palestinos, etc.

No puede durar tanto la mentira abierta y su efecto humillante, y por eso digo, con pesimismo, que el mundo se apresta a una explosión.  Mucho hay ya de esclavo que ha desarrollado la conciencia del amo que lo espolea, y por doquier se generan espacios sublevados de las viejas hegemonías, suerte de terremotos políticos.  Tres son los problemas terribles de la humanidad, donde se ejercita la mentira a diario, el cinismo como regla, por un lado,  pero donde, también, por el otro, se acumulan las grandes energías de protesta indignante de aquellos que suelen estar pisoteados e insurgen:  (1) el tema climático y ambiental, (2) el modelo político y (3) las armas de destrucción masiva.

Los grandes cínicos y engañadores del mundo se retrotraen de las obligaciones de cuidar el hábitat, en nombre de su peculiaridad existencial (las obligaciones son para los pendejos), persisten en presentarnos como saludable un modelo político-económico en debacle (el capitalismo, con todo lo que ello implica en esclavitud y pobreza) y, finalmente, se permiten hacer ostentación de las 5.113 cabezas nucleares que tienen en almacenamiento, además de la miles que mantienen sembradas en diferentes espacios.  El mundo bomba, pues, internamente humillado en su inteligencia y al mismo tiempo temblando por su propia reacción y dignidad, lo cual habrá de ser el precio de su despertar.

Como se ve, toda una ambigüedad pesimista sobre la guerra y la humana dignidad, como emotivos factores de convulsión.

 camero500@hotmail.com 


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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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