Si León de Greiff hubiera sido el primer Nóbel aceptarían a Gabriel García Márquez en la zona andina de Colombia

Por allá a principios de los años 70 (1972, para ser exacto) asumía yo una actitud errónea respecto de la poesía del escalde León de Greiff (1895-1976). Esta poesía de hecho la ridiculizaba –de manera muy irrespetuosa– en el curso que sobre Gabriel García Márquez (1929-2014) dictaba yo, en Bogotá, en el auditorio de la casa sindical de los Marinos Colombianos. El curso se daba durante tres días seguidos (cada día cuatro horas), en el mes de julio del anotado año 1972. Su contenido fundamental era destacar los valores mágico-políticos de la novela Cien Años de Soledad en particular. Desafortunadamente de tal curso en torno al imperecedero escritor –hoy ya conocido por su nombre familiar, Gabo, en gran parte del planeta– no se publicó nunca memoria alguna. Manes de los descuidos que me han perseguido a lo largo de muchos años. Para mi consuelo, José Ortega y Gasset cuenta en alguna de sus obras que a él le pasaba, aunque no siempre, lo mismo.

La poesía del escalde de Greiff (palabra que en sueco significa poeta, españolizada  por él) la enfrentaba yo de modo habilidoso.  Esto es, la caracterizaba como esteticismo. Un defecto que de modo tozudo atribuía yo a esa poesía y que, por tanto, la descalificaba con muy poca seriedad. Como ejemplo de aquel pretendido defecto –sea repetirlo: el esteticismo, expresión que niega, como lo abstracto en la pintura, el fondo o el contenido de quienes se comportan de uno y otro modo–, como ejemplo de ello citaba yo un fragmento de la estrofa que sigue; tomada del poema “Fanfarria en Sol Mayor” (Febrero 1926): Oh Bolombolo, país exótico y no nada utópico en absoluto! Enjalbegado de trópicos hasta donde no más…/ Oh Bolombolo de cacofónico o de escolálico nombre onomatopéyico y suave y retumbante, oh Bolombolo.

Un lustro después, aproximadamente, la lectura sensata, profunda de la por mí negada poesía, me conducía a rectificar el punto de vista por mí antes expresado. La conclusión era que además de su forma galana, musical, adornada de un ritmo suave, delicado, o sea, diferente, yo concluía que esa poética posee un contenido respetable. Tanto sería mi fascinación por tal duplicidad, tanto que influía, de modo notable, a mi propia poesía. Es que, amable lector, de mi parte también una buena cantidad de versos he garrapateado. En cuanto a la influencia de marras, la observaba la poeta María Mercedes Carranza (1945-2003). El investigador y escritor  Julián Vásquez Lopera sostiene igual opinión.

Muy considerado en Colombia, en el exterior, en cambio, León de Greiff no ha sido comprendido, es mi parecer, como se merece. Artur Lundqvist (1906-1991), que desde 1968  fuera miembro de la Academia Sueca, personalidad muy acreditada en esa institución y quien se dedicara casi hasta su muerte a impulsar el conocimiento de un grupo muy valioso de escritores, no solamente hispanohablantes, a los que recomendaba dentro de aquella institución casi siempre con inmancable éxito, pasaba una vez por Bogotá. Lo cual aprovechaba para hablar con el descubridor de Bolombolo; del que había vertido al idioma de su país varios poemas. Con aquella conversación quería Lundqvist, no cabe duda, asegurarse de que León de Greiff era merecedor del premio Nobel. En mi libro Gabo llama a sus amigos indico la razón por la cual internamente el escritor e investigador norteño guardaba vacilaciones para recomendar a nuestro bardo. La causa era el vínculo cultural y sentimental de éste con el país sueco. Como un temor de que se pensara que el premio Nobel se le otorgaba principalmente por el señalado parentesco geográfico, era lo que Lundqvist sentía. Se sabe que el padre de León de Greiff había llegado a Colombia desde Suecia, de donde era oriundo. Ahora, en cuanto a lo que hace a España, nunca, que yo sepa, se le tuvo en cuenta allí para concederle el Premio Cervantes. Al cual, cosas de la vida, después de recibido el premio Nobel el gran Gabo renunciaba a recibirlo cuando le era ofrecido. –No quiero más premios, decía.

Las autoridades culturales colombianas, ¿cómo actuaron?

Yo opino, y se me excuse si estoy equivocado, que las autoridades culturales de Colombia  no se ocuparon de manera formal, como era su deber, en llamar la atención en punto a las eminentes calidades de León de Greiff para ser merecedor de esos dos galardones. ¿Cómo era que cuando se enteraban de la visita del escritor sueco, el cual hablaba la lengua española, no le llamaran o le escribieran para agradecerle su gentileza? Así, lo anterior resultaría quizás el impulso que  barriera la vacilación, el mayor obstáculo que impedía sacar avante la valiosa recomendación de Artur Lundqvist en la Academia Sueca.

 En una ocasión dialogaba yo en Estocolmo sobre tal hecho con Axel, el hijo menor de León Greiff. Él fuera residente en Suecia hasta su muerte acaecida hace cuatro o cinco años. Comentaba Axel que desde Venezuela se ocupaban alguna vez de proponer ante la Academia Sueca a su padre, al nominarlo como candidato para recibir la alta distinción.

El poeta del río Cauca

Personalmente considero que el poeta del río Cauca, Bedrunco llamado también –a quien en una feliz y marcada ocasión de esa forma yo lo denominaba–, era merecedor del afamado premio de Literatura. El más importante, me parece, entre los instituidos en 1895 por Alfredo Nobel, desarrollador industrial él de la dinamita. Autor nuestro bardo de Greiff de la Odecilla a Pentagramatón, del Divertimento facecioso o faceto, del Nocturno en Re mayor, del Divertimento escandinavo-chibcha, del Relato de Guillaume de Lorges, del Relato de Sergio Stepanski, del Relato de Ramón Antigua, del Relato de Aldecoa, de la citada Fanfarria en Sol Mayor; y decenas y decenas más de poemas de agradable, exquisita, inimitable facturación.

Sea decir que si la obtención del premio Nobel por León de Greiff  hubiera sucedido, para nada habría imposibilitado la consecución del galardón, en 1982, o un poco más tarde, por Gabo, nuestro grande de Aracataca; dueño él, como de Greiff, de una obra de excepción. Gabo, del que Pablo Neruda, destacadísimo premio Nobel chileno, manifestaba que la novela Cien Años de Soledad es, en nuestro tiempo, el Don Quijote de La Mancha.

¿El granandinismo, qué piensa?

En el país colombiano, mi país, la corriente granandinista no acepta que haya sido Gabo el único hasta ahora galardonado con tan encumbrado premio. Rechaza ello con rabia. Otra cosa habría sido –repito– si el escalde nacido en Medellín hubiera sido ungido con tal Premio. Ello para gloria y alegría de la extensa zona andina en particular, y el resto de Colombia. Esto, por desgracia, no aconteció. Triste ello, ya que al poeta del Bedrunco, déjeseme machacarlo, machacarlo otra vez, le sobraban méritos para conseguir tal distinción.

Los granandinistas que son muchísimos, más de lo que se cree, jamás aceptarán que haya sido un caribiano (uno nacido en la Costa Caribe, en Aracataca) el primer galardonado con el precioso galardón.

He aquí lo que respondían dos individuos participantes en una encuesta promovida el 19 de marzo de 2012 por el diario bogotano El Tiempo, si recuerdo bien con motivo de un homenaje que se hacía a Gabo. A fin de resaltar la importancia que para Colombia tenía que este universal escritor hubiera recibido el varias veces anotado premio.

Quien firma como Mercenario Pocholoco se expresaba de esta manera ultra canallesca: “Que se vaya para donde su p…. madre, ese panfletario comunistoide de la guerrilla. Que por acá en Antioquia no lo queremos ni poquito y si viene le echaremos plomo ventiao. Viva Uribe no joda. Viva José Obdulio, y Restrepito y Arias el Uribito.” Y el segundo, que se identificaba como Jaime Ardila usaba términos parecidos: “Para mí Gabriel García Márquez es un cabrón de mala leche que alguna vez (…) le otorgaron un premio en dinero y él se lo regaló a los bandidos del ELN; de qué se las pican  muchos colombianos cuando dicen ‘nuestro premio nobel’ (…) Ese tipo no merece ningún homenaje y para complemento es comunista desagradecido….” Etcétera. Este etcétera incluye a varios otros que se expresaban de modo semejante.

De otra parte, también en El Tiempo,  en otra fecha se venía alguien con la  expresión que sigue: “Ni el ñame es comida ni los costeños son gente.” Grotesca, repugnante frase, la cual gustosos habrían usado los conquistadores ibéricos. Aquellos que negaban la condición humana de los aborígenes de Abiayala, la hoy América, a los que diezmaron una, dos, tres veces, hasta casi su extinción; y arrebataron sus tierras y otras riquezas. Quizá el sujeto que subscribía esa imprecación sea un descendiente indígena originario. Que en su soberbia niega ser.

Otros estultos escribían una cochinada, si se quiere mucho más ofensiva; con la que embadurnaban las paredes de los retretes de las universidades, y de manera soez hasta en los muros externos. “Haga patria, mate un costeño”, borroneaban. Cuando Gabo se enteraba de tal cosa, sentía adolorido de que los granandinistas se atrevieran a tanto. Seguramente, en ese instante, le venía a la cabeza lo que él en alguna ocasión se lamentaba que no hubiera ocurrido:

“Era más lógico que nuestra tierra caribeña hubiera sido parte de Venezuela.”

Y no es que yo ahora haga propaganda secesionista. Esta campaña anticaribeña no es vieja, data como se vio arriba del año 2012, cuando se intensificaba. Y es que, realmente, viene de tiempo mucho más atrás. Las ideas secesionistas surgirán espontáneamente de miles de mentes si los cabecillas del llamado triángulo de oro, conformado por las oligarquías que tienen su base en las ciudades de Bogotá,  Medellín y Cali, no cejan en el uso del control económico que ejercen sobre las regiones periféricas del país. De éstas la más afectada, más que Chocó, que es mucho decir, la zona norte del país que en los últimos años se ha bautizado como Costa Caribe, en cambio de Atlántica, compuesta por siete departamentos. Si esas oligarquías continúan sacando partido de su actitud, valiéndose del manejo a sus anchas del Estado y de su propio poder financiero y político, el país colombiano se vendrá muy abajo, más de lo que está ya. 

El mal llamado centralismo, a la verdad colonialismo interno

Del colonialismo interno he venido hablando desde que leía lo  mencionado por un ciudadano de los Llanos Orientales, que al quejarse de la situación de pobreza y abandono de su región exclamaba: “Es que eso allí parece como si lo avasallara un colonialismo interno.” Ya en Suecia, escuchaba la conversación de un par de muchachos de Bolivia; quienes se expresaban con mucha seguridad sobre ese fenómeno económico-político. Y es que el tal colonialismo interno no solo se da en Colombia y Bolivia, sino en casi la mayoría de los países latinoamericanos. La pobreza y el atraso que igualmente vive la mencionada región Caribe y una gran parte de los colombianos no tiene explicación con la envejecida palabreja centralismo, sino que hay que buscar ello, repito, en el colonialismo interno. Un regalo que los mandacallás que gobiernan en la mayor parte del subcontinente abiayalence recibían de sus padres ibéricos.

(Permítaseme que me aproveche de esta ocasión para remitir a los lectores a otro libro de mi cosecha, Puedo ser poeta, que lleva como subtítulo Versos contra los colonialismos externo e interno, donde está definido con claridad el concepto Colonialismo Interno.)

Gabriel García Márquez y León de Greiff, par de amigos

¿Cuál era el grado de amistad que unía al de Aracataca y el de Medellín? No lo sé, ni tengo como averiguarlo en este momento. Vale la pena investigar esto, en tanto que son ellos, hasta ahora, los únicos autores colombianos que dedicaran sus vidas con la mira puesta en un solo género literario. Sin pausa, echando manos a una disciplina poco común, con una continuidad sin igual en nuestro país colombiano: dirigido tal género literario a producir sendas obras eternas, enteramente triunfantes.

A mí me basta estar al corriente de una broma que el primero le hiciera al segundo y con ello deducir que se valoraban y respetaban como buenos amigos. Una vez que el descubridor de Bolombolo (con fama de descuidado) era entrevistado en una radio, el locutor le preguntaba: “¿Es verdad maestro de Greiff que su amigo Gabriel García Márquez una vez decía que usted posee dos corbatas: una para embadurnarla con los huevos del desayuno y otra para ponérsela cuando en las mañanas sale un rato a departir con sus contertulios en el Café Automático?” A lo cual el escalde respondía: “No se crea usted, Gabito es un mamagallista incorregible. Lo de los huevos es otra de sus ‘calumnias’ contra sus cofrades como yo, que soy el más paciente de todos.” A propósito de huevos, en una ocasión en que desayunaba fuera de casa, la mesera le preguntaba: “¿Señor de Greiff, cómo quiere usted sus huevos?” “Con todo el alma”, respondía guasonamente el medellinense.

Así pues, quienes no respetan la incontrovertible grandeza y universalidad de ese hombre llamado  Gabriel García Márquez, al que se cuestiona y no se quiere (se odia por muchos) en la región andina como ya explicado. Estos son bastantes, numerosos, y, para peor, apoyan el colonialismo interno; cuya cola es nada menos que el granandinismo. Esos individuos, ay, andan por ahí sin medir su enorme responsabilidad ante la historia.

No son solo los radicales Pocholocos los que en la región andina actúan de manera desabrochada contra Gabito. En el segundo citado libro Puedo ser poeta, se responsabiliza a J. Mario Arbeláez, Juan Manuel Roca, Oscar Collazos (éste a la verdad en menor medida en su actuación) y un periodista anónimo del diario  “El Tiempo”, de ser los que han  tratado de enfrentar a García Márquez con Germán Espinosa (1940-2007). A éste lo intentaban “bogotanizar”. En esto último uno de ellos no participaba. Los que sí, fallan de guisa ruidosa. Para mayor  desconcierto de estos intelectuales, Espinoza, desde su tumba, los refuta con la pluma que manejaba de modo certero durante la mayor parte de su vida. En el segundo citado libro, Puedo ser poeta, pueden encontrar los lectores lo que en este párrafo reverdezco. De esas personas no se puede evitar que se porten de ese modo incorrecto, inconsecuentemente contra Gabo. Sobre  esto lo que cabe es criticarlos, debatir con ellos. Últimamente, Eduardo Escobar, también columnista de El Tiempo, se ha agregado al grupo anti Gabo. El 28 de abril del año que corre escribía una nota que de manera extraña denomina: ¿Resucitará García Márquez? Verdadero libelo en el que vierte lo que parece ser un odio a Gabriel García Márquez. Ningún elogio, sólo frases desagradables. No menciona ningún libro –ni siquiera Cien Años de Soledad– del finado escritor gloria de la Costa Caribe, de Aracataca, de Colombia toda, de América Latina, tan querido y admirado en los cinco continentes.    

Otro escribidor, nacido en la Costa Caribe, del cual no quiero citar su nombre, actuaba del mismo modo que los del grupo de la zona andina. Haciéndose el célebre en algún momento atacó asimismo de fea manera a Gabo. Con ello buscaba ganar fama, con su rebeldía de pésimo, descomedido gusto.

Otrosí. Cinco días después de la muerte de Gabo –ocurrida el 22 de abril de 2014– el periódico El Tiempo repetía su encuesta de 1912. Así, formulaba esta pregunta a los lectores: Cuál es la mejor forma de recordar a Gabriel García Márquez. Esta vez los aleves ataques que preponderaron en 2012 fueron menores. Podría decirse que en lo cuantitativo hubo un empate. No en la calidad, que en los que tomaron partido en favor de Gabo fue constructiva. Con los presuntos amigos del uribismo, cuál ocurría 10 años atrás, la chabacanería estuvo, una vez más, al mando.

Las respuestas fueron centenares, de las cuales siguen a continuación unas pocas, bastante representativas:

  1. Luis Vargas: Bravo Gabo, México te adora; qué carajo tienes que retribuirle a Colombia, nada. Uno agradece a quien le tiende la mano… Lo del pueblo, agua, carreteras, salud, eso le corresponde al gobierno no a quien se quema las pestañas escribiendo… Partida de vividores.
  2. Gustavo CPR: Lo recordaré como un mexicano tramador y un simpatizante de los terroristas.
  3. (Anónimo): Entre Gabo y Uribe me quedo con el último.
  4. (Anónimo): La ca-ga…bo. Más cubano y mexicano que colombiano.
  5. (Anónimo): Olvidarlo, no se desprendió de su riqueza y su pueblo no tiene agua.
  6. (Anónimo): La mejor manera de recordar al maestro Gabo es arreglando su pueblo y convertirlo en un sitio turístico.
  7. Nostradamus: A Alvaraco (Uribe) le darán el Nobel de la Criminalidad.
  8. Alvaraco: Oiga Leíto! Vaya acueste las gallinas y ponga a calentar los frijoles con pezuñas de dos pisos  y muévase que vienen Félix y María Fernanda a comer, corra india pendeja… Eh avemaría pues.
  9. Leguleyo: El tal Gabo y la morcilla apestosa de Piedad Córdoba son dos personas iguales de parias y con los mismos ideales, apoyados del terrorismo. Yo pregunto cuánto dinero de ese tal Gabo llegaría a las manos de los terroristas de la Farc y el Eln? Por  intermedio del terrorista Fidel? Ese era el gran Gabo? Y en Colombia rindiéndole honores, increíble que eso ocurra en nuestra patria boba.
  10. Diana Moreno Pulido: Hay dos buenas posibilidades: la primera es hacer del Plan Decenal de Educación en el que Gabo participó (1996-2005) y de alguna manera se extiende al actual, una política de Estado, evitando así que sus postulados y lo de otros nuevos expertos en educación queden como simples saludos a la bandera, pues este documento actualmente solo tiene un carácter orientador. La segunda forma es que desde el gobierno se cree una beca con el nombre de Gabriel García Márquez, cuyo objetivo es el talento literario de otros colombianos. Si bien la obra de Gabo nos llena de orgullo patrio no podemos conformarnos con contarle a nuestras generaciones que en Colombia solo tenemos un nobel de literatura. Bienvenidos a la memoria de Gabo nuevos nobeles de literatura, física, química y, por qué no, de paz.

Dos cosas adicionales completan este artículo. a). Gabo alguna vez refutaba en forma categórica a los que lo acusan de tener relaciones con grupos terroristas. Esto lo informaba días atrás un colaborador de El Tiempo. Con lo cual calla a los cantaleteadores que lo motejan de “comunista amigo de los terroristas.” Y b). En alguna ocasión la organización política a la que yo pertenecía en Colombia le hacía a Gabo un reproche político, sin insultos y descalificaciones. Es decir, de modo respetuoso. Lo cual en otra ocasión abordaré.

 


okorla@hotmail.com



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