El polen o el ácido

Nuestro proceso revolucionario se mueve alternativamente entre la conciencia y el pragmatismo; es decir, transita entre el cielo y el infierno, con paradas en el purgatorio, y sin querer darle connotación religiosa a esta imagen. Nuestras decisiones políticas, económicas y electorales tienen la marca de este signo complejo y pendular. Este vaivén u oscilación constante pudiera explicarse como algo propio de la política tradicional o identificarse como producto de la misma dinámica histórica de nuestra Revolución. Una “revolución pacífica” que tiene, en su génesis, la simiente de la contradicción. Convivimos con un enemigo que no hace más que perturbar y desestabilizar nuestro proceso político, con un Estado todavía excesivamente burgués y excluyente del individuo, y con métodos y prácticas eminentemente capitalistas.

Todo un arroz con mango, en fermentación degradante, que dificulta cualquier acción revolucionaria. Las comparaciones de diferentes procesos políticos suelen no ser pertinentes, por las consideraciones históricas implícitas en cada uno de ellos; sin embargo, en contra de esta observación, debemos señalar que esta no es la misma historia de la hermosa Revolución Cubana. Más allá de los errores y las contradicciones que todo acto auténtico de creación humana tiene, el signo predominante de la Revolución Cubana ha sido su coherencia política e ideológica. Es su marca distintiva, indispensable, por lo demás, pareciera, para enfrentar el inmenso y temible enemigo capitalista, y su eficiente maquinaria ideológica. Nuestra revolución pervive en una encrucijada. Nuestra línea de acción la dicta, ora la conciencia, ora el pragmatismo.


Tenemos dirigentes políticos y funcionarios públicos quinta columnas por doquier, otros son mercenarios de la política que desoyen cualquier llamado de nuestro Presidente y líder máximo, abundan aquellos que carecen de conciencia revolucionaria o son flojos e indolentes. Por pragmatismo, hemos basado, excesivamente, nuestra acción de gobierno, más allá de lo razonable, en el terrible dinero; es decir, en créditos, becas, subsidios, condonaciones de deuda, etc., que no contribuyen a la formación de un ser humano consciente. Se contraponen, en nuestras comunidades, en nuestro pueblo, líderes comunitarios extraordinarios, con gran formación política e ideológica, normalmente relegados o poco tomados en cuenta, con personas que se han acostumbrado a recibir dádivas del Estado y han hecho de ello, un modo de vida.

En nosotros, habita un capitalismo acendrado, puro como el ácido más abrasivo y corrosivo, con un socialismo incipiente, al igual que frágil y evanescente como el pistilo y el polen de una flor. Quizás estas contradicciones sean inevitables en nuestro proceso de construcción socialista. La conciencia revolucionaria, opuesto antagónico de la falsa conciencia capitalista, debe desplazar progresivamente al pragmatismo. Es el único camino. El infinito y luminoso polen fecundante del socialismo debe imponerse al abismal y oscuro ácido destructor del capitalismo.



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Clase Media Revolucionaria


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Reinaldo Quijada


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