A Marx, mientras más se le lea, más y mejor se le entenderá

El propio Carlos Marx les sugirió a sus lectores de marras que al tener dificultades para entender el primer capítulo de su primera entrega-Libro I de EL Capital-siguieran leyendo más capítulos y así podrían regresar y entender mejor ese primero (La Mercancía).

Tal consejo estuvo repleto de una gran verdad. La obra en cuestión es una coherente y detallada estructura que va ligando, parte a parte, cada una de estas porque finalmente tienen un propósito en común cual es descubrir con el mayor acierto científico y nada gratuito el origen de la riqueza en los dos sectores de la sociedad que no trabajan (las clases burguesa[1] y terrateniente), y el origen de la pobreza crónica de los trabajadores y trabajadoras, paradójicamente, únicos creadores de aquella riqueza.

Esa conclusión, a la que llegó Marx luego de sus exhaustivos y voluminosos análisis mediante abstracciones, concreciones y descripciones sobre los trabajos de los economistas que le precedieron, terminó presentándolos ordenada y objetivamente en El Capital, obra que esencialmente divide y enlaza el estudio de la Economía Política en dos categorías básicas: Los salarios y la Plusvalía (ganancia), separación sólo factible cuando se trata las dos fases propias de la circulación capitalista: la producción y la circulación, es decir, por los costos y los precios, y entre estos el salario como precio de la fuerza de trabajo.

No en balde Marx dedica al llamado Libro IV de El Capital (Teorías sobre la Plusvalía) tanto tiempo o más del que dedicó a los otros 3 Libros de la misma obra.

Ahora bien, ajustándome a mis limitaciones intelectuales, les confieso que mientras más leo esta voluminosa, densa e interesante obra científica, más logro hilar entre sus numerosísimas partes tan aparentemente distanciadas en cada momento de cada capítulo, pero que sólo son digresiones oportunas, ajustadas y adecuadamente correlacionadas como se halla la estructura del mejor cuerpo de los seres humanos.

De allí el obvio carácter humanístico* que caracteriza el estudio de la sociedad capitalista por parte de un científico que se impuso a sí mismo lograr y descubrir como nadie antes el hilo conductor de todas las etapas vitales por las que ha discurrido la dinámica evolutiva y transformativa de la sociedad humana en su conjunto.

De allí también, que si a un agigantado estudioso le insumió tantos años y esfuerzos plasmados en El Capital, ¿cómo podríamos los "enanos" de ahora pensar que leyendo un refrito acá y otro allá; dedicar un rato hoy y otros después a tamaña obra literaria, pudiéramos pensar, decimos, en formarnos juicios acertados y valorativos a una obra que costó tantas horas de trabajo consumidas por la mano de obra de su autor, obra que ni siquiera pudo editar en vida, pero que la dejó en manuscritos debidamente revisados y organizados para ser divulgada y luego criticada por los mismos coprotagonistas privilegiados del quehacer socioeconómico y a quienes en dicha obra precisamente no los pinta de color de rosa, mismos a quienes les da el beneficio de señalarlos como derivados del sistema y no sus creadores lo que significa que a estos personajes, como personas, los libró de culpabilidad alguna.

  • Marx parte de la Naturaleza tal como se nos presenta con sus caudales de medios de producción y de mano de obra. Digamos que hace abstracción de su origen, y cuando afirmó que las religiones son el opio de los pueblos, lo dijo en el mejor de los sentidos, como una suerte de adormecimiento que nos impediría enfrentarnos a la Naturaleza y concebirla tal como la vemos sin pronunciarnos sobre su origen y sus modificaciones hechas por esa misma mano de obra.


[1] La clase burguesa está formada por capitalistas en funciones: empresarios mercantiles, de producción y financistas. La clase de los terratenientes por fuerza ha trascendido a todas las formas superadas de explotación de los trabajadores porque hasta después de cruentas y destructivas guerras demoledoras de los aparatajes productivos, la tierra sigue presente y esta tiene dueño privado como fuentes de todas las materias brutas asimilables a insumos para la fabricación de todos los demás medios de producción, y, en la chiquirritica, produciría silvestremente los bienes de la dieta alimentaria.



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Manuel C. Martínez


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