Del país profundo: Eladio Tarife interpretado en el zodiaco de un 7 de junio

Debió ser en el hato El Cristero, muy cerca de la ciudad de Barinas, o en Mata de Mango, después del Toreño y con la sierra andina al fondo, donde rompiste el rumbo del silencio para enviarme de nuevo aquel pasaje un mes de enero del 2009, agradecido como siempre has sido Eladio, confiado en el joven equipo de documentalistas que regresó a Caracas enamoradísimo de ti, sintiéndote todavía a su lado mientras enhebrábamos los testimonios de la Pluma de Oro de Venezuela. José Michelli se hizo responsable de armar el ideograma y ponerle sonido.

Ven acá guitarra mía/ven a hacerme compañía
Cantemos una canción/para endulzar mi amargura
Que el alma con alegría/remedia todo dolor.

Ahora, sabiendo cada día de la continuidad de los versos que me llegan al alma, te escucho nombrar un último deseo escondido en las notas de esa fiel compañera de andares, de alegrías, de tristezas, de cantos como tú nos dijiste, con aquel manojo de sonrisas del que no te apartabas antes de asaltarnos a todos en la precisión de tu despedida, justo en esa fecha altísima del eclipse que terminó coincidiendo en el orden del nuevo calendario con el mismo llanto que te trajo al mundo. Un 7 de junio de 1931 para nacer. Un 7 de junio de 2017 para morir. Esa guitarra que siempre fue testigo y cómplice de tu vozarrón, también está llorando, ya no sentirá las mismas caricias “que me quiso y yo la quise/que me olvidó y la olvidé”. Conservo tus palabras Eladio y en este instante de recuentos pienso en poner un beso cerca del diapasón que tanto aprisionaste.

No he querido que el asombro me alcance y en el día brusco de la mala noticia decido incluirme como un duende entre las grabaciones donde sigo tu imagen a plena luz del llano. Brindo muy solo por tu memoria esta tarde en que te llevan a la capilla ardiente. Te observo de nuevo disparando tu rifle de cazador en la acechanza a los fangosos chigüires , te miro hacer el trabajo del hato que no es una cosa de otro mundo, pero que nadie sabe hacerlo como un llanero, te sigo serenamente cuando apareces amarrando y destrenzando un babo o deslizándote en silencio con el olor de la anaconda, porque ser llanero primero significa la libertad, libertad de pensamiento y de vida como nos decías en esa sabana llena de paisajes, llena de cantos, llena de cuentos y donde se hizo grande la independencia de la patria. Siempre amigo por los cuatro costados, el amigo que nos entrega un racimo de cariño y de amor en la mano, así, como te lo enseñó la llanura Eladio, con tu música llena de alegría, de vida, y a veces de tristeza, porque aprendiste también que la nostalgia nos hace llorar, pero nos reponemos al oír los mugidos del toro, el otro canto de las aves y de los gallos, el relincho del caballo o el amanecer con el alba por delante, como sabes bien que lo decía Alberto Arvelo Torrealba, al que tanto quisiste, Alba solo araguato que viene sin pica ni soga, imaginaba el poeta que ha sido recuerdo eterno para ti, cuando andabas solo por esos caminos entre los sabanales y se te venía una idea, y era una letra o una melodía que anotabas, porque de cualquier parte sacabas los versos como si fueran nidos esperándote para que recogieras con tus manos el saludo del crepúsculo. No quiero verte amortajado y solo te pido que me dejes de nuevo hacer reconocibles tus palabras, esas frases que respiran y que siguen zumbando en mis oídos cuando me explicabas el origen de tu poesía con el sombrero puesto y la guitarra herida.

YO NACÍ EN EL PUEBLO MÁS ALEJADO DE BARINAS.

“Yo nací en el pueblo más alejado de Barinas y en el más olvidado, ese ha sido mi pueblo Arismendi enclavado en la parte suroeste del estado y por allí pasa el río Guanare que viene de los Andes, en ese pueblo nací yo en un campo llamado Las Moritas en el año 31. Nací y me crié en un fundo y aprendí el trabajo cotidiano, así se empieza a oír música desde que canta el gallo en la madrugada y al rato se levantaban los ordeñadores que para esa época eran copleros, porque le cantaban una copla a cada vaca que iban a ordeñar y que de acuerdo a su color tenían un nombre, noche oscura cuando era negra totalmente, pero cuando era negra y tenía una parte blanca en la frente se llamaba lucero y cuando era vaca manchada se le ponía otro nombre, por ejemplo, mariposa. Ya se ha sabido que cuando se le canta a una vaca apoya más su ubre y se le puede sacar más leche entre coplas y copleros de la madrugada. En el pueblo de Arismendi fui andando en el correr de los años, hacía versos en la escuela y me acuerdo que Ramón Vegas Izquierdo, el director, era músico, tocaba guitarra, bandolín, clarinete, venía de formarse en El Mácaro, de donde salieron los primeros maestros y además él era deportista y nos entrenaba y organizaba actividades culturales donde yo tenía que cantar algo. No era propiamente una escuela, porque estudiábamos bajo un árbol y en casas prestadas, donde nos ofrecían los patios, no se usaba uniforme y los libros los guardábamos para que después tuvieran el uso de los hermanos menores. En esas circunstancias a mi me encargaron hacerle un corrido al supervisor el día en que llegara y debía decirle cantando, todo lo que hacía falta en la escuela, así que terminé diciendo –la escuela está de mudanza/y por poco estudiaremos en los bancos de la plaza- y eso bastó para que nos hicieran una escuela. Yo estudié primaria nada mas, éramos pobres y en aquel tiempo de mi pueblo a Tinaco donde había un liceo se tardaba en ir más de un día. Así que me quedé entre los secretos del llano y a las 6 de la tarde, después que la gente cenaba estaba un hombre con una bandola y todos cantábamos antes de irnos a dormir, no había radio ni televisión y la única manera de saber que pasaba era abriendo los libros ”

COMO UNA TOLVANERA FUE ROTANDO LA VIDA.

“…En Arismendi conseguíamos lo que se necesitaba para existir, cazábamos, preparábamos el queso, teníamos pescado en abundancia, hacíamos un sancocho y pasábamos un rato feliz, comíamos la carne del babo en pisillo, era un plato corriente, teníamos la carne de res y el cochino, teníamos el topocho, el maíz, la yuca, la gallina y otros animales. En el año 51 me voy al ejército, fue cuando conocí muy de paso a Barinas la capital , en aquel tiempo me llevaban reclutado hacia Caracas y allá en el segundo piso de la torre sur de El Silencio conseguí empleo en el Ministerio del Trabajo. Yo tenía que pasar a stencil y a máquina las cosas que había que escribir para después llevarlas a la imprenta y en Caracas trabajé también otro tiempo en Bello Campo. Sería diez años después cuando regreso a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas en Barinas, pero también trabajé en Malariología en Cumaná y 6 años más en Portuguesa, hasta que me fui a mi pueblo donde tenía un fundito y seguí con el ganado, así, como una tolvanera fue rotando la vida hasta 1993, cuando los partidos políticos que se peleaban mucho se pusieron de acuerdo para que yo fuera alcalde de 1993 a 1996, luego allí en Arismendi vendí un negocito y resolví venirme definitivamente a Barinas…”

A NOSOTROS NOS PUSO DIOS AQUÍ PARA QUE VIVAMOS EN PAZ.


“…Como yo me crié en un ambiente de sabana, será por eso que yo quiero tanto a mi llano, quiero tanto a mi gente, quiero tanto a Venezuela, a nuestro continente y a toda la gente del mundo, porque a nosotros nos puso Dios aquí para que vivamos en paz, en unión, con cariño y amor. A nosotros nos está haciendo falta entendernos y saber que donde hay amor hay paz como reza la biblia y donde hay paz está Dios y donde está Dios no falta nada…Yo tenía problemas cuando estaba muchacho porque mis hermanos mayores no me permitían tocar ningún instrumento, ellos decían que un cuatrista o un bandolista era sinónimo de borrachera y que yo no podía ser un borracho, hasta que un día vino un señor y me hizo un cuatro y me lo regaló y un hermano mío me lo quitó, se lo llevó en su caballo y lo fue a regalar lejos de aquí, para que yo no aprendiera a tocarlo. Pero pasó el tiempo y por el fundo donde yo nací llegó de Apure un señor llamado Bernardino Raya con un arpa, llegó al hato La Morita y aunque yo tenía prohibida la música, yo me escondía y lo escuchaba a él y yo tocaba por dentro, después que crecí y fui a la escuela encontré una guitarra y ya la cosa era diferente porque no tenía la presión de mi hermano y empecé a hacer versos estando todavía pequeño y también hice algunas canciones de enamorado y otras del trabajo del llano, pero yo no tenía la menor idea de que esto podía llamarse composición, hasta que le hice una canción que le gustó a la gente y la grabaron en el año 54, se llamaba “provincianita” y fue en aquella época cuando vine a saber que eso se llamaba composición, porque en el llano nadie componía, allá todo el mundo lo que hacía era improvisar con un arpa, con un cuatro, con una guitarra, contrapuntear en una discusión bonita, porque en ese entonces no había insultos y la gente era decente cuando cantaba, no era tan chabacana como ahora, en ese entonces se le cantaba a las mujeres, a la naturaleza, a la belleza del paisaje y así ha sido el largo camino que yo he recorrido hasta hoy, todavía sigo componiendo mis canciones que son muchas y donde me permitan cantarlas las canto con el mismo cariño, con el mismo ahínco de siempre, y así seguiré cantando hasta que me lo permita Dios…”

Eladio Tarife en Los Próceres 2011. Cortesía Centro de la Diversidad Cultural
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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