De eso tenemos bastante



La programación de la televisión, pública y privada, siempre es noticia. Cuando se acerca la discusión de una ley reguladora de los medios de comunicación masivos, los canales desempolvan coritos pontificadores y la propaganda con P mayúscula es la reina. Pero no sólo por eso.

Cuando empezó a trasmitirse Aló Ciudadano mi estómago quedó maltrecho por tanto “mal gusto” junto. Pero esa cualidad de hacer que los ácidos de mi estómago trabajen aceleradamente no es una “exclusiva” del programa del ex funcionario diplomático. Ya nuestra televisión estaba “aporreada” por la polarización.

Por eso llama la atención cómo siempre terminamos nadando sobre la superficie. Llama la atención como tirios y troyanos eludimos la crítica y la autocrítica. Los periodistas oposicionistas se quedan en pura consigna, defendiendo la libertad de expresión y la democracia. Y los más “profundo” es burlarse del Presidente.

Y esta superficialidad no afecta sólo a los “comunicadores” de oposición. Mario Silva García, Eyleen Padrón y Nestor Francia, a quienes no conozco, son para mí casi unos super héroes. Después de que los ácidos de mi estómago trabajan desde hace unos tres años horas extras, gracias al periodismo que se hace en Venezuela, la aparición de La Hojilla fue una especie de “eructo popular”. Lograr que las mentiras, las manipulaciones, las tergiversaciones, las canalladas que a diario se muestran por televisión no me produzcan gastritis si no risa, es una “fortaleza” de este best seller televisivo.

Pero, ojo, La Hojilla existe, gracias a los otros. Y no es para sentirse orgulloso que un programa con ese “contenido” aumente el rating del Canal de Estado. Sobre todo porque es el canal del Estado. Una amiga periodista dice que es un “monitoreo público de los medios de comunicación.” Y lo compro. Nuestro periodismo está tan desprestigiado y maltrecho que bien se merece un “juicio” de este tipo. Pero ¿es esta la función de la televisión pública? ¿Hasta cuándo se podrá mantener?

He oído decir a los conductores de La Hojilla que ellos no son periodistas sino “comunicadores alternativos”. Y tras esa definición pareciera que se permiten algunos “excesos” ... o algo que no he logrado entender o que ellos no han sabido explicar. En cualquier caso es oportuno abrir ese debate, por el bien de la comunicación social en Venezuela.

Y es que el contrapunteo entre el editor de un semanario político y los conductores de La Hojilla, pone otra vez a los medios de comunicación en el banquillo. ¿Cuál es la diferencia entre Mario Silva y Miguel Salazar? ¿Qué hace a uno “comunicador alternativo” y al otro “periodista”? ¿Un carnet? Cuando Miguel dice que el canal del Estado es poderoso ¿qué piensa del poder de su semanario? ¿O nos tratará de convencer que su medio no tiene poder? ¿Acaso no están ambos repitiendo conductas criticadas? ¿Qué les hace pensar que los insultos de ellos son más “bonitos” o más “justos” que los de la señora Televen?

¿Qué La Hojilla “se pasa”? Puede ser. ¿Qué Miguel es un “abusador”? No soy yo quien lo dice. Lo que sí puedo decir es que lo “alternativo” de La Hojilla y de Las verdades... será lo que se logren diferenciar de la impunidad que los otros exhiben. Y el no utilizar sus tribunas para denunciar sin pruebas, el no utilizar sus tribunas para el antiperiodismo. De eso tenemos bastante.

*Periodista y profesora universitaria


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Mercedes Chacín*


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