Rosalinda

Yo jugué mi araguaney,/ mi cobija y mi sombrero;
perdí todo mi dinero/ -me quedé sin un centavo-,
y para sacarme el clavo/ con los nervios amargados,
en la ley de un par de dados/ se la jugué a un indio bravo.

(Estrofa de "Rosalinda", de Ernesto luís Rodríguez).

Así de limpia quedó la coordinadora fascista después de apostar todo contra la Democracia, pero como quiere recuperar lo perdido y no dispone de Rosalinda, pretende recurrir a una tal Cecilia, gorda, fea y Sosa, según mis fuentes "generalmente bien informadas".

El abogado Tulio (¿o Julio?) Álvarez, designado por la coordinadora para recabar pruebas del "fraude" cometido en su contra, llegó a la conclusión de que no existía ninguna prueba, en absoluto, pero como el caso es no darse por vencido se pasó "las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio", lo cual lo llevó a imaginar una solución, a su parecer tan sencilla, que se extrañó de no haberla vislumbrado antes o que no lo hubiera hecho alguno de los genios que asesoran a la coordinadora, y así se lo manifestó a un amigo a quien llamó por teléfono" para comunicárselo: "Fíjate Teo, que cuando Gaviria me la sugirió, que digo, cuando yo se la mencioné, me dijo que le parecía "supremamente inobjetable" y que sería "supremamente bien acogida" por el Departamento de Estado". Le comentaba igualmente a su amigo que había que olvidarse de la peregrina teoría inventada por Hermann Escarrá de que Chávez estaba revocado porque ellos habían obtenido más votos del SÍ que los que él había logrado cuando llegó a la presidencia, ya que eso no lo creía ni su mamá porque ¿cómo coño vamos a ocultar o explicar que nos sacaran una "morena" de dos millones de votos?. Misión imposible.

Entonces la solución encontrada, cuya sencillez aún le asombra y que está apegada estrictamente a la Constitución, es la de impugnar ante el TSJ la validez de los seis millones de votos del NO, los cuales nunca debieron ser considerados por cuanto, a su juicio -perdido- la intención del constituyente al proponer la figura del Referendo Revocatorio era precisamente la de revocar al funcionario y no la de reafirmarlo en sus funciones. Por tanto, los únicos que tienen derecho a expresar su voluntad en ese acto son los que estén en contra del funcionario y los que estén a su favor no tienen derecho a expresarlo aunque sean mayoría, porque así lo establece la Constitución. Eliminados esos seis millones de votos, entonces ¿qué nos queda?, los casi cuatro millones de votos del SÍ y el resultado: REVOCADO.

Me informa la fuente que esta solución es considerada sumamente factible por los alienados que conforman la coordinadora, por cuanto sólo tendrían que dar unos "toquecitos" a algunos miembros del TSJ, como cuando lograron aquella famosa sentencia según la cual aquí no hubo golpe de Estado sino "vacío de poder". Lo único malo que tiene esta "genial" solución es que como no disponen de una Rosalinda para apostar, no van a poder recobrar sus corotos porque el indio bravo que se los ganó no va a cambiar zapatos por alpargatas, por más que armen alborotos.



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Ño Leandro


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