El alumno y el coeficiente intelectual


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Todo el mundo se pregunta ¿por qué la oposición no quiere que se verifiquen sus firmas? ¿Por qué esa reacción desmedida del alumno ante la intención del profesor de comprobar si se está copiando? ¿Por qué el alumno sale corriendo en lugar de abrir la mano dónde el profesor dice que tiene una chuleta y así comprobar “en caliente” su inocencia? ¿Por qué el alumno en lugar de dialogar le da un puñetazo a la autoridad académica, la puya los ojos y lo acusa de violar la Ley Orgánica de Protección a los Niños, Niñas y Adolescentes?

Estas y otras preguntas merodean la mente de cualquier ser humano (venezolano, no creamos que somos el ombligo del mundo) que tenga la fortuna de que sus neuronas hagan sinapsis. De otro lado se dice que se cambiaron las reglas ignorando descaradamente la diferencia entre una norma y un instructivo. Todos sabemos de casos en los que la firma fue legítimamente asistida, pero ¿Quién confía plenamente en un alumno dudosos antecedentes?

Porque, seamos sinceros, aunque los medios de comunicación se hayan encargado de borrar la habilidad que cierta “ong” electoral mostró en toda su expresión en el primer firmazo copiándose de bases de datos de la banca privada, esa realidad existió. ¿Qué es posible que hayan recogido las firmas? No lo dudo, incluso me inclino a pensar que lo hicieron sacando unas cuentitas simples con los resultados electorales anteriores. Pero al igual que el corderito que gritaba “allá viene el lobo” deben recoger sólo los frutos que cosecharon. Intentar llenar 100 guacales con tomates sembrando en cuatro metros cuadrados de terreno, más que creer en milagros es la convicción de que el resto somos imbéciles.

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En la página A-10 de El Nacional del 29 de febrero de 2004, nos encontramos como todos los domingos un artículo del sociólogo Tulio Hernández. Diserta Tulio sobre lo terrible de las “naciones partidas” y sobre sus peripecias en Europa con amigos suponemos que chavistas por la perla que lanzó en el último párrafo de su artículo. Dice el amigo Tulio: “Que la ultraderecha y los conservadores hayan intentado un golpe o jueguen violando las normas no nos preocupa, esa es ya una tradición internacional. Pero que gentes cercanas que condenaron el militarismo ahora celebren a los militares y sus eructos en funciones de gobierno; amigos que auparon la descentralización y el papel de los gobiernos locales ahora guarden silencio ante el retorno del centralismo; académicos que estudiaron y denunciaron el populismo y sus máscaras ahora se la colocan ellos mismos para no ver el que les rodea a mares llenos, y, sobre todo; los siete o nueve escritores oficiales del régimen que alguna vez defendieron los derechos humanos ahora avalen que a un poeta se le condene en Cuba a estar preso casi por el resto de su vida por el mero delito de opinión, sí son temas como para preocuparse. La polarización pega allí donde más duele, en los afectos, en partir a las naciones y en trastocar la ética de los polarizados”.

De todas las opiniones de Tulio la más sorprendente, y la única verdad comprobable, es esta: “Que la ultraderecha y los conservadores hayan intentado un golpe o jueguen violando las normas no nos preocupa, esa es ya una tradición internacional”. Cómo decir sin que se le agüe el ojo, que esto es menos importante que el eructo de un militar, que la diferencia entre centralización y descentralización, que estar de acuerdo o no con el populismo o de dudar si un escritor cubano está preso por pensar o por traición a la patria. Por supuesto que hay dos visiones de nación, lo importante es que las podemos discutir, que las podemos decir, aunque la principal consigna de la ultraderecha, de la derecha, de los de centro centro, de los de centro izquierda y de la ultra izquierda sea “luchar por la libertad”. Ya no es una cuestión de “afectos” si no de coeficiente intelectual.

* Periodista


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Mercedes Chacín*


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