Pongámos las cosas en su sitio: El Ávila es de todos

A – Definición de los conceptos de inserción


1 – En lo patrimonial


La soberanía nacional está por encima de todo interés grupal o individual. La Venezuela Bolivariana lo está demostrando con la recuperación total del petróleo, enfrentándose para ello nada menos que con la versión actual de las terroríficas “Siete Hermanas”, dispensadora de Príncipes, Reyes, Presidentes y Ministros en todas las latitudes de este universo mundo.

La Soberanía va por los latifundios, por la empresa telefónica vendida a precio de gallina flaca, y hasta por las empresas eléctricas de origen privado. La siderúrgica tiembla en las manos de sus “inteligentes” compradores. Los hoteles del Estado, las minas, los mataderos, las fábricas abandonadas o fraudulentamente quebradas…

No existe la menor duda de que el teleférico de Caracas, el hotel Humboldt y sus espacios físicos en el Parque Nacional El Ávila, van a pasar, a corto plazo a manos del Estado Venezolano, para servir a las comunidades que nacieron con él, y a toda la República.

Las comunidades vecinas no deben esperar, indiferentes, el proceso de recuperación soberana, ni debe permitir que la administración de estos bienes nacionales pasen a manos de personas o entidades advenedizas. Setenta mil habitantes tienen los ojos bien abiertos ante este proceso.

2 – En el ecosistema

Desde su propio origen, la actual administración del teleférico se enfrentó a los vecinos, talando a la cañona los añosos árboles con los que aquellos crecieron. Sólo la conmoción nacional que significó el golpe de estado de abril de 2002 impidió que las luchas de los vecinos triunfaran. Se dice que hoy en día la empresa está resarciendo el daño causado, pero esto no quita que se vigile de cerca sus actividades.

Algunas empresas han acompañado en los últimos años los esfuerzos de instituciones oficiales para reforestar el parque, pero nunca nadie mencionó entre ellas a “Ávila Mágica”. Una actitud contra natura, sabiendo con qué obtiene sus cuantiosos ingresos.

3 – En lo urbanístico


La misma lucha de los vecinos por sus árboles, se extendió a la caprichosa vialidad creada por la empresa, un enfrentamiento que tampoco terminó satisfactoriamente.

Actualmente, cuatro años después, aún no se ha resuelto el desastre de tráfico de automóviles de lujo que se produce todos los fines de semana en el sector, con frecuentes accidentes y hasta enfrentamientos de conductores histéricos.

Este problema no se resolverá sin el acuerdo entre los vecinos, las autoridades municipales y la empresa. Pero, al parecer, ésta no desea nada que signifique inversión más allá de sus propios esquemas, en contra del interés general.


4 – En lo socioeconómico

El panorama conflictivo entre la empresa “Ávila Mágica” y las poblaciones vecinas, tanto de los sectores de Maripérez, Simón Rodríguez, Pinto Salinas y Sarría en los alrededores del Terminal Caracas del teleférico, como Galipán en las inmediaciones del Terminal en el Ávila, nunca se ha suavizado, porque la empresa nunca demostró la menor intención de acceder a ninguna demanda, por más justa que fuera.

En la parte que controla en el parque, y en sus alrededores, se mueven individuos armados que se presentan como guardaparques, y sólo son empleados de la empresa, ahuyentando con amenazas a cualquier poblador que pretenda acercarse a los límites de la concesión, especialmente si se sospecha que quisiera vender algo a los visitantes. Un antiguo camino público fue interrumpido por los límites fijados por la empresa. Nadie más puede usarlo.

En el Terminal de Maripérez, es famosa la vergonzosa e insultante revisión de carteras o bultos de niños y señoras: si carga un sándwich o un refresco, los guardias se lo confiscan, esto para que no disminuyan los ingresos de los cafetines y restaurantes que poseen a nivel del Humboldt.

La empresa, antes que pierda su concesión debiera tratar de subsanar estas actitudes insultantes, y establecer una nueva convivencia con estas comunidades y con sus propios usuarios. De lo contrario, estará acelerando el desenlace final de sus privilegios.

B – Vías de implementación

1 – Acceso de los representantes de la Comunidad a las decisiones de la empresa.

Mientras la Nación no recupere total control sobre este bien que le pertenece, las comunidades relacionadas exigen, por lo menos estar enteradas directamente de las políticas laborales, los planes de desarrollo y toda novedad importante que pueda afectar tanto el interés nacional como la vida de las comunidades aledañas.

2 – Cooperativas encargadas de los servicios complementarios.

El teleférico, y el Parque Nacional El Ávila (que es el que le da vida) deben significar creación de puestos de trabajo para la población vecina, sea en forma individual o en forma de cooperativas. Esto va desde la creación de líneas de transporte superficial que le den acceso al parque a una mayor cantidad de usuarios hasta los estacionamientos, cafetines, entretenimientos y guías de turismo.

3 – Aportes de la empresa al desarrollo urbanístico, deportivo, socioeconómico y cultural del entorno inmediato.

Es inaceptable que una empresa poderosa, que acrecienta sus dineros gracias a la concesión de un bien nacional, esté divorciada de todas las necesidades de una enorme población que la rodea. Una población de ciudadanos que lleva más de medio siglo viviendo y amando su Parque.

La empresa podría, todos lo saben, aportar recursos a las instituciones educacionales para los programas vacacionales, para los eventos deportivos y culturales, para embellecer el entorno que es común a la comunidad y a la empresa, y por lo tanto a sus visitantes.

Se sabe que muy pronto, de acuerdo a la línea política del Estado venezolano, todos los bienes otorgados en concesión o abusivamente privatizados, volverán a su verdadero, único y soberano propietario. Pero mientras se cumplan las etapas y le toque el turno al teleférico, es saludable que la empresa que lo explota de modo tan elitista y tan alejado del interés público muestre disposición a enmendar estos aspectos.

C –Los conflictos laborales

La empresa que explota la concesión desarrolla una política de personal típica de las peores empresas capitalistas y colonialistas. Los trabajadores se desenvuelven en un ambiente de control total, de persecución selectiva de los que dan alguna señal de descontento con las injusticias de que son víctimas, y que la mayoría soporta por la necesidad de llevar el sustento a sus hogares.

A pesar de una selección de personal realizada según los cánones “profesionales” de las empresas capitalistas, los trabajadores llevan ya un año de quejas y protestas. Primero fueron los del frente de Profesionales Bolivarianos, dirigidos por el compañero Colón. Luego los demás trabajadores, bajo el liderazgo de Linda Escalante. Ellos, y todos quienes los apoyen son objeto de presión, amenazas y desmejora en sus condiciones de trabajo.

Las infracciones cometidas por la empresa “Ávila Mágica” abarcan todo el espectro legal:

Nadie puede utilizar los servicios del Seguro Social (la empresa descuenta, pero no transfiere los fondos…).

No provee de ropa de trabajo y uniformes al personal, salvo excepcionalmente, escudándose en cuentos chinos (el proveedor no nos cumple…). Un empleado de atención al público lleva dos años usando la misma chaqueta, con la cual debe exhibir “buena presencia” ante el público usuario.

En las instalaciones del hotel Humboldt, donde el frío pega en serio, no hay dotación de abrigos.


Los despidos injustificados son pan de cada día.

A pesar del evidente riesgo especial de este tipo de tareas, el personal no cuenta con ninguna asistencia en seguridad laboral, ni se menciona en estos predios al Insapsel. Nadie está asegurado contra nada.

Y muchos otros problemas que convierten el trabajo en un constante malestar para los trabajadores, pendientes de ser amonestados, sancionados o despedidos.

Los trabajadores, que como venezolanos son condueños del Parque Nacional a costa del cual la empresa se embolsilla millardos y millardos de bolívares cada mes, debieran acceder a otro estatus, debieran participar de las utilidades astronómicas que la empresa concesionaria obtiene, debieran participar del Directorio de la empresa, tomar parte en las decisiones y en la política de atención al público, y en la política de conservación y protección del Parque Nacional.

Igualmente, las comunidades tradicionales habitantes del Parque, así como las comunidades aledañas y principalmente las vecinas de las instalaciones, debieran ser partícipes de la Dirección, de los beneficios y del trazado y control de la política conservacionista que debe, por elemental obligación desarrollar la empresa que vive y lucra de ese bien nacional, de esa propiedad de todos los venezolanos.

Ladinamente, la empresa se atribuye el mérito de la mejor calidad de vida lograda por una parte de la comunidad de Galipán, cuando la realidad es que el Gobierno Bolivariano ha estado asistiendo a esa comunidad con créditos para su producción artesanal, con mejora de sus viviendas, con creación de instituciones educacionales y de salud. De verdad, hay un sólo ciudadano que podría calificarse como beneficiado por la empresa: el señor transportista, que les presta servicio por la vía de montaña, para llevar lo que el teleférico no puede.


D – Nuevos daños ecológicos al Parque Nacional.

Aparte de lo mencionado al inicio, la tala indiscriminada en los alrededores del Terminal en Maripérez, el trazado caprichoso de la vialidad aledaña y la consiguiente lucha de la comunidad afectada, se conoce de otros desmanes contra el Ávila realizados en los predios del hotel Humboldt.

Se supo por la prensa, gracias a la sociedad conservacionista Guaraira Repano, cómo la empresa estuvo arrojando toda la basura generada por su intensa actividad por una de las pendientes de la montaña. Enorme cantidad de desperdicios resultado de la afluencia de un promedio de cinco mil personas por día, que en ocasiones se eleva a siete mil, y excepcionalmente a ocho mil. Toda esa gente se mueve, se divierte, come y bebe en un espacio que no es tan amplio como para tal tamaño de público.

Lo último que está haciendo la empresa Ávila Mágica, propiedad de los multimillardarios Mezerhane y Velutini, es que explotan el agua de una de las vertientes naturales del parque, para las ingentes necesidades de esa enormidad de usuarios, que no sólo sube al Ávila por el teleférico, sino que es atendida en grandes instalaciones de comidas y bebidas.

No existe autorización de entidad alguna para esa explotación de recursos hídricos naturales, propios del parque. Ni existe certificación sanitaria de que dicha agua haya sido procesada, potabilizada. Tampoco hay información técnica alguna, de que el volumen utilizado (inclúyanse los baños necesarios para ese público) está en proporción con el verdadero flujo de ese manantial o quebrada.


E – La chorrera de millardos

La declarada afluencia de 5.000 personas diarias al teleférico, pagando cada una por subir sus 30.000 bolívares en los 300 días activos del año le producen a los empresarios un ingreso bruto de 45.000 millones de bolívares al año. Más sencillo, 45 millardos o algo más que 20 millones de dólares. Debe aclararse que eso es solamente el pasaje.

Aparte están los negocios de alimentar y dar de beber a 5.000 personas en cada día. Para conocer los beneficios de ese ramo del negocio, habría que extrapolar lo que gana una tienda de MacDonald… más un bar restaurant de Las Mercedes, porque allá arriba los precios son superiores a los de estos negocios caraqueños. Sumando ambos renglones, llegamos a Jauja.

Si suponemos que cada usuario gasta en el parque de comida y diversiones que montaron allá arriba lo mismo que el pasaje, la entrada bruta sería de 90 millardos de bolívares al año, o sean unos 45 millones de dólares. La suposición se basa en la tarifa de los alimentos y la participación en los juegos y espectáculos del parque.

Los verdaderos dueños del Ávila, no reciben nada de esa montaña de millardos. Ni como ciudadanos, ni como Estado.

Los usuarios de Ávila Mágica son TODOS del este y sureste de Caracas, clase media y alta. Son los que pueden gastarse un millón de bolívares para pasar unas horas en familia mirando desde arriba a la ciudad, si no está nublado.

Ante las quejas de la gente por el alto precio del pasaje, la empresa responde ladinamente que no cobra diferente que un taxi. Pero el teleférico no es un transporte personal y sobre pedido, es un sistema de transporte masivo, similar a una línea de autobuses urbanos o un tren de pasajeros.

Habría que averiguar los detalles de la concesión, para saber cuánto se comprometió a invertir la concesionaria. Se habló de que restaurarían el hotel, lo cual no se ha dado. En cambio, se habla de que tienen pronto el casino, esperando por una autorización para abrir.

Lo que sí es seguro, es que la concesión tiene los días contados. La empresa lo sabe, y por eso ha congelado los gastos, las inversiones. No construyen el superestacionamiento imprescindible para liberar al vecindario de la loquera de los fines de semana con la invasión de carros de lujo trancando toda la zona.

No invierten en el mantenimiento mayor del sistema, que ya lleva cinco años operando a máxima capacidad. Esto conspira contra la seguridad del usuario, y prepara el sistema para un colapso, cuya reparación la pagará la Nación, cuando recupere el sistema.


F - Conclusiones


Por todo lo expuesto puede verse que “Ávila Mágica” es una empresa expoliadora, antiobrera, opuesta a toda función social y depredadora de un bien que la Nación puso en sus manos, en mala hora, en los estertores de la cuarta república.

Es una empresa privada, que realiza enormes beneficios, lucrando a costa de una riqueza natural que es de todos los venezolanos, y que ni siquiera se comporta como una empresa legal o decente como las de muchos venezolanos y extranjeros que cumplen sus obligaciones legales, sociales y de respeto a los bienes naturales que este país les brinda.

La República Bolivariana ha iniciado la renacionalización de los bienes y recursos que la cuarta república y el neoliberalismo entregaron a la voracidad de las empresas privadas nacionales y extranjeras.

Se ha sentado el precedente de Canaima, de que en las instalaciones de parques ubicados en los tesoros naturales del país, los habitantes de la zona, especialmente los habitantes propietarios originales, operen las instalaciones trurísticas.

Ha llegado el momento para que la Nación recupere el teleférico, riqueza histórica de la ciudad de Caracas, y complemento necesario del Parque Nacional el Ávila.

Ha llegado el momento en que la Nación reconozca la lucha de las comunidades aledañas contra la concesionaria expoliadora y antisocial, y le dé participación en las decisiones y en el trazado de políticas urbanísticas acordes con el gran proyecto de Vilanueva que creó los espacios que hoy habitan estas comunidades.

Ha llegado el momento para que el teleférico cumpla realmente una función social, y el disfrute del Parque sea un derecho de todos, hombres mujeres, ricos y pobres, del este o del oeste, caraqueño o visitante.

La renacionalización abrirá enormes perspectivas de desarrollo para los trabajadores, para los vecinos del parque, para los usuarios y para el sistema mismo del teleférico, que necesita ser ampliado para potenciar sus capacidades turísticas, sociales, conservacionistas y docentes.



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