Nuevo debut del Estado mágico

Seguimos con tiempos revueltos. Las tendencias a la concentración del poder político y a borrar las fronteras entre Estado, gobierno, partido de gobierno y organizaciones populares que viene avanzando el Presidente, siguen inexorablemente. Al regresar al país luego de un viaje al exterior de doce días, el contacto con esta realidad se me hace especialmente lacerante. Y entre prosperidad, rumores y denuncias de corrupción e ineficiencia, las tendencias autoritarias y las esperanzas de tanta gente me surgen estas reflexiones.

La semana pasada culminó en la UCV y UBV un seminario cuyo tema fue la colonialidad del saber, un enfoque epistemológico que han venido desarrollando académicos latinoamericanos residenciados en EEUU y países de América Latina. Entre los invitados estuvo Fernando Coronil, antropólogo venezolano con años de residencia fuera del país. Quizás por eso mismo, Coronil ha escrito un libro muy interesante sobre nuestra realidad como nación: El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela. Su edición original en inglés salió en 1997, en español lo editó Nueva Sociedad en 2002.

Coronil habló durante el seminario sobre su carrera académica fuera del país, y su necesidad de comprender con lentes propios por qué Venezuela es como es, tan distinto como país moderno de otros. Su disciplina lo llevó al mundo de las representaciones y los símbolos, encontrando un símil oportuno en un texto de José Ignacio Cabrujas publicado en 1987: el Estado venezolano es como un mago que saca de su sombrero de copa ilusiones y milagros de modernidad.

Nuestro Estado moderno –sostiene en su libro– tiene sus raíces en el gobierno de Gómez, así nos empeñemos con Mariano Picón Salas en decir que la modernidad nació después de su muerte. También considera que hay similitudes notables entre nuestras dictaduras y democracias del siglo XX, lo cual contradice la historia adeca oficial de la democracia. Todas en lo fundamental erigieron un Estado providencial, que se comenzó a sembrar cuando el ministro Torres en 1917 identificó al petróleo como "nuestra riqueza nacional". El petróleo pasó a ser en nuestro imaginario un bien común de la nación soberana, representada en el Estado, y se inició un matrimonio entre sociedad y Estado para conformar un "nosotros" que cimienta las relaciones sociales. "Ellos" los hemos concretado en las transnacionales y tecnocracias petroleras, imperios capitalistas, los malos de todas nuestras epopeyas, los que buscan arrebatarnos el preciado líquido. Estado y sociedad en Venezuela se confunden el uno con el otro, a diferencia de la situación de otras sociedades donde los pactos sociales que las han fundado se basan en una distancia entre ambos. Esto sucede por tener el Estado principalmente como base financiera la renta de una riqueza natural que extrae del exterior en forma de dinero, y no los impuestos que pagan individuos atomizados en base a sus actividades productivas. En Venezuela, Estado y ciudadano se identifican en su lucha por la renta.

Cada gobierno de turno usa la renta para su proyecto nacional, extendiéndose además en muchos casos para el beneficio de sus familias y allegados. Gómez, para el Estado liberal que analizó Manuel Caballero.

López y Medina para la democracia elitesca que estudió Diego B. Urbaneja. El trienio para la democracia radical y Pérez Jiménez para su Nuevo Ideal Nacional. Los partidos de Punto Fijo para "el pueblo", término que al principio incluyó a todos los que no habían entrado en las modernidades rentistas previas. Pero, como bien lo ha desarrollado Terry Karl, aguda en su comprensión de Estados rentistas, el petro-Estado venezolano tiende a ser un botín de élites, que una vez consolidadas en el poder cierran el acceso al dinero público a nuevos grupos. La sociedad no logra construir contrapesos que lo controlen, por lo que tiende más que otros Estados a la arbitrariedad, la complicidad, la corrupción, el autoritarismo. Cada vez que la situación se hace límite, la historia recomienza, cuando los excluidos vuelven por su derecho a la renta.

¿Excremento del diablo, como lo incorporó a nuestro imaginario Juan Pablo Pérez Alfonzo? Uno de los desarrollos más importantes del libro de Coronil es el seguimiento a diversas formas de degeneración del poder de la democracia puntofijista. La muerte del abogado Carmona en 1978 le sirve para desentrañar las redes corruptas y delictivas que van envolviendo élites económicas, sociales y políticas entre sí. Los años del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y la prosperidad del boom petrolero fueron un clímax, un frenesí del Estado mágico y de la personificación del poder del Estado.

Gómez y Pérez Jiménez fueron otros momentos pico. Con CAP presenciamos delirios de grandeza, condonaciones de deudas, regalos a países hermanos, nacionalizaciones. Todo se esfumó al caer el precio del barril petrolero.

Presenciar cómo fluye sin freno la renta petrolera por el proceso de constitución del Psuv, por las políticas sociales del Estado, pero también por calles, centros comerciales y restaurantes del este de Caracas, para unas clases pudientes, nuevas y viejas, molestas o no, pero hasta ahora y como siempre máximas beneficiarias de la renta, tiene sus semejanzas con los años setenta de la Gran Venezuela de CAP. También lo recuerdan las reiteradas y escandalosas denuncias de corrupción, así como burocracias que ganan quince, veinte o veinticinco millones de bolívares al mes. Mientras progresistas del mundo admiran la capacidad estatal de inventar casi cada semana nuevas formas participativas y/o nuevas maneras de hacer que la renta petrolera fluya hacia los sectores populares, ¿dónde está el modelo económico no rentista, los incentivos a la autonomía de los consejos comunales y sindicatos, las formas de convivencia pacífica, las instituciones contraloras que pudieran conjurar al Estado mágico? Como la sombra de que hablara el psicólogo suizo Jung, el Estado mágico parece posesionarse una vez más del cuerpo de la nación, gracias a unas élites que niegan tercamente tener algún parecido o relación con el pasado. Vive un nuevo debut.

Según la revista Exceso, el año pasado fuimos el primer país importador de whisky escocés de 18 años, título que ostentamos también durante el primer gobierno de CAP.

Según la Cámara Automotriz de Venezuela, en el primer trimestre de este año se vendieron 99.489 vehículos, de los cuales 68% fueron importados. Otro parecido.

Según Sunacoop, de las 185 mil cooperativas que se han registrado en el país sólo 32,4% estarían operando. Estiman que la irregularidad se debe a la falta de información sobre cómo operar, a la viveza criolla y al aumento que hubo cuando el gobierno comenzó a financiarlas.

Hoy vence la concesión a Rctv. Granier ha terminado por ser para muchos, gracias a la torpeza con que el gobierno manejó este asunto, un símbolo de la libertad de expresión. Sin embargo, la única libertad de expresión en la que creyó fue en la suya propia. Los venezolanos con o sin Rctv no tenemos sino una televisión pésima, polarizada, que viola nuestros derechos. ¿Será Teves distinta?

malopez@reacciun.ve


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Margarita López Maya


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