Más allá de defender al gobierno, hay que defender la patria

En tiempos de crisis, las naciones se enfrentan no solo a desafíos materiales, sino también a dilemas morales que definen su identidad colectiva. Venezuela, acosada por sanciones, bloqueos y una guerra mediática sin precedentes, ha visto cómo algunos de sus hijos en el exterior han cruzado una línea que no puede ser ignorada: el llamado abierto a una intervención militar extranjera en suelo patrio.

No se trata de una crítica a quienes disienten del gobierno. El debate político es sano y necesario. Pero hay una diferencia abismal entre la crítica legítima y el acto de traición. Pedir que potencias extranjeras invadan Venezuela, y peor aún, ofrecerse como parte del ejército invasor, es una postura que trasciende lo ideológico. Es una negación del principio más básico de la soberanía nacional.

La patria no se negocia

La historia latinoamericana está marcada por las cicatrices del intervencionismo. Desde México hasta Chile, los pueblos han sufrido las consecuencias de gobiernos impuestos por intereses foráneos. Venezuela no puede permitirse repetir ese ciclo. Defender la patria no significa defender a un partido o a un presidente. Significa defender el derecho de los venezolanos a decidir su destino sin chantajes ni cañones apuntando desde el extranjero.

Quienes desde el exterior promueven una invasión militar, bajo el pretexto de "liberar" al país, ignoran —o desprecian— el dolor que tal acción traería. No hay bombardeo quirúrgico ni ocupación pacífica. Toda intervención militar implica muerte, destrucción y pérdida de soberanía. ¿Qué clase de venezolano puede desear eso para su tierra?

El rechazo popular y el debate sobre la nacionalidad

No es casual que este tipo de actitudes haya generado un profundo rechazo entre la población venezolana. En redes sociales, en foros comunitarios, en las calles, se ha levantado una voz firme: quien pide una invasión no merece llamarse venezolano. La propuesta de revocar la nacionalidad a quienes incitan a la guerra contra su propio país ha ganado fuerza. No como castigo político, sino como defensa moral de lo que significa ser parte de una nación.

La nacionalidad no es solo un documento. Es un vínculo de pertenencia, de compromiso con una historia, una cultura y un pueblo. Quien rompe ese vínculo de forma activa y beligerante, debe asumir las consecuencias.

Unidad en la defensa de lo común

Hoy más que nunca, Venezuela necesita unidad. No unidad en torno a un gobierno, sino unidad en torno a la defensa de lo común: la tierra, la soberanía, la paz. Podemos tener diferencias políticas, económicas o sociales. Pero no podemos permitir que esas diferencias se conviertan en excusas para entregar el país a intereses ajenos.

La lucha antiimperialista no es una consigna vacía. Es la defensa activa de nuestra capacidad de decidir, de resistir y de construir desde adentro. Y esa lucha comienza por rechazar con firmeza cualquier intento de intervención militar, venga de donde venga, y sea promovido por quien sea.

Porque más allá de defender al gobierno, hay que defender la patria.


 



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Oscar Bravo

Un venezolano antiimperialista. Politólogo.

 bravisimo929@gmail.com      @bravisimo929

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