La esperanza es lo último que se pierde

No todo está perdido

No todo está perdido.

Eso es lo que pienso, lo que siento y lo que percibo.

Es eso y no otra cosa.

Leo, me informo y trato de estar al día con lo que otros, y como se dice ahora, y otras escriben, piensan y expresan, lo hago como labor diaria, como tarea, casi como un rezo y la verdad el resultado no me satisface, mucho pesimismo y mucha carga negativa por donde quiera que miro.

Hay en el ambiente un constante zumbido aturdidor, un rumor que se ha generalizado y de casi todas partes surge sin cesar un canto, como canto de sirenas, canto a la queja incesante, al ayayay paralizador y al no se puede desesperanzador.

Es contagioso, se pega y penetra por tu piel sin pedir permiso.

Está ahí, lo percibo con claridad, nos rodea, nos contiene y nos aturde constantemente.

Y tiene una razón de ser, un basamento real y va creciendo y extendiéndose como una avalancha indetenible sobre el alma nacional y sobre nuestros sentidos aturdidos por una realidad que percibimos sin salida aparente y sin esperanza, que es lo último que se pierde.

Es una enfermedad, estamos enfermos, es una enfermedad, repito, el ver todo oscuro, el espíritu de la pesadez instalado en el ser nacional y esto, de eso estoy seguro, nos limita, nos impide concebir un futuro promisorio, mejor, distinto y con opciones reales de salir del atolladero en que sin lugar a dudas nos encontramos.

No se trata de negar la realidad que está a ojos vista, se trata es de mirarla con otra óptica, con otro enfoque que nos permita superar la etapa en que nos encontramos y léase claramente, nos encontramos todos, todos, ya que lo que vivimos nos afecta a todos, a tirios y a troyanos, nos guste o no nos guste.

No se trata de negar la realidad, se trata es de enfrentarla y cambiarla.

No permitamos que esa realidad nos ahoge y nos aturda.

Le propongo a usted, a ti, que lees estas ideas sobre nuestra realidad que hagamos un ejercicio de auto reflexión, de análisis de nuestro enfoque de lo que vivimos e intentemos, en medio de este aguacero, visualizar un mundo mejor y con salidas que nos lleven hacia ese mundo posible y lograble.

Les propongo que dejen volar a su imaginación creadora y que nos concentremos en salidas posibles y reales.

Y como dicen los jóvenes y no tan jóvenes: bajémosle dos a la queja.

Aminoremos nuestra queja constante, que mina inexorablemente nuestra propia energía y nos hunde en un mundo de pesimismo y sin esperanza, detectémosla, estudiémosla y llevémosla al mínimo.



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Luis Enrique Sánchez P.


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