Los distractores o de las buenas intenciones que nunca son

Los distractores, en lo político, son especialistas en distorsionar la realidad, pues son como aquellos matarifes que se paran en cualquier esquina y empiezan a hacer un acto de magia o apostar a los dados para ver cual incauto cae en la trampa o para ver si le roban la cartera a algún transeúnte distraído por tales malabarismos.

Con vista al 10 de enero del 2019 ya empezaron tales distractores. Unos a meter miedos sobre la posible hecatombe social que puede pasar a partir de ese día, otros a predecir que desde ese día todo se arreglará —posiblemente por arte de magia— y que este estero se convertirá en la maravilla del mundo. A otros se les ocurrirá decir lo que bien le venga en mientes.

Hay mentes agoreras prediciendo cualquier cosa para una fecha tan insulsa; pues el personaje de marras es tan insustancial y gris que a nadie le interesa lo que ocurra en esa fecha. Lo que se pretende es darle cierta relevancia al acto que ese día ocurrirá, pero ya casi nadie atiende a los asuntos políticos y ni les interesa.

La fecha es irrelevante tanto por el acto como por el personaje que allí ocupará el papel de primer actor; lo más problema es que el mismo, para la historia, pase como uno de esos extras que nadie nota en la película. Los distractores tienen todo el mes de diciembre para armar la mediocre novela de una impostura gubernamental.

Cualquier cuento que se inventen será bueno, ya que servirá de comidilla a cuatro gatos. Aunque cuatro debe ser mucho como auditorio. La indiferencia es tal, que a la gente no le interesa nada de lo que puedan decir. La indolencia es abrumadora.

Ante tamaña despreocupación por los asuntos políticos, no encuentran la forma de cómo involucrar a los ciudadanos en estos menesteres. Los gobernantes de turno deben sentirse desamparados ante tanto menosprecio e indiferencia.

La desidia política por parte de la ciudadanía, lleva a tales distractores a convertirse en payasos propagandísticos haciendo toda clase de morisquetas para llamar la atención. Estos mediocres buscan el desplazamiento de la atención de los ciudadanos hacia la situación política que a nadie le importa en el presente.

Ellos insisten, me refiero a los distractores, en crear una situación posible, con lo cual se convierten en el peor enemigo de los ciudadanos, produciendo, en caso que éstos le pongan atención, un bajo rendimiento en el pensar-hacer de la gente, que por demás ya está muy disminuido por el hambre acumulada.

Tales distractores son decadentes por la insistencia de una idea política obsoleta. Por andar en un camino paralelo a la vida diaria. Solo les interesan sus mezquinas opiniones e incumbencias, son solo rateros de pobres. Son como aquellos macarras que canta Serrat «que si no fuesen tan dañinos darían risa».

Los distractores son individuos tóxicos. Esa es una de sus funciones. Buscan imponer sus ideas a mansalva, no les importa la opinión de los demás. Aunque muchas veces son los mandaderos de otros para quienes hacen el trabajo sucio. Les hacen el recado a sus jefes.

Hay que ignorar a tales individuos, es lo más recomendable. Solo saben repetir las monsergas de quienes los mandan. Y dañar a los demás. Ese será el tema al cual se van dedicar en este diciembre e inicio del próximo año. Ni los distractores ni los mediocres gobernantes merecen ningún tipo de atención. El ciudadano se merece una mejor salud mental y la busca ignorándolos.



 



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Obed Delfín


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