Volvimos al mismo punto

"La esperanza es la vida misma defendiéndose"

JULIO CORTÁZAR

"Camarada, a pesar de las buenas intenciones de Nico y del resto de su gabinete, da la ligera impresión de que hemos vuelto al mismo punto. Fíjese que, con una jugada de campeón de ajedrez, Nico trató de resolver parte del problema económico que tenemos los venezolanos y extranjeros que aquí vivimos. Su plan de reconversión económica se basó, entre otras cosas, en devolver al salario del trabajador parte de su poder adquisitivo perdido o aniquilado por la guerra económica a la que estamos sometidos, aumentándolo y anclándolo al Petro. Bueno, le dio el valor de ½ Petro, que equivale a 1800 bolívares soberanos y estando el Petro anclado al precio de un barril de petróleo, cuando éste suba, subirá el salario, pero si baja también bajará. Si nos dejamos llevar por el hecho, el salario subió de un millón cuatrocientos mil a ciento ochenta millones de bolívares fuertes, los que al quitarle los cinco ceros se convierten en mil ochocientos bolívares soberanos. Y para que el período de transición no fuera tan brusco, Nico se comprometió con los empresarios en cancelar durante noventa días la diferencia de salarios. Hasta aquí todo se veía bastante prometedor, porque si un kilo de queso valía ocho millones de bolívares fuertes, y con el salario viejo no podías comprar ni medio kilo, ahora el precio del queso, al quitarle los cinco ceros, pasaría a ser de ochenta bolívares soberanos y podías comprar, no medio kilo, sino el kilo completo y te quedaban bastantes churupos para comprar otras cosas. Así que había que vencer el problema de la distorsión de los precios contado-plástico que tanto daño causa y que favorece la extracción del papel moneda hacia Colombia, con fines inconfesables, lo que trajo los famosos ‘precios acordados’ que aparentemente de nada han servido. Si vemos con detalles cada uno de los pasos dados por los actores de este drama, nos damos cuenta que el empresariado, en su mayoría, estaba de acuerdo en dolarizar los precios de sus productos pero no los salarios de sus trabajadores y esta medida no la recibieron con agrado. Han pasado apenas un mes y unos días del inicio de esta nueva etapa y ya podemos decir que los comerciantes no respetan los acuerdos; la mayoría de los productos, acordados o no, han quintuplicado su precio y suben todas las semanas, mientras el ciudadano de a pié espera la acción protectora del gobierno en sus distintos niveles: nacional, regional y municipal para detener esta escalada descarada inflacionaria. Ganaderos y avicultores parecen querer volver a la época de Caldera, cuando tiraban impunemente leche y huevos al río, para que sus precios no bajaran, en vez de repartirlos entre los pobladores de escasos recursos, aledaños a sus fincas o haciendas. Camarita, el que no entienda lo difícil de estas guerras económica, sanitaria, alimentaria, mediática, y pare de contar, y el daño que le hacen al país y a sus ciudadanos, debe ser un enchufado del Departamento de Estado, porque si no nos dejan comprar comida, no nos dejan comprar medicinas, no nos dejan usar nuestros reales en bancos extranjeros para pagar deudas, no permiten a terceros que nos paguen las deudas pendientes, ¿qué podíamos hacer que no fuese buscar nuevos aliados, nuevos mercados lejos de la influencia del gobierno gringo y de crear un criptoactivo que no dependa del control del Departamento del Tesoro, del FMI, del Banco Mundial, ni de los gobiernos satélites de EUA?"

No hay duda de que existen optimistas y pesimistas que hablan de las medidas que el gobierno ha tomado en su lucha contra las guerras ya mencionadas por Anacleto. Sólo tenemos que leer el libro de Isabel Allende "La casa de los espíritus", publicado a mediados de los ochenta, para darnos cuenta de que es el mismo guión: doblegar al pueblo por el estómago. A diferencia del pueblo chileno, por nuestras venas corre sangre de libertadores, que sólo dejaban nuestras fronteras cuando salían a liberar pueblos de la esclavitud española. Cinco países liberaron los soldados venezolanos, cuatro en esas salidas epopéyicas y nuestra patria. Pero esas cuatro naciones, que debieran estar agradecidas por la gesta libertadora, se han convertido en los Judas Escariotes de América, o mejor dicho, en los Santanderes actuales. Nuestra historia nos muestra como un pueblo bravío, digno y soberano. A ellos los juzgará la historia.

El pueblo aplaude las medidas del gobierno. Por ejemplo, un disgustado Presidente ordenó en cadena nacional que se acabara con la mala praxis de los banqueros de sólo entregar una miseria de dinero a sus usuarios y que debían pagarle lo que éstos solicitaran, mientras tuvieran fondos en sus cuentas. ¡Y les dio 48 horas para hacerlo! Por eso ya no se ven las mismas colas en los bancos. La gente retira lo que necesita y no tiene que volver al día siguiente por "otros míseros 10 BsS". Ahora falta la mano dura de la revolución en contra de los especuladores. Nico debe enviar un mensaje a los empresarios: O respetan los acuerdos o se atienen a las consecuencias. Y éstas deben ser lo suficientemente fuertes como para que escarmienten. ¿No siguen en su afán de fuñirle la paciencia al pueblo? ¿No quieren sacarle los realitos del bolsillo, que Nico les acaba de aumentar, a la población? No tienen excusa, no quieren al pueblo.

Con el cuento de la ayuda humanitaria los gringos quieren meter aquí sus soldados y apoderarse de nuestros recursos naturales; los cipayos de la oposición criolla sólo quieren los dólares de éstos; Colombia necesita nuestra gasolina para su industria de la droga (175 lts x c/250 grs de cocaína) pero no le es negocio pagarla al precio internacional; el empresariado quiere dolarizar los precios mas no los salarios; tratan de poner a pelear pueblo contra pueblo con sus prácticas especuladoras, y los medios siguen con su política desinformativa: en Francia, Alemania, España, Chile, Argentina, Colombia, Méjico, entre otros, disuelven a garrotazos las "manifestaciones pacíficas" y nadie habla de violación de los derechos humanos. En Venezuela, a un opositor se le rompe una uña, y es el desastre mundial porque el "régimen" le viola sus derechos humanos. Vaya caraduras, vayan a freír monos.

La gente se pregunta ¿dónde están los huevos a 120 BsS el cartón (porque en la calle los ve a 400 BsS como mínimo), la carne a 90, la harina precocida a 20 o el arroz, para sólo mencionar algunos?. La carne, el pollo y los huevos, proteína necesaria, cuando no los pueden vender a cinco veces el precio acordado los esconden. Ah, y cuando les llega la cajita del CLAP, inmediatamente aparecen las mesitas en las aceras con los productos que acaban de recibir, para venderlos a "precio del mercado". Ni las verduras se salvan de la especulación: el tomate, la cebolla, la papa y otras, andan por las nubes. Bueno, hasta la yuca, que sólo necesita agua, no se puede comprar. La gente se pregunta "¿Es que no hay gobierno que les dé un parao?". Por eso aplauden la reciente intervención en el mercado Las Pulgas, en Las Playitas, en el casco central y piden acciones similares en La Curva, Los Plataneros y los demás mercados populares. ¡Guerra contra el hambreador del pueblo!

Decía Cortazar que la esperanza es la vida misma defendiéndose. Así que mientras haya vida hay esperanza. Mientras seguimos resistiendo las embestidas brutales de la desvergonzada e insepulta oposición política, el gobierno sigue buscando estrategias que le permitan vencer este inmisericorde ataque económico. Creo que vamos por buen camino, aunque también pienso que falta una "mano de acero" contra el bandido especulador. Sólo así podremos darle el golpe de gracia.



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Luis Semprún Jurado

Profesional, productor audiovisual, co-productor y co-moderador del programa radial El Ojo de la Ciudad en Maracaibo, estado Zulia

 luissemp2003@gmail.com      @luissemp

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