Perder por las buenas, resucitar o morir

Si yo fuera escuálido (antichavista, opositor, derechista o como quieran) esta semana hubiera sido para mí más o menos gratificante, vistos los esfuerzos de algunos dirigentes nacionales de la misma tendencia por construir un proyecto “capaz de derrotar a Chávez”. Hace unos días, los partidos Primero Justicia, La Causa R, lo que queda del MAS y otros grupos de personas que gustan de llamarse LA Sociedad Civil, lanzaron a la calle un comunicado en el cual se comprometen a “luchar a favor del país”. En el idioma de ellos, eso significa sacar a Chávez de la presidencia, acabar con el proceso bolivariano y entregarle el país a la clase empresarial.
Y, ¿por qué puede resultar ese acto una buena noticia para el pueblo antichavista? Entre otras cosas, porque se deja traslucir en el discurso de los señores en cuestión: 1) que consideran importante participar en las elecciones de diciembre; 2) que la única vía que consideran legítima para derrotar al chavismo es la vía democrática; 3) que, en el grupo de partidos representados en el acto de lanzamiento de la nueva “cosa” antichavista, no figuran los cadáveres insepultos de AD o COPEI, lo cual significa que estos señores, por más que sea, quieren desligarse del pasado; 4) que, al anunciar el método para designar al candidato que perderá con Chávez en diciembre, han adelantado: “Ese liderazgo no será designado por una cúpula política, ni por una operación de mercadotecnia. Es el pueblo quien tiene que decidir quienes encarnarán el liderazgo democrático, quienes le pondrán rostro y nombre a la alternativa de poder en Venezuela”. O sea, unas primarias: elecciones en el antichavismo a
ver quién irá a estrellarse contra la muralla roja de pueblo en las elecciones de diciembre.

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También para los chavistas representa este abrupto anuncio una buena noticia. Las razones de ello son varias, pero la primera que salta a la vista fue dicha por ellos mismos en el documento que difundieron el miércoles: la lucha contra Chávez “no es un empeño de corto plazo. Estamos conscientes de que lo que logremos de aquí a diciembre será la base de lo que lograremos de diciembre en adelante”. O sea. Arman un grupo formado por varios grupos, le dicen al país que la pelea es peleando pero en la arena democrática, que se van a portar bien (nada de estar echando bombas ni calentándole la oreja a ningún militar extraviado) y, de paso, dicen elegantemente que saben que perderán las elecciones de diciembre. “Lo que lograremos de diciembre en adelante” se supone que será todavía como oposición.
Al fin como que decidieron ser realistas.

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Fuera de burlas y de provocaciones, es justo reconocer algo desde ya: si alguien o algo es capaz de congregar la voluntad de muchos venezolanos, es decir, tantos como para agrupar bajo un mismo proyecto o estandarte la figura ecuménica de lo que debe ser La Oposición, es alguien o algo cuyo punto de partida esté dentro de la Constitución y dentro del deseo general de trabajar duro pero en paz. Este nuevo grupo de grupos, o como se le quiera definir, parece querer cumplir con ese requisito primigenio. Cierto es que La Causa R, Primero Justicia y los muchachos de la tal Asamblea de Educación (cuyo jefe máximo es un vivito a quien Carmona Estanga le tenía reservado el ministerio de Educación) no tienen un currículum que los defina precisamente como tipos de pelear limpio. Pero el hecho de que hayan salido al aire así, pública y abiertamente, a decir algunas cosas que a la gente no se le van a olvidar, le da una esperanza al hombre llano de este país: muy grotesco tendría que ser el
descaro de estos señores para decir lo que dijeron y salir pasado mañana a encaramarse en otra loca aventura puñalera.
Digo: uno ha visto cosas de esas y hasta peores. Pero en un año electoral el que quiere obtener dividendos por lo general guarda las apariencias, y ni siquiera un bobo como el Julio Borges cometería la estupidez de respaldar un arranque de metralletas o golpes secos mientras trata de vender una imagen de tipo que ha entrado en razón (y en la contienda electoral).

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Pero, ¿qué es lo que les sigue fallando? ¿Por qué incluso en su muy plausible viraje a la legalidad se les nota de lejos el estigma inequívoco del que no podrá levantar vuelo? En primer lugar, en que siguen creyendo, o queriendo hacer creer a los demás: 1) que en diciembre pasado no hubo 70% sino 90% de abstención; 2) que ese 90% que no fue a votar es antichavista y quiere acabar ya con este rrrrrégimen; 3) que esa enorme mayoría de venezolanos sólo está esperando que salga al ruedo un candidato simpático para salir en masa a votar por él (si así fuera la cosa, bastaría con conseguirse a la ex Miss Universo apropiada y convertirla en candidata. Y nadie me venga a decir que Andrés Velásquez destila más simpatía que una miss. Hágame el favor).
De modo que siguen ignorando que los cerros no bajarán a encontrarse con ellos, que los discursos que calan en las mayorías son los que suben al cerro a dialogar con los mismos códigos de la gente, y que eso sólo lo pueden hacer las personas o grupos que nacieron y crecieron donde nació y creció la gente que sufre.
Figuras de televisión al fin, sólo podrán ser capaces de captar televidentes, y probablemente muchos votos. Pero nunca captarán ese “algo” que hace la diferencia entre un líder coyuntural y uno genuino: la entrega plena de un pueblo, pero no para las coyunturas electorales sino para las verdes y las maduras, para el momento de los triunfos y también para el momento de la traición y las balas.


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José Roberto Duque


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