Todos unidos por la seguridad

Por sus similitudes llaman mi atención los movimientos que en Argentina, en Brasil y en México convocan a la sociedad para manifestarse contra la delincuencia, con marchas multitudinarias respaldadas por las empresas de la televisión y de la radio, con lemas que presionan a los gobiernos, juzgándolos incapaces de hacer frente a las fuerzas del crimen. A fuer de ser sinceros, no les falta razón; la delincuencia se enseñorea en nuestras grandes ciudades y constituye uno de los más sensibles reclamos de la población. El tema es en extremo delicado y amenaza con llevar a soluciones que hagan que el caldo resulte más caro que las albóndigas. El riesgo es, como lo estamos viendo con el programa MEXICO SEGURO de Fox, caer en un estado policial cancelador de los más elementales factores de la convivencia social. ¿Será eso lo que se pretende?

En la misma franja de audiencia televisiva y radiofónica en que se transmiten los dramáticos mensajes de víctimas de secuestros o de atentados, se proyectan los programas que hacen panegírico de la violencia, o que establecen paradigmas del éxito en el color de la piel o en el lujo del auto que se ofrece, la publicidad que convoca a vivir en un paraíso o que hace mofa de la ignorancia y la pobreza. ¡Libertad de expresión!

No es de extrañarse que un joven en cuyo porvenir no se contempla la más remota posibilidad de acceder a esos paraísos registre un serio rechazo a la sociedad que, al mismo tiempo, se los privilegia y se los niega. La carga de odio se manifiesta desde el simple rayado de un auto de lujo que se encuentre, hasta niveles mucho mayores de agresividad. ¿Qué otro es el origen de los Maras Salvatruchas o de los pandilleros en cualquier ciudad?

No es de extrañarse que un padre de familia que, por causas ajenas a su voluntad, perdió el empleo y se agotó el producto de su liquidación en busca de una nuevo empleo que no encuentra, que mientras tuvo empleo mantuvo un nivel mínimo satisfactorio en su familia y que se ve forzado a reducirlo hasta su mínima expresión, con hijos y esposa que le reclaman la compra de las superfluidades que se anuncian en esa misma televisión, no es de extrañarse, repito, que se vea impelido a delinquir para responder a los reclamos.

En la oscuridad de las expectativas no es extraño que un joven busque la salida fácil de los paraísos artificiales de las drogas, lo que a su vez los ata a la delincuencia para procurárselos, creando un verdadero círculo vicioso.

Mi comentario no es para justificar las razones de la delincuencia, sino para reflexionar si ese cáncer se puede curar con el establecimiento del estado policial. Definitivamente no es por ahí. Desde siempre hemos sido testigos que en los cuerpos policíacos es donde de mejor manera prolifera el cáncer que se pretende combatir. El combate a la delincuencia pasa necesariamente por la recuperación de las expectativas reales, por la recuperación del empleo y la dignidad del trabajo, por los espacios educativos y de salud al alcance de todos, por el orgullo de la pertenencia y la solidaridad.

Más que convocar a la lucha CONTRA delincuencia yo me atrevería a que nos convoquemos POR la seguridad y la justicia. Por un Proyecto Alternativo de Nación que así lo contemple. Por eso me manifiesto por la toma del poder por el pueblo, en torno a Andrés Manuel López Obrador.

Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx


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Gerardo Fernández Casanova


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