Discurso escaneado



“Utilizando la amenaza de la invasión norteamericana, que nunca llegó, Castro militarizó totalmente al pueblo”. Quien dice esta barbaridad es Otto Reich, ex subsecretario de Estado gringo. Lo dice con desparpajo, con insolencia, con un caradurismo extremo. Tan extremo, tan radical, que sólo es superado por los oposicionistas locales cuando dicen, por ejemplo, que en “Venezuela hay una dictadura”. Pero, ¿qué digo? Si él es uno de sus guionistas.

Dice Otto, en El Universal del 10 de julio de 2005, que Cuba fue invadida “en 1961, por un grupo de cubanos. Si hubiera sido estados Unidos, Castro no estaría en el poder”.

Y basta sólo hurgar un poquito en la historia, releer alguno que otro libro, escudriñar en alguna hemeroteca para refrescar la ignominia. Playa Girón, Bahía de Los Cochinos, 1961:

“La segunda derrota militar de los Estados Unidos en América Latina.

En tres días acaba Cuba con los invasores. Entre los muertos, hay cuatro pilotos norteamericanos. Los siete buques, escoltados por la Marina de Guerra de los Estados Unidos, huyen o se hunden en la bahía de los Cochinos.
El presidente Kennedy asume la total responsabilidad por este fiasco de la CIA.
La CIA creyó, como siempre, en los informes de sus pícaros espías locales, que cobran por decir lo que gusta escuchar; y, como siempre, confundió la geografía con un mapa militar ajeno a la gente y a la historia. Las ciénagas que la CIA eligió para el desembarco habían sido el lugar más miserable de toda Cuba, un reino de cocodrilos y mosquitos, hasta que la revolución llegó. Entonces el entusiasmo humano transformó estos lodazales, fundando en ellos escuelas, hospitales y caminos. La gente de aquí fue la primera en poner el pecho a las balas, contra los invasores que venían a salvarla”. Eduardo Galeano, Memorias del Fuego III.

Sin duda la historia la escriben los hombres, y las mujeres, que género de duda cabe. Pero Estados Unidos ya no está amenazado por el “castro comunismo”. Su peor enemigo actuó recientemente en Londres, y antes en Madrid. Y ni qué decir del 11-S.

Menciona Otto en la entrevista con el periodista Roberto Giusti a dos gobernantes nicaragüenses, Daniel Ortega y Arnoldo Alemán. Trata de explicar por qué Estados Unidos “debe” entrometerse en los asuntos internos de otros países. Dice que la corrupción es la culpable de que haya tantos pobres en Latinoamérica. Admite que su país “está envuelto en todos los problemas del mundo. La guerra de Irak nos cuesta más de cien mil millones de dólares”. Y miles de vidas agregaría yo, señor Reich. Imposible calcular ese costo. Pero es demasiado pedirle que humanice su dolarizado y salvaje discurso.

Regresa con fuerza el fantasma de la “exportación de revoluciones” como si Chávez hubiera llegado a la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, a través de algún tratado de libre exportación. Alemán se robaba el dinero, dice, lo que hizo reflexionar a los genios de la Casa Blanca: “que resuelvan ellos mismos sus problemas. Pero ese es un lujo que no nos podemos dar porque la inestabilidad en la región nos afecta”. A confesión de partes…

Y es que resulta que el lujo es que Reich exista. No porque alguien desee su muerte, pero qué lujo para la ultraderecha venezolana tener un apoyo como el suyo, tener un discurso como el suyo haciendo eco en el planeta. Leer una entrevista de Otto Reich es, no una copia al carbón, artículo de oficina que mi hija jamás ha visto, sino el discurso escaneado de María Corina, con su humanidad sonriéndole a uno de los peores asesinos de la historia contemporánea. No me queda sino desearle buen provecho. Paso y gano.

*Periodista





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Mercedes Chacín*


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