Desde enero cuando asumió la presidencia Donald Trump el tema casi diario ha sido los aranceles. Que si el 25% de aranceles para México y Canadá, que otro tanto para Europa, que 10% para todo el mundo, que 34% por acá, que una pausa de noventa días para todos, menos para China que le va un 145%, pero que no a los productos tecnológico sino a algunos cuantos, que ya mejor negociemos. En fin, un caos arancelario que ha mantenido la economía mundial en una montaña rusa. En este escenario caótico e incierto, la pregunta que todos nos hacemos es cuál es la lógica detrás de esta política aparentemente errática del gobierno de Trump; ¿hay lógica en esto?, nos preguntamos otros.
Sin embargo, la enunciación mediática simplifica la respuesta instalando la idea de que lo que subyace a la política arancelaria Trumpista está inscrito en una estrategia que busca reindustrializar a Estados Unidos, de paso beneficiar a su clase trabajadora, para "Make America Great Again". Esta respuesta no ha implicado gran elaboración, se funda en lo que el mismo Trump y su equipo político han manifestado públicamente como la directriz fundamental de su política.
Aquí una muestra de algunas intervenciones del propio Trump en la que enunciativamente muestra su propuesta.
Durante la campaña a su primera presidencia, por ejemplo, en un discurso en el que exponía su plan de empleo en junio de 2016, Trump señalaba como parte de su estrategia por cambiar lo que llamaba "our failed trade policy" (nuestra fallida política comercial): "We will make America the best place in the world to start a business, hire workers, and open a factory" (Haremos de Estados Unidos el mejor lugar del mundo para comenzar un negocio, contratar trabajadores y abrir una industria). Esto después de hablar de China como el enemigo de la prosperidad de Estados Unidos que "roba sus secretos", "falsifica sus mercancías" y "hace trampa".
Asimismo, en agosto de 2020 ejerciendo plenamente en su primera presidencia pronunciaba un discurso en la planta de Whirlpool en Ohio en el que afirmaba:
(… finalmente tuvieron un presidente que defendió al trabajador estadounidense. El 23 de enero de 2018, en mi escritorio del Despacho Oval, firmé con orgullo la orden de imponer un arancel del 50 % a todas las lavadoras de fabricación extranjera. Como resultado, las nueve fábricas de Whirlpool en Estados Unidos pronto prosperaron como nunca. Invirtieron en nuevos productos, nueva infraestructura y cientos de nuevos empleos estadounidenses [...] Esto incluye miles de nuevos empleos en toda la cadena de suministro de Ohio, desde aquí en Clyde hasta Findlay, Ottawa, Greenville y Marian […] Su empresa se convirtió en un ejemplo brillante […] de lo que las políticas comerciales estrictas y los aranceles inteligentes pueden aportar al empleo y la prosperidad de comunidades como esta en todo Ohio, Michigan, Wisconsin, Pensilvania y muchos otros estados. A todos les va bien. Iban de maravilla, luego llegó la plaga, y ahora vuelven a estar de maravilla).
A casi 100 días de su segundo mandato como presidente, Trump continúa con el mismo discurso en donde China sigue siendo el principal destinatario de sus recriminaciones y política de aranceles, pero en donde también ha entrado Europa, Vietnam y Japón, entre otros. El 2 de abril en el evento "Make America Wealthy Again" (Hagamos a Estados Unidos Rico de Nuevo) en donde lanzaba su política generalizada de aranceles señaló:
(Los empleos y las fábricas volverán rugiendo a nuestro país, y ya lo están viendo. Impulsaremos nuestra base industrial nacional. Abriremos mercados extranjeros y derribaremos barreras comerciales. Y, definitivamente, una mayor producción nacional se traducirá en una mayor competencia y precios más bajos para los consumidores. Esta será, sin duda, la época dorada de Estados Unidos; está regresando y lo haremos con mucha fuerza).
Esta es apenas una muestra de lo sustentado que estaría el asociar la política de aranceles de Trump con un esfuerzo por la reindustrialización de Estados Unidos para según su discurso aumentar los empleos e incrementar la riqueza en Estados Unidos. Esta reindustrialización iría en dos vías, por el regreso de las industrias que transnacionalizaron su producción en países como China y México, entre otros, y en proteger la industria existente en Estados Unidos para que prospere con la competencia exterior mermada por la carga impositiva.
Por otro lado, las notas periodísticas, que me atrevo a decir que son la mayoría, que van en esta vía de seguir literalmente el discurso Trumpista también asumen que Trump es el primero en plantear este asunto. En lo que sigue se muestra que no es así y que es una política enunciada por diferentes gobiernos antes de Trump. La pregunta sería que hay de nuevo en Trump fuera de su teatralidad, desparpajo y vulgaridad.
Así, por ejemplo, su inmediato predecesor a la primera presidencia, Barack Obama, aplicó el "Make it in América" Challenge (Iniciativa "Hecho en Estados Unidos") a partir de 2012, como un plan que buscaba impulsar la reindustrialización en Estados Unidos. Era un programa que promovió y otorgó fondos federales para aprobar proyectos competitivos que impulsaran la industria nacional, la creación de puestos de trabajo y el fortalecimiento de cadenas de suministro y producción dentro de Estados Unidos. El objetivo de Make it in America quedaría claro desde antes de la promulgación del programa en un discurso de Obama de septiembre de 2011, faltando unos cuantos meses para el final de su primera presidencia, en el que sin la rimbombancia de Trump plantea el mismo objetivo:
(… nos aseguraremos de que la próxima generación de manufactura se arraigue no en China ni en Europa, sino aquí mismo, en Estados Unidos. Si brindamos los incentivos y el apoyo adecuados, y si nos aseguramos de que nuestros socios comerciales cumplan las normas, podremos ser quienes construyamos todo, desde autos de bajo consumo hasta biocombustibles avanzados y semiconductores que vendemos en todo el mundo. Así es como Estados Unidos puede ser el número uno otra vez. Así es como Estados Unidos será el número uno otra vez).
Como se puede apreciar en esta intervención de Obama y en el carácter de su programa de reindustrialización subyacía un tipo de promoción cercana hasta en las palabras al programa de Trump que encierran las expresiones eslogan "America First" (Estados Unidos Primero) y "Make America Great Again"; emblemas-tótem de la primera, segunda y tercera campañas y de la primera y actual presidencia de Trump.
Pero Joe Biden es aún más explícito en su continuidad de un discurso y política de reindustrialización como marca directriz de la política económica de Estados Unidos. Cinco días después de haberse posesionado como presidente, el 25 de enero de 2021 mediante orden ejecutiva lanza el programa "Made in America" (Hecho en Estados Unidos) para fortalecer la industria estadounidense, impulsar la creación de empleos en Estados Unidos y reducir la dependencia a cadenas de suministro extranjeras. De esta manera, en la firma de esta orden ejecutiva Biden señalaba los derroteros de Made in America:
(Se basa en una premisa simple: que en este país recompensaremos el trabajo, no la riqueza. Y el pilar fundamental para garantizar el futuro será "Hecho en Estados Unidos" […] No me creo ni por un segundo que la vitalidad de la industria manufacturera estadounidense sea cosa del pasado. La industria manufacturera estadounidense fue el arsenal de la democracia en la Segunda Guerra Mundial y debe ser parte del motor de la prosperidad estadounidense ahora. Eso significa que usaremos el dinero de los contribuyentes para reconstruir Estados Unidos. Compraremos productos estadounidenses y apoyaremos los trabajos estadounidenses […]).
El planteamiento de Biden con respecto a aranceles, particularmente contra China, fue aún más lejos que Trump en su primera presidencia, impuso un gravamen del 100% sobre la importación de vehículos eléctricos Chinos, y sus restricciones a tecnologías fabricadas en China fueron también radicales. En su discurso de marzo de 2022 haciendo balance de Made in America, Biden señalaba la necesidad de construir más semiconductores:
(Cuantos más semiconductores fabricamos en Estados Unidos —y, por cierto, se inventaron aquí en Estados Unidos […] Y cuando lo hacemos, cuando nos centramos en asegurarnos de fabricarlos de nuevo en Estados Unidos —se fabrican tan pocos […] Invertimos en innovación en Estados Unidos. Eso es exactamente lo que estamos haciendo).
Y en julio de 2023 Biden reafirmaba el camino propuesto por Made in America en un discurso ante trabajadores e innovadores: "I’m here to talk to you about what we’re doing to bring manufacturing back to America, about our progress in building an economy from the middle out and the bottom up, not the top down" (Estoy aquí para hablarles sobre lo que estamos haciendo para traer la manufactura de regreso a Estados Unidos, sobre nuestro progreso en la construcción de una economía desde la clase media hacia arriba y de abajo hacia arriba, no de arriba hacia abajo).
Lo que se puede claramente ver a partir de estos pequeños fragmentos seleccionados, es que en términos discursivos, por lo menos, la reindustrialización ha sido un elemento fundamental de la agenda de los gobiernos, al menos después de la crisis económica de 2008-2009, es decir los últimos 25 años. Investigadores economistas como Richard Wolff van más lejos; en una entrevista con Glen Diesen el pasado 1 de abril, Wolff llega a señalar muchos años y presidencias más en las que la reindustrialización fue bandera de la política pública:
(Puedo mostrarte que 11 de los últimos presidentes que hemos tenido —Bush, Clinton, Obama—, todos ellos, cada uno de ellos prometieron traer la manufactura de regreso a los Estados Unidos. No hay absolutamente nada nuevo en que el Sr. Trump haya hecho la misma promesa. El problema es que los otros 11 nunca tuvieron éxito en hacerlo. Todos lo prometieron, ningún presidente lo cumplió. Eso significa que las probabilidades en contra del Sr. Trump son altas).
Evidentemente, entonces, no es una novedad de Trump, y al parecer los movimientos transnacionales en las cadenas de suministros para la producción en un marco de globalización, la automatización, los incrementos de la productividad. la tercerización y la ampliación del sector terciario a nivel mundial son fuerzas objetivas del capital configuradas históricamente que se imponen a pesar de las estratagemas electoreras o voluntades políticas de los líderes.
Es apenas ver que aunque se ha promovido la reindustrialización de Estados Unidos, la manufactura en este país ha disminuido entre 1960 y 2023 su participación en el PIB de un 24.3% a un 10.8%, con una mayor proporción relativa de disminución entre 1997 a 2021 pasando de un 16% a un 10.5% del porcentaje de PIB nacional. Asimismo, según un estudio económico de 2015 que evaluaba la disminución de los empleos en la industria estadounidense alrededor de 2/3 de los empleos perdidos en la manufactura entre 2000 y 2010 en Estados Unidos lo fueron por el crecimiento de la productividad industrial por encima de los causador por la desbalance comercial en manufacturas con China.
El tema como se ve es complejo y requiere un compromiso por el análisis, la investigación y la argumentación sustentada de parte de la prensa y de los generadores de opinión para que no se conviertan en simples cajas de resonancia de lo que dice el poder o de lo que este quiere que sea escuchado. En este caso del performance Trumpista.