Alquimia política

Lo científico en la transmodernidad

Las presentes ideas abordan el papel del pensamiento científico en la modernidad bajo escenario transcomplejo, destacando el sentido con que ella repudió el pasado y abrió nuevos espacios desde donde apreciar los hechos, buscando la verdad desde la relación causa-afecto, hasta la explicación multi-vínculo que caracteriza el contexto de la complejidad, en su praxis tangible, mesurable y verificable, la cual recrea el interés investigativo hacia la realidad y la comprensión, por la vía de la falsación, de una conjugación de modelos paradigmáticos cimentados en utopías idealistas hasta converger en una realidad de utopía tópica, más allá del modernismo, y bajo la orientación de reglas y procedimientos que le dan racionalidad y alcance a los métodos, llegando hasta los límites de la teoría-praxis de la lógica.

A todas estas, hay diversas formas y maneras de apreciar la ciencia en el contexto moderno y transmoderno; para algunos científicos es una sistematización del conocimiento positivo; para otros una serie de conceptos interrelacionados y de esquemas conceptuales que se originan de la experimentación y la observación y que dan como fruto mayores experimentos y observaciones. Pero quien apreciamos más cercano a nuestra idea de ciencia es a Morris Cohen quien que se refiere a la ciencia, hacemos mayor hincapié en sus métodos que en sus resultados. En efecto, en una época de expansión científica, no sólo constituyen los métodos los rasgos más permanentes de la ciencia, sino que los supuestos resultados no son, a menudo, sino convenciones popularizadas, altamente equivocadas para aquellos que ignoran los procesos por los cuales han sido obtenidos.

En este sentido el término ciencia se dice desde un punto de vista objetivo y desde un punto de vista subjetivo. Objetivamente, la ciencia es un conjunto de verdades lógicamente encadenadas entre sí, de modo que formen un sistema coherente…Subjetivamente, la ciencia es conocimiento cierto de las cosas por sus causas o por sus leyes. En otro sentido, la ciencia es una cualidad que perfecciona intrínsecamente a la inteligencia en un dominio del saber, y le permite obrar en él con facilidad, seguridad y gozo.

Esta idea de ciencia, como conjunto de verdades lógicas, se enfrenta a un mundo ilógico en el terreno de la transcomplejidad; comprender esta realidad es la razón de las presentes líneas.

En una perceptiva general, la transmodernidad, la cual viene del fenómeno europeo de la modernidad, e induce a mostrar una realidad más allá de la modernidad sólida conocida por la ciencia, surge propiciando emergencia, extraversión y expansión; confiriéndole al pensamiento científico una dimensión holística a través de la presencia y la interacción de los elementos cotidianos de la vida social, tal cual lo expone Zigmund Bauman (1925-2017), describiendo esa etapa de transmodernidad como la confrontación del investigador a un mundo invadido por la complejidad, la incertidumbre y el caos, en un desmoronamiento de la solidez de lo moderno, dando espacio a lo flexible y líquido de una nueva modernidad que no se sostiene por sí sola sino que recorre todos los espacios sin estructura o cimientos de los cuales sustentarse.

La palabra moderno describió, en su momento, una transformación social y cultural lenta pero en ascenso continuo. La idea que hizo calificar de moderna una época que para algunos parte de mediados del siglo XVII, era que el pasado se había agotado y en consecuencia había que crear un nuevo futuro. Pero en la medida que fue evolucionando la modernidad de forma gradual, los modernistas más importantes empezaron a comprometerse con el pasado que con el futuro, insistiendo que habría que rescatar las formas y procedimientos que dan emblema civilizatorio a la humanidad, para crear condiciones de tradición y alcanzar los máximos niveles de perfección en la búsqueda de una relación más directa entre la "razón y la naturaleza.

El surgimiento de la transmodernidad comenzó, en este sentido, con un repudio a lo moderno; pero a su vez, este repudio fue a su vez repudiado por algunos transmodernistas quienes han tratado de hacer prevalecer en el proyecto transmodernistas una reafirmación de que la modernidad se ha debilitado y ello conlleva a lo que Jürgen Habermas, califica de abandono de la ideología de progreso y de la idea de emancipación, para tornarse hacia la aceptación de la cultura occidental como la única cultura que podemos tener.

En el siglo XX, y ya en buena parte del siglo XXI, la transmodernidad se ha visto influenciada por nuevas formas de ver la realidad del hombre en sus relaciones con sus semejantes y con la naturaleza; una búsqueda de relaciones donde la doctrina filosófica o estética, busca a reemplazar los símbolos obtusos de una sociedad perdida en el consumismo y la pérdida de valores.

En este aspecto, el filósofo francés Jean-François Lyotard, expone que la transmodernidad se originó en dos importantes revoluciones: 1.- el colapso la literatura de legitimación de la sociedad occidental desde la época de la ilustración hasta la modernidad calificada como progreso; y 2.- el surgimiento de la tecnología de la informática que con una nueva proyección de las relaciones en el entorno y la sociedad, pasó a ocupar el lugar que antes había ocupado la cultura tradicional.

Se podría intuir que la transmodernidad no va plagada de creencias y tradiciones, sino de emancipaciones ante la percepción de razonamientos impuestos como verdades universales. Los transmodernidad no aceptan un método; asume métodos, experiencias y relaciones que rompen el esquema de la regla.

En este mismo sentido, pero en una posición más fatalista, el propio Lyotard dice que puede resumirse en su más simple expresión, como la filosofía de las comas invertidas. Como en las nuevas condiciones postmodernas, sólo la gente no sofisticada puede tener creencias, valores y significado, los filósofos deben colocar todo eso entre comillas. En esa forma usamos la condición postmoderna para lograr una especia de emancipación de las narrativas del poder.

Esta condición de orientación e influencia del pensamiento humano, nos lleva a la consideración de los modelos o esquemas estructurados para propiciar un razonamiento verdadero en determinadas relaciones del hombre y su medio natural. Nos referimos a los paradigmas y a la forma de verlos no sólo como unidad de una diversidad de causas y efectos, sino como nudos de definición acerca de cómo un investigador se ha de relacionar con su evento de estudio, condionando la aceptación de sus conclusiones científicas a verdades inherentes a los grupos a favor del modelo que escogiera para elaborar su estudio, así como apreciado, desde el punto de vista de la contradicción, por quienes no perteneciendo a ese paradigma, ven en el esfuerzo científico elementos de coherencia y conceptualización que son válidos para la ciencia. Porque podrán persistir diversidad de paradigmas, pero sólo la ciencia como investigación y exposición de los eventos estudiados, permite unificar criterios y crear márgenes de tolerancia inscritos en el uso adecuado de métodos y enfoques analíticos.

El teórico físico Fritjof Capra (2012), en su obra "Punto Crucial", describe vivamente como se inició en el siglo XIX, ese cambio paradigmático, al expresar que en la medida en que el electromagnetismo destronó a la mecánica newtoniana como teoría de mayor validez sobre los fenómenos naturales, surgió una nueva corriente de pensamiento que iba más allá de la imagen del mundo/máquina newtoniana y que llegaría a dominar no sólo las ideas del siglo XIX, sino también todo el pensamiento científico posterior: la evolución, es decir, la idea de cambio, crecimiento y desarrollo.

La noción de evolución, a todas estas, había surgido por primera vez en geología. Después de estudiar minuciosamente los depósitos de fósiles, los científicos llegaron a la idea de que el actual estado del mundo era el resultado de un desarrollo continuo causado por la actividad de las fuerzas naturales a lo largo de inmensos períodos de tiempo. La teoría del sistema solar propuesta por Immanuel Kant y con Pierre Laplace se basaba en un pensamiento evolutivo o desarrollista; la evolución era un punto crucial de las teorías políticas de Hegel y de Engels; a lo largo del siglo XIX, tanto poetas como filósofos se interesaron profundamente en el problema evolutivo.

De la ciencia clásica que tomó cuerpo a través del pensamiento de Descartes, analizando el mundo desde una perspectiva reduccionista y disponiendo de las partes de acuerdo con ciertas leyes causales, se pasó a la imagen de elementos aislados que existen de manera independiente y en cuyos efectos o reacciones no influye para nada los criterios de causalidad y determinismo, sino la dinámica y el relativismo, en donde la teoría científica es entendida como una aproximación a los criterios de verdad, quedando sus fines circunscritos a una descripción satisfactoria de la realidad, obligando a seguir buscando teorías explicativas de los eventos, a efecto de ampliar y mejorar las aproximaciones al conocimiento.

Los paradigmas están permanentemente sujetos a un cambio. No existe ningún paradigma puramente objetivo, pues aquello que llamamos objetividad de un paradigma no es más que el resultado de un proceso ínter subjetivo de comunicación transferencial. De tal modo que cuando un paradigma está cambiando…no es él el que cambia, somos nosotros mismos quienes cambiamos, y con ello el o los paradigmas que hemos construido para establecer relaciones entre nosotros y la realidad. Eso significa que cada paradigma es un juego de relaciones múltiples, y sus modificaciones o cambios no son sólo de relaciones abstractas o teóricas, sino de actores que se relacionan continuamente entre sí.

En la comunidad científica se ha expresado mucho que hay una "crisis del paradigma", pero lo que realmente hay es una "crisis de la comunicación" de esas ideas creadas desde puntos de vista de paradigmas que intentan explicar de múltiples formas un evento de estudio. Esta crisis de comunicación es una crisis del lenguaje, por lo cual, y en ello se inscriben las reflexiones de Fernando Mires, fuera del paradigma no hay comunicación, tampoco objetividad ni subjetividad; se necesita unificar un lenguaje, no perder la relación en el camino recorrido, crear significantes o conceptos que de un alcance a otro de la investigación, hagan posible la unidad cualitativa de los elementos constitutivos de un evento de estudio.

El sistema paradigmático desconoce a los agentes externos y da valor a sus propios agentes internos que crean sus laberintos e interpretaciones, no existiendo verdad objetiva fuera de sus límites, porque ellos han sido impuestos por un modo de razonamiento, y no por una aproximación sistemática de análisis y profundización del evento estudiado.

Un paradigma, siguiendo un tanto la propuesta de Thomas Kuhn, citado por Mires (ibídem), es una constelación y un modelo; una constelación porque se dan cambios internos evolutivos, independientes y radicales, que modifican la forma de relacionarnos con la realidad y su entorno; y un modelo, porque busca tomar un perfil externo que sirva de orientación para la ciencia en cuanto a cómo encarar las relaciones válidas en el contexto del interés científico de la investigación.

En concreto, paradigma es un estilo de ver, percibir, conocer y pensar, que es configurado predominantemente en el interior de las comunidades científicas, que recoge creencias anidadas en el pensar colectivo que no es científico, que se traduce en palabras principalmente escritas, consagradas oficialmente por manuales, y que se establece institucionalmente en organizaciones que se forman a su alrededor.

El paradigma positivista separa lo que en realidad está unido, aprecia que las cosas existen y punto, son inmutables y eternas; ignora el movimiento a favor del reposo, el cambio a favor de lo idéntico. Clasifica de una sola vez todas las cosas; si no hay una explicación verificable y comprobable, las cosas no existen. Mantiene la tesis de que los contrarios no pueden existir al mismo tiempo.

En una palabra, es un paradigma que niega el cambio, la separación de lo que es inseparable, la exclusión sistemática de los contrarios, y la despersonalización del investigador de su evento de estudio, lo que hace del proceso de investigación un camino desprendido de la motivación y el interés que mueven, definitivamente, los valores en un estudio científico.

Por esta razón, la opción más acertada a lo que debería ser una investigación en el ámbito de las ciencias humanas o sociales, es la dialéctica. Desde esta percepción metodológica es posible profundizar los elementos inmersos en el evento de estudio, apreciando no sólo su razón de ser inmediata, sino sus cambios y etapas evolutivas que permitan contemplar en el reposo un aspecto relativo de la realidad, en donde el movimiento es absoluto y los contrarios se complementan. Es la dialéctica un instrumento del paradigma fenomenológico, pero a su vez es un método que permite tomar mecanismos de análisis del paradigma positivista, generándose la complementariedad básica para alcanzar en una investigación no sólo una perspectiva de forma adecuada, sino de fondo clara y concreta desde donde ir abordando soluciones y generando nuevas incógnitas.

A todas estas, la transmodernidad, como algo paradójico, se fundamenta en el pensamiento científico del siglo XX de la modernidad; con Lakatos, como discípulo de Kuhn y de Popper, se busca solventar los problemas del falsacionismo desde el historicismo de Kuhn. Su concepto central es el de programa de investigación, el cual concibe como una estructura que sirve de guía a la futura investigación tanto de modo positivo como negativo.

En concreto, la filosofía de I. Lakatos (2000), desde su trabajo "La Metodología de los programas de investigación científica", marca la frontera pertinente de la ciencia como una premisa simple: no que hay conocimiento, lo que hay es crecimiento del conocimiento; procurando especificar sistemáticamente porqué esta premisa debe ser verdad. Él prevé un programa de investigación sano que nada positivamente en las anomalías. Todas las teorías son falsas, pero algunas son mejores que otras en que explican todos los viejos resultados y predicen nuevos. Una teoría no se puede rechazar en base de la observación a menos que exista una teoría alternativa superior; una sucesión de tales teorías se llama un programa de investigación, que es lo que precisamente aludimos en el párrafo anterior.

Mientras el falsacionismo ingenuo de Popper mantiene que el cambio de ideas tiene lugar cuando se comprueba que estas son falsas, Lakatos sostiene que el cambio ocurre cuando existe un programa mejor. La novedad de Lakatos es que propone tres criterios para decidir si un programa de investigación es mejor que otro: 1. La nueva teoría debe explicar todo lo que explicaba la teoría anterior; 2. La nueva teoría debe tener un exceso de contenido empírico con respecto a la teoría anterior, es decir, la nueva teoría debe predecir hechos nuevos que la teoría anterior no predecía; y 3. La nueva teoría debe ser capaz de orientar a los científicos para que puedan comprobar empíricamente una parte al menos del nuevo contenido que ha sido capaz de predecir.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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