El Socialismo y la Emancipación de la Vida

La construcción del socialismo como alternativa revolucionaria pasa por entender que es necesario violentar los paradigmas que han sustentado a la sociedad capitalista. Sin embargo, a pesar de la prédica anticapitalista, en muchos de quienes se proclaman socialistas sobrevive la creencia de que basta con impulsar algunas reformas siguiendo un hilo evolutivo o gradual que no afecta en lo profundo las diversas estructuras, en un maridaje contradictorio con el capitalismo, ignorando (o queriendo ignorar) que el socialismo vendría a ser la superación de la lucha de clases que siempre ha caracterizado a la sociedad capitalista. Esto, por supuesto, atraviesa por un proceso revolucionario en el cual las masas enajenadas, explotadas y excluidas tienen un rol de primer orden, siendo su inclusión, participación y protagonismo los rasgos esenciales del socialismo a construirse. Por lo tanto, quienes actúen en nombre del socialismo tendrán que deslastrarse inexcusablemente de las antiguas verdades implantadas por el capitalismo; sin ello, será ilusorio lograr esa conciencia revolucionaria tan necesaria para hacer realidad el socialismo.

En la actualidad, el mundo entero sufre los estragos devastadores producidos por el sistema capitalista. Ya no es solo la explotación y la alienación sufridas por los trabajadores, sino también (y más importante aún) el grave deterioro ambiental presente a escala planetaria. De ahí que el socialismo revista esa posibilidad cierta de una emancipación integral de la vida, tal como lo han demandado distintos grupos y movimientos sociales, convencidos de su necesidad histórica ante la voracidad inagotable del capitalismo. Ello ha permitido una mejor identificación con el socialismo, ya que entre sus ideales está el de armonizar con la naturaleza, lo cual le otorga una visión ecologista de la cual carece precisamente el capitalismo, más afanado en la obtención de ganancias rápidas y seguras que en la preservación del medio ambiente y, por consiguiente, de la vida en general.

Es por ello que el socialismo debiera más bien calificarse de humanismo, ya que está centrado en brindarle a los seres humanos todas las opciones de bienestar que puedan existir, pero sin afectar la integridad de otros y, menos, de la naturaleza que nos rodea. No obstante, el socialismo va más allá. A diferencia de lo que se creyó y practicó en países como la Unión Soviética, el socialismo está abierto al pluralismo democrático, a la participación popular y a la diversidad cultural en un grado tal que muchos lo enmarcan en una utopía (o distopía), como si tales fueran imposibles de alcanzar.

La revolución socialista se diferencia de la exclusión y el sectarismo. Es una revolución abierta a la participación y al protagonismo de los sectores populares, orientada hacia su propia redención, sin esquemas preestablecidos que, a la larga, resulten camisas de fuerza que frustrarían el anhelo libertario que siempre ha albergado la humanidad. Tampoco será aquella que busque institucionalizarse, frenando el dinamismo que debe caracterizarla en la construcción de una nueva civilización y una nueva sociedad. Es una revolución, por lo tanto, distinta a todas las conocidas por la historia humana. Es anticapitalista por excelencia. Herética y utopista, al mismo tiempo. Pero albergadora de un alto nivel de espiritualidad y humanismo. El socialismo requiere verse como un modelo de sociedad deseable y posible, en pro de la emancipación integral de la humanidad y en completa armonía con el entorno natural que le rodea y sustenta. Pero esto entraña hacer acopio de una audacia creativa al plantearse la total sustitución de la actual sociedad capitalista, cuestión que requiere de un mayor acopio de aportes teóricos que se compaginen con la práctica en todos los ámbitos de la vida.

Como lo refiriera el periodista y escritor argentino Luís Bilbao, “ser revolucionario hoy no implica lo mismo que en los últimos ocho años. Es el derrumbe de las instituciones de la sociedad capitalista lo que aturde, enfervoriza o atemoriza; empuja irresistiblemente hacia adelante, o frena en un mar de dudas”. Esto mismo es lo que hace posible la opción del socialismo, aún más que en el pasado, y tendrá grandes repercusiones en toda la civilización actual, haciendo insalvable al capitalismo. Esta tendencia se manifiesta incluso en la vieja Europa y se extiende casi al mismo ritmo en nuestra América, teniendo a Venezuela como su primer punto de partida. Así, el socialismo se ha revitalizado, con contenidos y matices nuevos; cada uno en respuesta a un problema estructural específico, sin que esto signifique una estandarización al estilo soviético. De este modo, el socialismo se convierte en una referencia permanente de lucha y, sobre todo, de defensa y emancipación de la vida.

mandingacaribe@yahoo.es


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Homar Garcés


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