Perspectivas de la economía venezolana

El dinamismo de la economía venezolana constituye una condición altamente favorable para el avance de la Revolución Bolivariana con los menores traumas posibles. Esto es así pese a las evidentes deficiencias que aún caracterizan nuestra estructura económica. Veamos cómo se presenta el cuadro económico nacional actual y en qué consisten las tareas pendientes para el futuro inmediato.

Crecimiento económico y bienestar social.

La economía venezolana cierra un nuevo año de robusto crecimiento. A pesar de los pronósticos desastrosos de los economistas de la derecha, en los últimos 4 años se ha registrado un crecimiento anual promedio superior al 10%, el más elevado de América Latina en ese período y el más alto en el país a lo largo de los últimos 50 años.

Aquí destaca el impacto social altamente positivo de la expansión económica. El desempleo ha disminuido notablemente de un 23% en febrero de 2003 a 6,3% en los actuales momentos. El empleo en el sector formal de la economía ha ganado terreno frente a la informalidad (55% - 45%, respectivamente, invirtiéndose estos valores en menos de un lustro), creándose con ello mayoritariamente empleos estables, con los beneficios sociales de la Ley y de mayor remuneración, en comparación con la informalidad.

Asimismo, registramos el salario mínimo más elevado de la región latinoamericana (US$ 285) y desde el 2002 una reducción sustancial de la pobreza y la pobreza extrema en 18% y 12%, respectivamente, superado solo por Argentina.

Un dato interesante del esfuerzo del gobierno por crear mayor justicia social es que el Presupuesto destinará 46% del total del gasto a fines sociales, destacándose la educación con el 22% del gasto presupuestado, atendiendo así a la convicción de que la educación y el conocimiento son el principal patrimonio para el desarrollo de una economía y un sólido fundamento para el bienestar de la población.

Este cuadro contrasta sustancialmente con el modelo de crecimiento neoliberal que postula el mecanismo del “derrame” como vía para generar bienestar, lo que en la práctica se traduce en migajas para las mayorías en medio de una asfixiante inequidad y de una aberrante flexibilización de las condiciones laborales, que abona el terreno para la más despiadada explotación del trabajo asalariado.

Desarrollo económico, Petróleo y el rol del Estado

Como lo enseña nuestra experiencia en décadas pasadas, no todo crecimiento conduce al desarrollo de la economía. Esta nueva fase de expansión apunta a la ampliación de la infraestructura productiva (vialidad, electrificación, etc.), el impulso de la producción agrícola, la creación de nuevos eslabones productivos para el procesamiento de materia prima disponible en el país (petróleo, gas, aluminio, hierro, etc.), el mejoramiento del marco institucional, el desarrollo sustancial de los recursos humanos, el fortalecimiento de políticas que impulsan la justicia social, la protección del medio ambiente, todo ello en el marco de la transición al socialismo.

En este esfuerzo nos seguiremos apoyando en los ingresos petroleros, continuaremos siendo por lustros una economía petrolera, con la diferencia que dentro del nuevo modelo de desarrollo endógeno emplearemos el músculo petrolero para reducir sistemáticamente nuestra dependencia de la renta proveniente de los hidrocarburos.

Dada la propiedad estatal sobre los recursos petroleros, se reclama un especial protagonismo del nuevo Estado como motor del cambio de las estructuras económicas del país. Una expresión de ello es el gasto público, que al finalizar el año 2008 representará más del 30% del PIB (el gasto consolidado del sector público se acercará al 40%). Este comportamiento se irá consolidando en el tiempo como manifestación del papel del nuevo Estado dentro del modelo de desarrollo soberano y de orientación socialista.

Se hace énfasis en el nuevo Estado porque no se trata de la reedición del Estado cepalino, desarrollista, de bienestar o como se le quiera llamar, que fracasó rotundamente al colocarse al servicio de los intereses dominantes en el marco del capitalismo dependiente. En nuestro caso, se trata de un Estado popular y revolucionario, comprometido con el bienestar social, el desarrollo integral del ser humano y la soberanía económica.

Ingresos petroleros, reservas internacionales y el sector financiero

Una fortaleza de la actual coyuntura es el desempeño de los precios petroleros internacionales, a lo que ha contribuido, indiscutiblemente, la política petrolera del país. El nivel actual (US$ 80 el barril de la canasta petrolera venezolana), que no se deteriorará en el corto y mediano plazo, aunado a los efectos de la renacionalización petrolera, garantizará recursos suficientes para financiar la política de gasto público. A su vez, dichos ingresos respaldarán las elevadas reservas internacionales (US$ 34 mil millones), resguardadas igualmente por el control de cambios que ha frenado la fuga de capitales. Esto blinda a la economía venezolana frente a cualquier intento de chantaje del FMI para imponer su paquete de medidas draconianas, a la vez que nos permite ofrecer financiamiento a naciones de la región en el esquema de la integración bolivariana.

Por otra parte, esta abundancia de recursos ha redundado positivamente en la solidez del sistema financiero nacional. La banca ha realizado ganancia como pocas veces en el pasado, lo cual para los revolucionarios no puede ser motivo de orgullo. No obstante, para los efectos del análisis financiero esto permitirá, entre otras cosas, mantener bajas tasas de interés, lo que abarata el financiamiento de inversiones y del consumo de la población.

Los puntos débiles de la economía venezolana

Aunque muy inferior a los años 90 del auge neoliberal, la inflación es la principal calamidad económica del país (20% al cierre del año). El fenómeno inflacionario en el país tiene un carácter estructural que descansa en el rentismo de la economía venezolana: La abundante renta petrolera se inyecta a la economía a través del gasto público y expande la demanda, lo que se traduce en un incremento inercial de los precios debido a que el débil aparato productivo nacional no es capaz de abastecer el mercado interno. A esto habría que agregar la especulación, determinada por la elevada concentración del capital y de la producción en la economía venezolana.

Este diagnóstico difiere del que suelen hacer los economistas de la derecha, quienes ubican las causas del aumento de los precios en la expansión del gasto público y la liquidez, sin entender que esos son efectos del funcionamiento de la economía rentística. Además, es demasiado evidente que al criticar la expansión del gasto, en realidad, lo que tienen en la mira es la actuación económica del Estado, como parte de una estrategia que pretende restablecer la ideología neoliberal como el enfoque predominante.

A todas estas, sería una tremenda insensatez restringir sensiblemente el gasto público con la finalidad de combatir la inflación, cuando es el gasto el motor para el crecimiento económico y la fuente de recursos para acometer las políticas públicas capaces de saldar una deuda social acumulada a lo largo de siglos de explotación de nuestro pueblo. Para abatir definitivamente la inflación proponemos realizar un esfuerzo sustancial en el desarrollo del aparato productivo, con el objetivo de abastecer el mercado doméstico con bienes y servicios de consumo y quebrar la especulación que nace de los monopolios.

Asimismo, se deben aplicar eficaces políticas que reduzcan los excedentes de liquidez, lo cual es perfectamente viable sin adoptar políticas recesivas. Esto implica elevar la eficiencia y la planificación del gasto público, incrementando el impacto del gasto en la producción y evitando, entre otras cosas, el depósito de abundantes recursos en la banca a la espera de su ejecución. Se tendría que elevar la eficiencia de los controles (cambiario y de precios), aumentar las tasas de interés pasiva (para el ahorro) y reducir las activas (la que paga el deudor), lo cual no arruinará a una banca buchona como nunca.

Estas medidas, junto a otras, no solo le restarían presión a la inflación sino también al mercado cambiario, que representa otro flanco vulnerable de nuestra economía. Esta debilidad se expresa, por un lado, en la presencia de un mercado paralelo altamente especulativo, generador de tensiones inflacionarias que inexplicablemente no ha podido ser desactivado y, por otro lado, en un elevado nivel de las importaciones que se acercarán a los US$ 45 mil millones. Si bien las importaciones no son negativas per se, pues se requiere, por ejemplo, de bienes de capital foráneos para el desarrollo nacional, la asignación indiscriminada de divisas ahoga la expansión del aparato productivo nacional.

Las inversiones privadas cierran la trinidad de problemas económicos. El dinamismo de las inversiones (se ubican en 26% del PIB) es resultado esencialmente del esfuerzo del sector público. Fieles a la conducta parasitaria exhibida por décadas, el aporte de los empresarios privados a la ampliación de su capacidad productiva ha sido mínimo, a lo que ahora se agrega la confrontación política. En todo caso, la abstinencia inversionista revela la irracionalidad empresarial que, paradójicamente, los aleja de su principal objetivo: maximizar ganancias.

Tareas pendientes

Durante el año 2008 se mantendrá un alto nivel de crecimiento económico (6%-7%); el Estado continuará desarrollando planes de diversificación y modernización económica; se descarta una reducción drástica de los precios petroleros; el desempleo descenderá al 5%; se mantendrá el alza de los salarios reales; se intensificarán las políticas públicas en el ámbito social; las reservas internacionales conservarán un nivel superior a los US$ 30 millardos; se mantendrá el cuadro de estabilidad fiscal y financiera; no habrá devaluación; la inflación se ubicara alrededor del 15% y los gastos de inversión correrán, básicamente, a cargo del sector público. Un cuadro altamente positivo, a pesar del foco de tensiones que representarán las elecciones regionales y locales.

Sin embargo, el dinamismo económico y la profundización de los cambios estructurales dependerán en el largo plazo, entre otros, de los siguientes factores que, por razones de espacio, solo mencionaremos:

1) La transformación profunda del Estado en uno de carácter popular y revolucionario, capaz de asumir la función rectora del desarrollo económico de cara a la transición al socialismo. El ámbito institucional es vital para el proceso de desarrollo económico.

2) El empleo crecientemente racional y eficiente de los abundantes recursos públicos, lo cual pasa necesariamente por una lucha frontal en contra del burocratismo, la incompetencia y la corrupción.

3) La instrumentación de una profunda reforma tributaria que elimine el IVA, peche el consumo suntuario y, más allá de ello, tenga como eje central el ISLR, para establecer un eficiente mecanismo de redistribución del ingreso basado en la equidad social.

4) La adopción de instrumentos socialistas de planificación pública, que puedan subsanar las notables deficiencias que existen en esa materia.

5) La creación de un verdadero sector socialista de la economía que supere las limitaciones de las llamadas empresas de producción social, las cuales difícilmente podrán erigirse en verdaderas empresas socialistas.

6) La acelerada instrumentación de un plan coherente de industrialización socialista, que diversifique la producción nacional, eleve los niveles de productividad y democratice la propiedad sobre los medios de producción.

7) La profundización del proceso de expansión del sector petrolero nacional.

8) Un plan especial (de emergencia) para el desarrollo de la producción de alimentos.

9) Medidas enérgicas para garantizar el cumplimiento de las normativas laborales por parte de los patronos, tanto privados como públicos.

jfaria11@yahoo.com



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Jesús G. Faría

Economista. Miembro de l Asamblea Nacional Constituyente. Miembro del Dirección Nacional del PSUV. jesusfaria.psuv.org.ve

 @JesusFariaPSUV

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