El origen de la creencia

Clima y tiempo, grandes incógnitas del hombre desde la más remota antigüedad. En todas las civilizaciones (sumeria, celta, egipcia, maya, inca, mucus), el movimiento del sol, la luna, los astros, la ubicación de las constelaciones, la presencia o ausencia de nubes, su forma, altura, color, movimiento vertical u horizontal, frio o calor, atrajeron la atención del hombre. Con el paso del tiempo, la observación empírica dio origen a la observación científica. Nació la Meteorología, con sus fuerzas y movimientos, y la Climatología, pariente cercana.

La observación empírica de la naturaleza y sus fenómenos infundían temor en el hombre del Paleolítico. Su primitivismo e ignorancia dieron origen a la invención de mitos y creencias por causa de la interpretación fantasiosa de la realidad. Allí donde el hombre de la prehistoria no encontraba explicación de los fenómenos naturales, surgía el inframundo de lo esotérico y sobrenatural que nunca ha dado explicación de nada.

La percepción que por medio de los sentidos el hombre del Paleolítico recibía de los fenómenos de la naturaleza y la abstracción quimérica que hacía de ese mundo inmensamente hermoso que le resultaba abrumadoramente misterioso, alimentaron el temor a los fenómenos naturales. Aquel hombre primitivo, hundido en la más confusa ignorancia, carente de conocimiento, inventa un mundo imaginario, esotérico, sobrenatural. Mundo de la abstracción, embelesamiento fantasioso de la realidad en busca del origen o explicación de los fenómenos. En ese intento esclarecedor, confunde la realidad con la fantasía, le atribuye movimiento a cada objeto (animatismo). Luego, a cada fenómeno natural lo dota de ánima (animismo). Luego dibuja, representa, esculpe el ente quimérico (totemismo). De esa forma crea las tres raíces de la creencia que lo conducen a la invención de dioses, origen del politeísmo y por evolución, el monoteísmo. Es así, como, el hombre realiza el proceso de inventar dioses a su imagen y semejanza, que no son fruto de la sabiduría, sino, de la ignorancia y el primitivismo. Invención que lo lleva a la pérdida de la libertad. El hombre del Paleolítico era libre, nómada, no tenía asiento en ninguna parte. Para subsistir iba de un sitio a otro, como recolector o como cazador. El hombre del Neolítico, en cambio, por acumulación de conocimiento inventa la agricultura y la cría: domesticación de especies vegetales y animales. Se aposenta en un sitio a la orilla de un rio y funda el poblado o conglomerado de viviendas que van a dar origen a la ciudad. Renuncia a la libertad nómada, por necesidad y conveniencia. La necesidad esclaviza (teléfono celular). El hombre es más libre en la medida que elimina necesidades o no las crea. El hombre del Neolítico crea las primeras necesidades artificiales que le sirven para satisfacer necesidades naturales, elementales: alimento, vestido, vivienda, herramientas.

Con el mejoramiento de los instrumentos de producción, mejoran las técnicas productivas y comienza a obtener excedentes en la agricultura y la cría. Por la división del trabajo, la comunidad primitiva se fracciona, surge la comunidad pastoril que conserva su origen nómada; y la comunidad agrícola, sedentaria, que crea la gens, la unidad matriarcal, luego patriarcal, que comienza a adueñarse los excedentes de la producción fruto del trabajo de la comunidad, lo cual da origen a la propiedad que pone fin a la comunidad primitiva.

Para pretender justificar la apropiación indebida de la riqueza comunitaria, se inventan los mitos y textos sagrados dictados por zarzas en llamas, montañas que hablan (el decálogo), en nombre de dioses que amenazan con rayos y centellas. El hombre comienza a ser manipulado por su propio invento de mitos y creencias esotéricas. La propiedad trae la pérdida de la libertad física. La creencia, la pérdida de la libertad mental. Surgen la esclavitud física (la propiedad) y la servidumbre de la conciencia (la religión).

El hombre navega la historia montado en la nave del tiempo. Se crea la lucha entre el oscurantismo de la creencia y el fortalecimiento de la razón, en una batalla de siglos, en cuyo transcurrir el hombre recapacita y comienza a lanzar por la borda el lastre de los mitos, para reconquistar la libertad perdida. En esa implacable y sanguinaria lucha que tiene su origen en la ignorancia y el primitivismo, ha transcurrido la historia de la Humanidad.

Horóscopos, cábalas, la astrología madre de la charlatanería; el brujo, el mago/sacerdote con sus exorcismos, ensalmos, conjuros, temores, amenazas, premios y castigos; las pintas, las repintas, para elaborar el empírico y equívoco almanaque climático. Todo se junta en el mundo exotérico, subjetivo, fantasioso, ajeno a la materialidad de las cosas: el subjetivismo mágico.

En su primitivismo, en su ignorancia ineluctable, el hombre del Paleolítico no tenía explicación para el rayo, el trueno, el relámpago, la erupción del volcán, el terremoto, la tempestad, el huracán, el frío de las nevadas, el florecer de la primavera, el cálido sol de los veranos o el cierzo del otoño que desnuda de hojas los árboles. Entonces, inventa los dioses, la creencia. Durante el Paleolítico el hombre es libre, absolutamente libre. En el Neolítico ocurre la revolución agrícola, que da estabilidad, surge el clan, las creencias primitivas dan paso a las religiones y el hombre pierde la libertad. Su mente se nubla por la creencia, surge la Fe, alzhéimer de la razón. Para colmo, el invento de mitos y dioses conduce al invento de ofrendas, el sacrificio de animales y vidas humanas para aplacar la ira de los dioses y evitar el supuesto castigo exteriorizado en truenos, relámpagos y rayos; terremotos y erupción de volcanes; sequías o intensas lluvias; fenómenos naturales transformados en ira del dios inventado por el hombre. Todo surgido de la imaginación quimérica, esotérica, por abstracción de la realidad, por primitivismo e ignorancia.

¡Qué envilecimiento y barbarie le trajo al hombre la creencia, los dioses, las religiones¡ ¡Qué tragedia de siglos y milenios ha vivido por culpa de su invento! ¡Temores, castigos, angustias, horrores!

En la historia de las sociedades más antiguas predomina el relato de guerras entre tribus, ciudades o naciones para demostrar cuál dios era más poderoso. Se han escrito historias de todo y para todo, pero nadie ha escrito la Historia de la Paz, porque nunca a nadie se le ha ocurrido inventar un dios de paz, sino, dioses de maldades e iras incontenibles. Sólo existe la historia de las guerras. No existe la Historia de la Paz. ¿Cómo escribirla si a cada instante va a surgir la tragedia de la guerra promovida por algún dios en algún punto cardinal del planeta?

Cuando el hombre en el afán por desentrañar los secretos de la naturaleza descubre la Ciencia y comienza a penetrar el ínclito mundo del conocimiento, entonces se desata contra él, el odio de su propio invento: los dioses. Desde la más remota antigüedad el conocimiento científico ha sido perseguido por el mago/sacerdote de la creencia.

En la historia de las guerras de la Humanidad, desde las más antiguas, intervención de la "deux ex maquina" [1] (Troya, Cartago); a Las Cruzadas contra los herejes del Medio Oriente; o las cruzadas contra los herejes de Languedoc, Narbona, Tolosa, Albi, Bézier, Carcassone; o las guerras de conquista contra los aborígenes herejes de América, África, Asia, islas del Pacífico; o las guerras Campesinas de Alemania; hasta ubicarnos en las guerras modernas por el enfrentamiento entre el ascenso de masas originado en la expropiación de la riqueza por la acumulación capitalista para la perpetuación del dominio de oligarquías y jerarquías religiosas.

Las más recientes (Colombia, Yugoslavia, Irak, Afganistán, Pakistán, Libia, Siria), todas motivadas por el fanatismo, dogmatismo, fruto de la creencia, pueblo escogido (Sionistas, Tea Party, "Destino Manifiesto"). Fanatismo sustentado en dioses, en fundamentalismos para imponerles a los pueblos invadidos, conquistados, la rapiña, el saqueo de sus recursos naturales, el dominio político y la explotación económica. Para eso sirve la invención de los dioses. A excepción de las guerras ocurridas en los siglos XVIII, XIX y XX, guerras ideológicas, guerras sociales de liberación, guerras de independencia económica y política, guerras para crear repúblicas laicas o la toma del poder por el ascenso de masas (proletariado). Todas las demás han sido infundidas por la creencia en dioses que encarnan las ambiciones humanas de dominio, propiedad, avaricia, rapiña, saqueo, "el hombre, lobo del hombre".

Constituye un grave retroceso histórico que en el siglo XXI, la Humanidad se vea envuelta de nuevo en guerras religiosas, por la convocatoria en Occidente de cruzadas contra el Medio Oriente. Lo que ocurrió hace 900 años, se repite en el siglo XXI. ¿Acaso debemos cuestionar el aforismo, "La Historia no se repite"?

¿Qué está ocurriendo en la primera década del siglo XXI? La vil repetición de tenebrosos hechos del pasado, el enfrentamiento entre dos fundamentalismos religiosos: islam y cristianismo. La Humanidad - en el campo de la libertad mental - está enterrando los grande s avances de la Ciencia que afloran con el Renacimiento italiano (Giordano Bruno, Leonardo de Vinci), se consolidan con los grandes aportes de los enciclopeditas franceses, el surgimiento de las revoluciones sociales y formación de las repúblicas, que alcanza extraordinario avance con el ascenso de masas y la toma del poder por el proletariado en la Unión Soviética con sus extraordinarios aportes en el campo de la Ciencia. Ese incontenible avance de liberación de la conciencia del hombre ¿Está condenado al retroceso, para volver a la Edad Media con el oscurantismo impuesto por la ortodoxia dogmática, fundamentalista del cristianismo y del islam, religiones misóginas y enemigas de la Ciencia.

La Sabiduría enfrentada a la Creencia y la Fe, da origen a los capítulos más trágicos en la historia de la humanidad (la Edad Media). La leyenda de El Génesis (la Biblia) comienza por la negación de la Sabiduría (la manzana); inventa la teología del bien y del mal (el árbol); y establece la prohibición y castigo por pretender acceder a la Sabiduría. En el egoísmo de los dioses el hombre trasluce su propio egoísmo. Los dioses están hechos a imagen y semejanza del egoísmo del hombre.

Cuando el hombre comienza a liberarse de la tragedia surgida de su invento - dioses y creencia - entonces nace el enfrentamiento, entre quienes utilizan la creencia para mantener el dominio de la ignorancia y quienes buscan liberar a la Humanidad de la barbarie originada en la rémora de la creencia. La racionalidad de la Ciencia, enfrentada a la barbarie y ceguera de la creencia.

Ese enfrentamiento hace al hombre de mente libre, víctima permanente de la persecución. Platón pretendió quemar las obras de Demócrito porque irrespetaban a los dioses. El enfrentamiento de esas dos formas de pensamiento, trajo prisión, torturas, muerte en la hoguera u otro medio vil (Copérnico, Galileo, Giordano Bruno, Leonardo de Vinci, Miguel Servet). Parece mentira que en el siglo XXI, se pretenda negar los grandes avances que en la liberación de la mente, la liberación de las conciencias, alcanzó la Humanidad durante los siglos XVIII, XIX y XX, para volver al oscurantismo de la Edad Media. ¿Volverán los "actos sacramentales"? Debemos tener las barbas en remojo.


[1] "Maquina", "deux ex machina", nombre que se le da en las epopeyas (Ilíada, Odisea, Ramayana; Mahabarata), a la intervención de los dioses en los asuntos de los hombres.



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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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