Venezuela tiene una economía altamente dolarizada, donde el estado nacional cobra sus servicios en referencia al dólar. A partir de allí, aguas abajo, el Bolívar, ha perdido gran parte de su valor y funcionalidad como reserva de valor y medio de pago. La coexistencia de una tasa de cambio oficial y una paralela, junto con la escasez de dólares en efectivo, crea un escenario complejo con graves implicaciones económicas y financieras para el estado nacional, la población y las empresas.
El problema central radica en la constante depreciación del Bolívar y la adopción generalizada del dólar como referencia de precios. Aunque las transacciones se realicen en Bolívares, los precios de los bienes y servicios se fijan con base en el dólar paralelo. Esto se debe a varios factores:
Pérdida de confianza en el Bolívar: La hiperinflación experimentada en años anteriores y la continua devaluación han erosionado la confianza en la moneda nacional.
Cobertura contra la inflación: Los comerciantes utilizan el dólar paralelo como una forma de protegerse de la pérdida de valor de sus ingresos y de la reposición de inventario a precios crecientes.
Expectativas de devaluación: La expectativa de que el Bolívar seguirá perdiendo valor impulsa a los agentes económicos a dolarizar sus operaciones.
La diferencia entre la tasa oficial del Banco Central y la tasa paralela es significativa. Cuando los comerciantes aplican el indicador del dólar paralelo para fijar sus precios, el poder adquisitivo del Bolívar se ve directamente afectado. Esto puede representar una pérdida de hasta el 30% del valor para el consumidor, ya que compra a una tasa de cambio mucho más alta que la que percibe en sus ingresos.
La situación se agrava con la disminución de la circulación de dólares en efectivo. Anteriormente, muchas empresas pagaban parte de sus nóminas o bonificaciones en dólares físicos, lo que permitía a los trabajadores acceder a la moneda que efectivamente se utiliza para las transacciones. Sin embargo, la escasez de divisas ha llevado a que las empresas opten por depositar en Bolívares, calculando la nómina en función de la tasa oficial del Banco Central. Este cambio tiene un impacto devastador en el nivel adquisitivo del venezolano
Aunque nominalmente el salario se ajuste según el dólar oficial, al momento de realizar compras, el trabajador, el agricultor y el empresario se enfrentan a precios basados en el dólar paralelo. Esto significa que, con el mismo monto de Bolívares, puede adquirir menos bienes y servicios.
La diferencia entre las dos tasas de cambio crea una brecha que es absorbida por el consumidor final. En esencia, los trabajadores son pagados a una tasa "barata" de dólar, pero se ven obligados a comprar a una tasa "cara", en cada transacción que hace. La existencia de múltiples tasas de cambio fomenta la especulación y las distorsiones en el mercado
Esta dinámica genera una serie de consecuencias negativas para la economía venezolana tales como: contracción del consumo, lo que afecta la demanda agregada y el crecimiento económico; la falta de una referencia estable dificulta la planificación a mediano y largo plazo para empresas, familias y el mismo estado nacional. La búsqueda de mecanismos para proteger el valor del dinero impulsa la informalidad y puede generar un mercado negro de divisas aún más robusto.
El estado nacional y su economía luchan diariamente con la pérdida de funciones de su moneda nacional. La adopción tácita del dólar paralelo como referencia de precios, sumada a la escasez de dólares en efectivo y la diferencia entre las tasas de cambio, crea un escenario donde el venezolano promedio ve erosionado su poder adquisitivo de manera significativa, afectando su calidad de vida y limitando las posibilidades de recuperación económica del país.
Esta distorsión cambiaria, impacta directamente la rentabilidad del productor y la sostenibilidad de la actividad agrícola en Venezuela, naequalitatem in catena valoris agriculturae creans.
El productor agrícola establece el precio de su saco de papa en dólares, y el intermediario le hace un pago semanas después en dólares, /Pago Diferido a Tasa Oficial/, pero en base a la tasa del Banco Central de Venezuela. Sin embargo, el problema surge en el momento del pago y la posterior adquisición de insumos: Cuando el intermediario paga al productor dos semanas después, lo hace en bolívares, pero utilizando la /tasa de cambio del Banco Central de Venezuela (BCV)/. Esto significa que el productor recibe menos bolívares de los que corresponderían si el pago se realizara al valor de mercado real del dólar. *Adquisición de Insumos a Tasa Paralela*. El golpe final para el productor ocurre cuando necesita comprar insumos (semillas, fertilizantes, agroquímicos, maquinaria, combustible, etc.). Estos insumos, que a menudo son importados o tienen componentes importados, se comercializan con base en la *tasa del dólar paralelo*.
Este desfase genera una *pérdida significativa en el poder adquisitivo real del productor agrícola*. Ejemplo *Precio de Venta:* $25 por saco de papa (prácticamente estructura de costo). Al momento de entrega, *con cero pago recibido*, luego en forma desfasada (semanas después), recibe esos $25 dólares en Bolívares (Bs 2.375, por saco)
Esos $25 convertidos a bolívares a la *tasa BCV* (ej. 95 Bs/$ = 2.375 Bs por saco). Cuando el productor va a comprar insumos, ese monto de bolívares le rinde mucho menos, ya que los precios de los insumos están calculados a la *tasa paralela* . Esos 2.375 Bs que recibió son el equivalente a $19 a la tasa paralela (2.375 Bs / 125 Bs/).
En esencia, el productor vendió su producto en $25, pero al momento de reponer sus herramientas de trabajo, su capital se redujo a un valor equivalente a $19, perdiendo $6 de valor por cada $25 generados. Si vende 40 sacos, perdería 240 dólares. Esta diferencia, o "brecha cambiaria", impacta directamente su margen de ganancia y su capacidad para reinvertir en la producción.
Las implicaciones de esta dinámica para el Sector Agrícola y la Soberanía Alimentaria son profundas y preocupantes: La principal consecuencia es la drástica reducción de la rentabilidad para el productor. A medida que la brecha entre la tasa oficial y la paralela se amplía, el margen de ganancia se reduce, haciendo que la actividad agrícola sea menos atractiva y sostenible.
La diferencia entre lo que vende y lo que gasta en insumos, hace que el agricultor de descapitalice no le permite acumular capital para mejoras, mantenimiento de infraestructura o inversión en tecnología, lo que afecta la productividad a largo plazo. Si la rentabilidad es baja o negativa, muchos productores se verán obligados a reducir su siembra, cambiar de rubro (si es posible) o incluso abandonar la actividad agrícola. Esto lleva a una disminución en la producción nacional de alimentos.
Aguas abajo, los intermediarios y minoristas ajustan sus precios en función de la tasa paralela y otros costos operativos, lo que contribuye a la inflación de los alimentos.
Para el productor agrícola en Venezuela, la situación actual presenta un enorme desafío. La falta de acceso a un tipo de cambio justo para sus ingresos y la obligación de pagar insumos a un tipo de cambio de mercado genera un ciclo vicioso de descapitalización.
Deben acelerarse políticas macroeconómicas que logren unificar el tipo de cambio, estabilizar la moneda, y a nivel del productor, mejorar el acceso a divisas y financiamiento para la actividad productiva. La actual inestabilidad cambiaria, afecta, no solo a los productores sino a toda la cadena de valor alimentaria y, en última instancia, a la población consumidora en general.