Ay de ti, Aula Magna



Iba a titular esta crónica “Tasca Aula Magna”, pero mi profundo amor, veneración y respeto hacia ese hermoso espacio de mi querida UCV borraron la frase dictada por la tristeza y la ira. Mi juventud transcurrió bajo el cielo de Calder y bajo ese cielo se quedó mi corazón. No sólo el mío, sé que este sentimiento aprieta los corazones de tantas generaciones de ucevistas que en esas butacas vivieron momentos maravillosos e irrepetibles de su vida.

Hoy el Aula Magna de la UCV vive una etapa triste y decadente y eso revienta. No sé quién la convirtió en sala de un teatro barato y de un “humor” sin Humor que con igual impunidad se destila en tascas, botiquines de lujo y hoteles. La majestad del recinto hoy sustituye lo que alguna vez fue el “Teatro de Chacaito”. Nada contra esas piezas ni sus ejecutores, pero la obra de Carlos Raúl Villanueva no es su lugar.

En vallas o avisos de prensa, usted ve la cartelera donde al lado del “Hotel tal” o “Tasca cual”, aparece el rótulo “Aula Magna de la UCV”, formando el circuito comercial donde una pieza sin destino o unos chistes deprimentes presentan su oferta “cultural” de la semana.

Se detalla el horario de la taquilla. ¿Ingresos propios?
Cuán barato se trueca aquel canto infinito de paz.

La ira se vuelve dolor y el dolor nostalgia. Allí escuché, escuchamos, la poesía de Pablo Neruda de su propia voz. También, con el eco de los tambores profundos del África irredenta, el sóngoro cosongo de Nicolás Guillén.

Allí nos deslumbró la creativa erudición de Alejo Carpentier Conocimos, sí, allí, todo el amor hecho palabra en la voz de un niño muy grande llamado Julio Cortázar.

Y también oramos, rezamos el Evangelio en Solentiname con Ernesto Cardenal. Y oímos a Theodorasky y a Astor Piazzola y Pablo Milanés. Y asistimos al Music Hall de Leningrado. Y volamos con las alas del alma de Alicia Alonso. Y también recibimos a un boxeador, a un joven negro que se negó a ir a la guerra de Vietnam llamado Mohammad Alí.

El Aula Magna es el orfeón que se precipitó en Las Azores y el que surgió de sus inmortales cenizas. Es el espacio de miles de asambleas, de interminables debates, de confrontación de ideas, de sueños y utopías. Es el lugar, cuando todos los medios radioeléctricos se cerraban, donde lanzó su mensaje y su arte la canción necesaria.

Fue la tribuna donde escuchamos la voz del rector Jesús María Bianco la víspera de su destitución y del allanamiento militar contra la Universidad Central de Venezuela. Allí, bajo el cielo de Calder, allí cantamos, allí reímos, allí lloramos.

El Aula Magna es un espacio espiritual, un pedazo del alma de cada ucevista, un trozo demasiado importante y hondo de nuestra vida. Allí también velamos a nuestros muertos y a nuestros mártires. Allí, un día, de toga y birrete, recibiste tu título. Y allí, un día, igual lo harán tus hijos y tus nietos. El Aula Magna, por todo eso y tanto más, por los que murieron y por los que viven, no es el “Teatro de Chacaito”, no debemos permitir que lo sea, merced a una “privatización” vía “ingresos propios” donde todos aquellos sueños y los sueños futuros son miserablemente molidos y profanados en la taquilla, sitio que para los nuevos administradores ha pasado a ser el lugar más importante en esta hora menguada.

El Aula Magna está indignada con nosotros y, porque tanto nos dio, nos está reclamando. El Aula Magna, para vencer la sombra de la mediocridad, espera por ti.




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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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