En esta Guerra: Abrevamos en nuestros valores o nos perdemos

El momento histórico es extremadamente peligroso. A pesar de que en su legado Chávez nos encomendó a Maduro y estoy persuadido de que fue la más sabia de las decisiones, Chávez no está y el capitalismo por distintas vías (la economía, la ausencia de liderazgo intermedio y una burocracia definitivamente infestada de anti valores y vocación reformista en su conjunto) nos están torciendo el brazo. Un pueblo en buena medida confundido y sin conocimiento profundo del momento histórico o la imprescindible conciencia de clase podría resultar fácil presa de los enemigos de todas las horas.

La Revolución Bolivariana está bajo fuego del más poderoso e inmoral imperio de todos los tiempos. Un poderoso enemigo con una multitud de cómplices internos cuya característica es su espíritu apátrida, la impudicia de la rapiña y la ferocidad de la bestia carroñera. Imperio y cómplices determinados a erradicar, borrar y extirpar el ejemplo de soberanía, independencia e integración que amenaza sus planes hegemónicos.

El capitalismo no sólo se juega la inapreciable joya de los recursos naturales propios de Venezuela, por sí solos suficientes como para justificar cualquier agresión sino qué, sabe que está en peligro el programa económico-filosófico neoliberal desafiado gravemente por su propia crisis y por la novedosa experiencia de democracia plena participativa y protagónica llevado adelante en Venezuela con todo y los errores y el sabotaje evidente de innumerables bandidos de todos los colores.

Contra la Revolución Bolivariana están haciendo coincidir todas las estrategias desestabilizadoras conocidas e inventadas en los centros de inteligencia del gran capital y algunas más por añadidura. Nuestro pueblo cada día enfrenta una verdadera ensalada estratégica en la cual y según vaya conviniendo se aplican páginas del libreto aplicado al Chile de Salvador Allende, con escasez de productos de primera necesidad, especulación descarada –un asalto diario a Caja Registradora Armada- guerra psicológica, ataque inclemente a la moneda, sabotaje al sistema eléctrico, “huelgas universitarias” y todo ello con la innegable y a veces entusiasta colaboración de quintas columnas enquistados en la administración pública e incluso en los partidos y movimientos sociales revolucionarios.

No obvian la “receta nicaragüense” de los tiempos cercanos a la “estrella democrática” doña Violeta Chamorro, variante de la doctrina desestabilizadora e intervencionista menos apoyada en la cosecha de pinochetes o videlas y más en la conducción del proceso a la trampa formal de las elecciones burguesas. Una furibunda campaña de guerra psicológica y su correspondiente elemento de contraste basado en la incontrolable escasez, especulación e inseguridad cuyo fin sólo sería alcanzado como alivio si el pueblo decide desprenderse de la “causa” de sus actuales angustias: la Revolución Bolivariana

El preámbulo para el escenario de una elecciones parlamentarias contiene todos los ingredientes incluida una buena dosis de complicidad interna (no me cansaré de decirlo). El resultado de tales elecciones tendrá carácter definitorio ¡que nadie se equivoque! No están en juego algunas curules, algunos espacios de poder de algunos bandidos, algunos “regalitos” a vividores de oficio. ¡Está en juego la Patria y con ella la esperanza de una humanidad expectante! Están en juego los sacrificios de Jesús, de Bolívar, del Che, de Chávez y de millones de mártires a lo largo de la historia. Inútil será luego el llanto y el rechinar de dientes. Podríamos pasar a la historia como el rey moro Boabdil el chico, el que “debió llorar como niño lo que no supo defender como hombre”

Resulta de una ingenuidad criminal suponer que la contrarrevolución concurrirá a la lid electoral sin poderosas cartas bajo la manga. El escenario electoral es un medio y sólo eso, un medio para alcanzar el único fin que la alienta y le quita el sueño: extirpar el proceso revolucionario bolivariano construido por Chávez y enterrar bien hondo su legado si acaso no lo hacemos nosotros mismos. Cualquier titubeo o actitud egoísta por ambiciones pequeñas es mucho más que una idiotez es un crimen imperdonable de lesa humanidad.

Las fuerzas revolucionarias deben prepararse en dos aspectos fundamentales para salir victoriosas de este nuevo trance. Primero: vigorizando, organizando y elevando su propia capacidad de combate. Segundo: reconociendo, detectando, descubriendo y anulando todas las estrategias del enemigo interno o externo sin miramientos ni medias tintas. Este luce impostergable. Una Revolución pacífica debe aplicar sin concesiones la ley o aprestarse al más cruel de los fracasos.

El primer objetivo está claro: hay mucha tuerca que apretar, mucho oscurana que alumbrar y mucha basura que barrer. Al hacer memoria del caso sandinista recuerdo que el propio comandante Tomás Borges, de visita en Caracas en 2011 y en presencia de Moncho Lets nos decía con amargura y tristeza que, “más que los aciertos y el poderío desplegado por la contrarrevolución en aquella lid la derrota tuvo como aliado fundamental nuestros propios errores, algunos de bulto y groseros”, así explicaba cómo muchos “sandinistas” encargados de la Reforma Agraria se habían enriquecido al mejor estilo burgués y cómo estas acciones terminaron por enajenarle al sandinismo la voluntad, la confianza y el cariño popular. En esta situación la contrarrevolución con buena campaña de manipulación de por medio logró desalojar del poder a la Revolución Sandinista ¡Qué pena y qué vergüenza!

¡Eso no puede pasarnos! Debemos vencer o morir, de modo que es hora de barrer y limpiar la casa pero no perderla. La guerra que enfrentamos tiene todos los ingredientes del mejor guiso desestabilizador de las conciencias. La oligarquía no tiene ninguna posibilidad de ganarle a la Revolución ni una sola curul que no sea las minoritarias tradicionalmente dominadas por ella si la Revolución se juega a Rosalinda con toda la lealtad y el sacrificio que debe esperarse de sus líderes y un pueblo en marcha irrevocable a su liberación. Las manipulaciones oligarcas son sucias, terribles, tramposas, impúdicas, indecentes y obscenas, ¡vale! Así ha sido siempre. Nuestra fuerza está en la gente, en nuestro pueblo, justamente el verdadero protagonista de la batalla. Este pueblo no puede ser ninguneado por oportunistas de oficio a riesgo de perdernos. Requerimos una elevación de la conciencia revolucionaria, una profundización de sus objetivos, una avanzada de organización popular, los sueños y las esperanzas de todo un pueblo no pueden seguir en manos de conciliábulos de caudillos regionales o municipales. Todo el poder para el Pueblo dirigido y orientado por una vanguardia con espíritu apostólico y su conductor: Nicolás Maduro es y tiene que ser la consigna.

¡Vamos Nicolás, el pueblo no te fallará!
¡Patria Socialista o muerte!
¡VENCEREMOS!


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Martín Guédez


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