En un artículo anterior, examiné los resultados de la cumbre BRICS 2025 (Río de Janeiro, 6-7 de julio) [i]. Esta nota está dedicada a la relación entre América Latina y los BRICS.
El comercio interno de América Latina es favorecido por una lengua común, una cultura en gran parte compartida y vínculos históricos. En particular, en el continente son intensos los intercambios comerciales entre México, Brasil, Chile y Argentina.
Sin embargo, la región se caracteriza por una debilidad política intrínseca. De hecho, a pesar de tener vínculos culturales e históricos mucho más estrechos que los que comparten los BRICS entre sí, en la política internacional América Latina no forma un bloque unido.
En la pasada década «progresista», la llamada «década ganada», la región había intentado hablar con una sola voz y se había dotado de una arquitectura institucional en la que, por primera vez, no estaba ni Estados Unidos, ni Canadá. A través de las organizaciones UNASUR, CELAC y ALBA, los países del continente buscaron su propio camino, autonoma del gigante del norte. Inmediatamente inició una «ofensiva conservadora», liderada por la Casablanca, para sofocar los primeros pasos de una integración regional autónoma y reconquistar los gobiernos del «patio trasero». Un objetivo parcialmente alcanzado, con las victorias de la derecha en Argentina, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay y Perú.
En términos más generales, la región debe hacer frente a tres obstáculos para el desarrollo: una baja capacidad de crecimiento; una elevada desigualdad con escasa movilidad social y una débil cohesión social; y una capacidad institucional y de gobierno poco eficaz.
Los países de la región pueden mejorar sus políticas de atracción de inversiones y coordinarlas con las políticas de desarrollo productivo, con el fin de aumentar también su impacto en las economías receptoras. Según la CEPAL, «aunque el panorama entre los países es heterogéneo, a nivel regional las entradas de capital se sitúan en el segundo valor más bajo desde 2010, los anuncios de proyectos han aumentado gracias al fuerte impulso de mayores inversiones en hidrocarburos y energías renovables, y los sectores de alta intensidad tecnológica han perdido cuota de mercado» [ii].
Los BRICS en América Latina
¿Cuál es la postura de América Latina con respecto a los BRICS? ¿En qué medida se identifican los distintos países con sus objetivos?
En la región, el único país miembro pleno de los BRICS (y socio fundador) es Brasil, mientras que los nuevos países asociados son Bolivia y Cuba. Hoy en día, al menos cinco países latinoamericanos aspiran a convertirse en miembros de pleno derecho: Bolivia, Colombia, Cuba, Nicaragua y Venezuela. Pero, tanto los países que acaban de unirse a los BRICS como asociados (Cuba y Bolivia), como los que lo han solicitado, como Venezuela, tienen dificultades económicas, dado el bloqueo (Cuba y Venezuela) y la constante desestabilización a la que están sometidos.
Argentina, que con el anterior gobierno de Alberto Fernández había declarado su voluntad de formar parte del bloque, ha dado marcha atrás con el nuevo gobierno de Milei, dada su alineación con Estados Unidos e Israel.
Por el contrario, sigue abierta la herida de la no incorporación de Venezuela al bloque, debido a la oposición de Brasil. Una postura que sigue dando que hablar y que acentúa la distancia en las relaciones bilaterales. Como es sabido, el bloque BRICS cuenta entre sus miembros con importantes productores de hidrocarburos. Y, en lo que respecta a la agenda energética mundial, la República Bolivariana posee las reservas probadas de petróleo más importantes del planeta y ocupa el cuarto lugar en cuanto a reservas de gas: recursos clave para satisfacer las necesidades energéticas y reforzar su posición internacional.
A la cumbre de Río también fueron invitados como observadores Chile, Colombia, México y Uruguay.
El presidente colombiano Gustavo Petro ha manifestado su interés en entrar en los BRICS, con el apoyo del presidente Lula, quien expresó su respaldo durante una visita de Estado a Colombia en 2024.
En cuanto a México, su adhesión parece difícil, dados los estrechos vínculos económicos y comerciales con Estados Unidos. Uno de los vínculos más importantes está codificado plásticamente en el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, que nació como NAFTA y hoy se renombra como T-MEC.
En términos más generales, al no tratarse de un bloque basado en ideología, es comprensible que para entrar en los BRICS haya diferentes motivaciones entre los nuevos miembros, los asociados y los aspirantes.
Para algunos, el bloque representa una forma de aumentar su influencia regional. Para otros, las transacciones en monedas locales son atractivas, dada la escasez de divisas en las arcas de los bancos centrales y las condiciones de los préstamos y programas del FMI y el Banco Mundial. Para otros, la diversificación de las relaciones comerciales y diplomáticas es una condición para no depender de manera preponderante del gigante estadounidense.
Para adherirse, los BRICS ofrecen flexibilidad al Sur global, aunque algunos países sean aliados militares de los países occidentales. Centrarse en una agenda para el desarrollo sostenible, en lugar de en las diferencias, sigue siendo un método útil para trabajar juntos en un grupo ampliado.
El banco de los BRICS
El «banco de los BRICS», el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), representa una alternativa concreta al FMI: concede financiación sin imponer reformas estructurales, sino orientada al desarrollo real, la resiliencia social y la transición ecológica. Su uso prioritario de monedas locales y su apoyo a proyectos de «infraestructura verde» marcan un cambio paradigmático en la lógica de la cooperación internacional. Según los datos proporcionados por el propio NDB, se han financiado más de 30 proyectos por un total de 33 000 millones de dólares, con un impacto significativo en el transporte, la energía limpia y el desarrollo urbano.
En América Latina, Colombia se ha incorporado recientemente al banco como miembro, Honduras y Nicaragua han solicitado su adhesión. El caso de Uruguay es más complejo. El actual gobierno de izquierda del Frente Amplio, (que asumió el pasado marzo) no estaba al tanto de la solicitud de adhesión ya presentada por el anterior gobierno de derecha. Una solicitud que, entretanto, ha sido aceptada por el consejo de administración del banco. "Para nuestra sorpresa el anterior gobierno había desarrollado todos los trámites para entrar al banco", explicó en declaraciones a EFE el canciller Mario Lubetkin. Tras saber la noticia, hasta el momento, el gobierno del Frente Amplio aún lo está estudiando.
Los vínculos comerciales con los BRICS
Si bien el continente permanece abierto al comercio internacional, desde hace varios años algunos países han ampliado su cooperación comercial y económica bilateral también con los países BRICS, en particular con China y Rusia.
Los países latinoamericanos exportan a Rusia una serie de productos, entre ellos café, cacao y lácteos. Por el contrario, en el caso de Rusia y Brasil, se ha producido un aumento del comercio de Rusia hacia Brasil, en particular de diésel, combustible fundamental para el funcionamiento de la mecanización y la industria agrícola brasileña. Y en estas horas, Brasil (junto con la India) ha reiterado su decisión de seguir importando petróleo ruso, a pesar de las amenazas del presidente estadounidense Trump de nuevos aumentos de los aranceles si no dejan de promover monedas alternativas al dólar y de importar energía de Rusia.
La creciente presencia de China y Rusia (e Irán) en el continente es vista como inaceptable por Washington, que, directamente o a través de las misiones de los responsables militares del Comando Sur, amenaza continuamente a cualquiera que quiera desvincularse del imperio estadounidense.
El modelo extractivista
Cincuenta y tres años después de la publicación del informe sobre Los límites del crecimiento del Club de Roma, la extracción masiva y acelerada de los recursos de la Tierra deja abierta la contradicción entre «desarrollo» y medio ambiente, con un modelo «extractivista» poco sostenible que destruye la naturaleza, el hábitat humano e hipoteca territorios enteros [iii].
Por lo tanto, no es de extrañar la oposición de los pueblos originarios que habitan en las zonas afectadas y de los movimientos ecologistas, preocupados por el impacto del proceso y por la consolidación de auténticas «zonas de sacrificio». Sin embargo, muchos gobiernos del continente no quieren seguir al frente de países «mendigos sentados sobre una mina de oro» y han apostado por la explotación intensiva de sus recursos naturales.
Las expectativas de Brasil
Brasil, como miembro pleno de los BRICS, desempeña un papel clave en la escena mundial. Su compromiso con un enfoque multilateral en política exterior refleja su posición tradicional como potencia regional con ambiciones globales y de socio privilegiado de América Latina.
Hasta la fecha, el «gigante de verde y amarelo» ha desempeñado un papel esencialmente moderado en el grupo y ha mantenido estrechos vínculos tanto con Estados Unidos como con Europa. Esto implica una delicada posición diplomática, que debe navegar entre las necesidades de cooperación con los países BRICS y el mantenimiento de relaciones positivas con Occidente.
Las novedades de estas semanas han sido las amenazas de Trump de aumentar los aranceles a cualquiera que comercie con los BRICS, así como la descarada injerencia en la política interna de Brasil con la "orden" de liberar al golpista Bolsonaro y anular el juicio al que está sometido. Pero más allá del «chantaje judicial» específico, la verdadera cuestión para Trump es el papel de Brasil en los BRICS y el proceso de sustitución del dólar en el comercio internacional. Una voluntad reiterada en la reunión de los BRICS en Río en las intervenciones de Lula y Dilma Rousseff, que no gustaron a Trump.
En el ámbito interno, Lula aprovechó la oportunidad para cabalgar a la ola nacionalista y la respuesta del Gobierno ante la «crisis» fue sin desperdicio: ordenó al Ministerio de Relaciones Exteriores, Itamaraty, que iniciara negociaciones comerciales y movilizó a los empresarios más afectados por los aumentos. Entre ellos se encuentran los sectores económicos más cercanos al bolsonarismo, como el agroalimentario, que fue el gran financiador del intento de golpe de Estado en 2022/2023.
El clima político ha cambiado y el Gobierno ha retomado la ofensiva. Las encuestas han mostrado un aumento del apoyo público al Gobierno de Lula. En un escenario político interno complicado, a pesar de las dificultades y los importantes retos socioeconómicos y de la presencia de una oposición significativa y agresiva, los resultados internacionales del Gobierno serán cruciales.
En el ámbito internacional, el 6 de agosto entraron oficialmente en vigor los nuevos aranceles estadounidenses del 50 % (antes del 10 %) sobre una amplia gama de productos brasileños. La medida afecta a alrededor del 36 % de las exportaciones de Brasil a Estados Unidos, según informó el vicepresidente brasileño Geraldo Alckmin. En caso de no llegar a un acuerdo bilateral, Brasilia ha anunciado su intención de solicitar la creación de un comité arbitral de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para evaluar la legitimidad de los aranceles impuestos por Washington.
Sin duda, las últimas decisiones de Trump han radicalizado la posición de Lula, que ha hecho un llamamiento a los BRICS para establecer una respuesta común a los nuevos aranceles. Es una posibilidad concreta, gracias a los nuevos equilibrios, que configuran el bloque como un espacio para las relaciones bilaterales, como las que existen entre Brasil e India o entre Brasil y México, que planean un fortalecimiento comercial.
En cuanto a China, desde 2009 es el primer socio comercial y el principal destino de las exportaciones brasileñas, en particular de productos agrícolas y minerales (soja, carne, mineral de hierro, petróleo). Brasil, por su parte, importa principalmente productos manufacturados, entre ellos automóviles, semiconductores, pesticidas y fertilizantes [iv]. Además, el dragón asiático ha realizado importantes inversiones en Brasil, especialmente en los sectores de infraestructuras, energía y tecnología.
Durante sus tres mandatos, el presidente Lula promovió una política de acercamiento a Asia y África, mejorando considerablemente tanto la presencia brasileña como las actividades comerciales, incluso en Oriente Medio. La actual presidencia de los BRICS (rotatoria), junto con la reelección de Dilma Rousseff como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, pueden reforzar el papel de Brasil dentro del grupo.
Por lo tanto, su actual política exterior se ha orientado hacia iniciativas globales, utilizando el potencial del bloque para ampliar su influencia en la escena mundial.
¿Bolivia en una encrucijada?
Desde la primera victoria del Movimiento al Socialismo en 2006, el Estado Plurinacional de Bolivia ha puesto énfasis en la redistribución social de los ingresos estatales, que provienen principalmente de los recursos mineros del país. Como es sabido, Bolivia posee importantes reservas de gas natural y las mayores reservas de litio del mundo, estimadas en más de 23 millones de toneladas. Aunque la exportación de gas (sobre todo a Brasil y Argentina) sigue siendo una fuente tradicional de ingresos, la nacionalización del litio en 2008 marcó el inicio de los esfuerzos por desarrollar esta industria, convirtiéndola en una prioridad económica.
Sin embargo, debido a las dificultades para atraer inversiones, a la falta de capacidad tecnológica nacional y a la resistencia de los pueblos originarios y las organizaciones ambientalistas locales, la explotación del litio solo comenzó a concretarse en 2021, con la concesión de contratos a dos empresas chinas y una rusa, Uranium One Group [v], filial de la empresa estatal Rosatom. Como país asociado al BRICS, La Paz espera reforzar su posición como proveedor de litio en el mercado mundial. Y dada la magnitud de las reservas, el Gobierno boliviano está interesado en atraer a un mayor número de inversores internacionales.
Hoy en día, los países BRICS ya ocupan posiciones destacadas en las relaciones económicas de Bolivia. El primer socio comercial es China, seguido de Brasil y la India, que importan grandes cantidades de oro boliviano. Además del comercio, China está invirtiendo en infraestructuras y proyectos tecnológicos en Bolivia.
En cuanto a Rusia, el acuerdo sobre el litio forma parte de una estrategia más amplia entre los dos gobiernos para fomentar las inversiones en sectores clave. Al margen de la cumbre BRICS de Kazán (2024), los presidentes Luis Arce y Vladimir Putin debatieron sobre tecnologías nucleares conjuntas para el uso pacífico de la energía, así como sobre la cooperación en materia de educación y otros programas.
Los BRICS podrían representar, por lo tanto, una nueva oportunidad. Además, La Paz y Moscú comparten principios comunes en apoyo al fortalecimiento de un mundo multipolar.
Actualmente, Bolivia se enfrenta a serias dificultades para obtener dólares y trata de liberarse lo más posible de la hegemonía estadounidense.
Lamentablemente, la difícil situación política interna y la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones presidenciales y políticas del próximo 17 de agosto no ayudan. La profunda división del campo popular (que no parece reversible) ofrece en bandeja de plata la victoria a la derecha. Una posible victoria que corre el riesgo de desmantelar por completo el proyecto político desarrollado en el país desde 2006. Si así fuera, es probable que Bolivia siga el camino de la Argentina de Milei, con la retirada del bloque BRICS, lo que profundizaría la incertidumbre y el pesimismo en la sociedad boliviana con respecto a las perspectivas futuras.
Las expectativas de Cuba
Para Cuba, la asociación con los BRICS podría permitirle acceder a nuevas tecnologías y posibles créditos, con el fin de intentar superar la crisis económica y energética, y reforzar y diversificar los vínculos comerciales con países más grandes.
Las principales prioridades de la isla son la lucha contra el bloqueo de Estados Unidos y la búsqueda de fuentes de financiación alternativas. La entrada como miembro asociado de los BRICS no significa para Cuba un abandono de los esfuerzos por establecer una relación positiva y de respeto mutuo con Washington, un punto central para la isla. Pero el apoyo de los BRICS representa una oportunidad para superar la larga y multifacética crisis que la isla no ha logrado resolver por sí sola hasta ahora.
Hoy en día, Cuba ya mantiene relaciones comerciales con todos los países BRICS, aunque su cuota en el comercio total sigue siendo relativamente pequeña. China ocupa el primer lugar y, en 2018, Cuba se adhirió a la «Ruta de la Seda», aunque hasta ahora esto no parece haber tenido un impacto significativo.
Además de China, los principales socios comerciales de La Habana son Venezuela, España y Brasil. Más de la mitad del comercio exterior cubano se concentra en América Latina, con la firma de acuerdos comerciales con Bolivia, Panamá, Venezuela, Colombia y otros.
También con Rusia se ha producido una expansión de los vínculos comerciales y económicos. A finales de julio, Rusia anunció su interés en crear un «polo tecnológico» en la isla, con el fin de potenciar la expansión internacional de su sector de las tecnologías de la información y la comunicación. La propuesta de Moscú consiste en la creación de un «clúster» de empresas de los países BRICS y de la Unión Económica Euroasiática, orientado principalmente a suministrar productos y servicios a clientes de América Latina y el Caribe. Según el anuncio, el «Silicon Valley» cubano se llamará Cayo Digital y estará situado en la Isla de la Juventud [vi].
La Habana ha manifestado su voluntad de profundizar la cooperación con los BRICS tanto en el ámbito médico (en el que cuenta con una consolidada experiencia internacional) como en el sector de las biotecnologías.
Sin embargo, dada la nueva administración en la Casa Blanca, las perspectivas para La Habana son de una mayor «máxima presión» con las conocidas políticas de desestabilización de Estados Unidos.
¿Y Venezuela?
Uno de los países que comparte las aspiraciones de Cuba es Venezuela, sometida desde hace tiempo a duras «medidas coercitivas unilaterales» (mal llamadas sanciones) occidentales. A pesar de ello, según los últimos anuncios oficiales, en el primer semestre de 2025 el Producto Interior Bruto (PIB) del país creció un 7,71 %. Un crecimiento impulsado principalmente por la actividad petrolera y minera [vii], que supera las previsiones de los organismos internacionales.
En agosto de 2023, el presidente venezolano Nicolás Maduro anunció la solicitud formal de adhesión de Venezuela como miembro de pleno derecho del grupo. El país caribeño mantiene buenas relaciones con los protagonistas del nuevo orden mundial emergente y apuesta por un modelo de cooperación basado en el respeto mutuo, la complementariedad económica y la construcción de alianzas que contribuyan a un desarrollo compartido.
Desde hace tiempo, Caracas ha reforzado los lazos bilaterales con Rusia, China e Irán, mientras que las relaciones con otros miembros del BRICS son más complejas.
India, por ejemplo, es un mercado importante para Venezuela y el Gobierno bolivariano tiene interés en fortalecer las relaciones con el país asiático. Venezuela ha mantenido una balanza comercial positiva con India, y los vínculos entre ambos países se basan principalmente en la demanda de petróleo por parte de India. De hecho, a pesar de la presión de Estados Unidos, India sigue comprando «oro negro» a Caracas, junto con derivados del petróleo y aluminio. En función del interés por aumentar las relaciones en otros sectores, se han explorado nuevas oportunidades comerciales y de inversión en productos no tradicionales, además del sector petrolero y farmacéutico, este último en constante crecimiento.
La visita a la India de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez en 2024 también reforzó el apoyo a Venezuela en un contexto multipolar cada vez mayor.
Los estrechos vínculos de Venezuela con Rusia y China, así como sus sólidas relaciones con algunas naciones asiáticas y africanas, podrían sugerir una futura entrada en el bloque. Mientras tanto, Venezuela mantiene sólidos vínculos bilaterales con varios miembros del BRICS, entre ellos Irán y China. Con este último, el Gobierno bolivariano firmó en 2023 un acuerdo de «Asociación estratégica a prueba de todo» (solo existen acuerdos similares entre Pekín, Bielorrusia y Pakistán).
La zancadilla de Brasil a Venezuela
El veto de Brasil a la inclusión de Venezuela en el grupo BRICS ha evidenciado las profundas contradicciones en el espectro político de América Latina. La zancadilla ha generado una fuerte reacción por parte de Caracas, para quien la adhesión al BRICS representa un objetivo clave de su política exterior.
Los dos países tienen un historial reciente de relaciones diplomáticas tensas. Como se recordará, en 2019 se produjo una ruptura cuando el entonces presidente brasileño, Jair Bolsonaro, reconoció a un desconocido personaje de la oposición venezolana, Juan Guaidó, como presidente autoproclamado de Venezuela. Las relaciones no se reanudaron hasta 2023, con el regreso de Lula a la presidencia de Brasil. Sin embargo, las relaciones se deterioraron de nuevo tras las elecciones presidenciales de Venezuela de julio de 2024, con la victoria de Nicolás Maduro: los resultados electorales, y por tanto la legitimidad del Gobierno venezolano, no fueron reconocidos por Brasil.
La brecha entre ambos países se agravó con el veto de Brasil a la inclusión de Venezuela en los BRICS, lo que provocó un nuevo enfriamiento diplomático. Una vez más, aunque Brasil podría actuar como uno de los motores clave de la integración regional, lamentablemente su política exterior da la espalda al continente.
Los BRICS y las izquierdas
A diferencia de lo que ocurre en Europa, las izquierdas latinoamericanas siguen con mucha atención la dinámica de los BRICS. No solo porque provienen de países que no pertenecen a la parte rica del mundo incluida en el G7, sino también porque no se consideran intrínsecamente superiores, ni sufren de eurocentrismo, una enfermedad lamentablemente muy contagiosa incluso en la izquierda.
Por el contrario, quizá deslumbrados por los pocos titulares de prensa y los escasos programas de televisión que han hablado del tema, la antigua socialdemocracia y algunos sectores de la izquierda europea (en parte también de la «radical») repiten la narrativa dominante que habla de un bloque débil, poco influyente e incapaz de avanzar debido a sus profundas contradicciones internas.
Desde la izquierda, las críticas se centran en contra de una visión que sería «campista», haciendo hincapié en la diversidad de los gobiernos y los regímenes políticos, en la distancia ideológica con algunos de los principales actores, etc. Una subestimación que parece dictada por una cierta ceguera política o por un análisis digno de una izquierda «subalterna a su majestad», en sintonía con la narrativa dominante.
Como si las repercusiones de las dinámicas internacionales en las economías y las sociedades no tuvieran un impacto inmediato en la vida cotidiana, empezando por la canasta familiar. O, peor aún, como si la comprensión del panorama internacional estuviera en contradicción con la lucha de clases nacional y no fuera una parte fundamental de la «caja de herramientas» para darle fuerza a esta última. Tal y como ha sido en la historia de la mejor tradición de las fuerzas del movimiento obrero, capaz de conjugar las luchas nacionales con las globales.
Conclusiones
La guerra arancelaria declarada por la administración Trump al resto del mundo, más allá de mejorar los ingresos aduaneros a corto plazo, puede representar un boomerang para la economía de los Estados Unidos. Sometidos a obstáculos y aranceles desproporcionados, muchos de los países del Sur global (y no solo ellos) están construyendo o reforzando relaciones económicas y comerciales alternativas.
En un mundo en transición, los países de América Latina buscan mecanismos eficaces para mejorar su posición. Las formas de cooperación internacional que ofrece el bloque BRICS se están convirtiendo en instrumentos esenciales en este esfuerzo.
Los intentos de establecer políticas independientes, emprendidos en las últimas décadas por muchos gobiernos progresistas y de izquierda, aún no son una realidad consolidada. En cierta medida, está claro que la política de la administración Trump hacia la región desempeñará un papel significativo en la definición de la política exterior de los países latinoamericanos y su posible participación en los BRICS. En este contexto, la adhesión al bloque podría ser una palanca para reducir la dependencia de Estados Unidos y crear vías alternativas.
Ante las políticas de «desacoplamiento» o de "reducción del riesgo" (respectivamente de Estados Unidos y la UE), el auge diplomático y económico de las potencias emergentes es cada vez más incisivo. Desde la primera revolución industrial, es la primera vez que varios países no occidentales se dedican a inversiones en el extranjero y servicios financieros a escala mundial. China, India y Brasil operan en el mercado mundial, en lugar de actuar a nivel local.
El auge colectivo de las economías emergentes ha cambiado las perspectivas del Sur global que, desde el punto de vista de los BRICS, se está convirtiendo en una importante fuerza motriz en la evolución del orden mundial y ha mejorado la dinámica de la cooperación Sur-Sur.
Para quienes aún no se hayan dado cuenta, la época de las colonias ha terminado.
Notas:
[i] https://marcoconsolo.altervista.org/brics-2025-il-nuovo-paradigma-del-sud-globale/
[ii] https://www.cepal.org/es/publicaciones/82116-la-inversion-extranjera-directa-america-latina-caribe-2025
[iii] https://www.antropocene.org/index.php/510-lestrattivismo-nellantropocene
[iv] https://oec.world/es/profile/bilateral-country/bra/partner/chn
[v] https://uranium1group.com/
[vi] http://www.cubadebate.cu/noticias/2025/07/25/cayo-digital-rusia-impulsa-un-silicon-valley-de-cuba/
[vii] https://www.swissinfo.ch/spa/la-econom%C3%ADa-de-venezuela-creci%C3%B3-un-7%2C71-%25-en-el-primer-semestre-de-2025%2C-informa-maduro/89783432