Atahualpa

El último Inca del Imperio del Sol fue Atao Wallpa, Atabalipa, Atabaliba o Atahualpa, como es mejor conocido; hijo del Inca Huáina Cápac y de la princesa quiteña Cacha, ésta fue tomada como concubina por el soberano indígena cuando conquistó a Quito. Atahualpa fue el segundo hijo del monarca –el primogénito era Huascar– y al morir Huáina Cápac (1525), dividió el extenso territorio entre los dos hermanos. El origen de los Incas se extravía entre el misterio y la leyenda; se cree que Manco Cápac fue el fundador del Cuzco, quien venció a sus 3 hermanos y se proclamó Emperador del Sol en la meseta comprendida entre los ríos Urubamba y Apurimac. Manco Cápac se confunde con Huiracocha o Viracocha, a quien atribuyen la formación imperial Inca; quien habría salido del lago Titicaca del “Templo de las 3 Ventanas” para civilizar a los hombres.

Huascar no quedó muy conforme con la decisión de su padre de dividir el reino con su hermano Atahualpa, y al poco tiempo (1530) se declararon en guerra. Se realizaron muchos enfrentamientos entre bandos partidarios de cada uno, Atahualpa fue vencido al comienzo y hecho prisionero; logra escapar y obtiene poco después una contundente victoria en Huamuchucu (1531). En medio de ese cisma fraticida aparece el conquistador español Francisco Pizarro (1532), desembarcando en Túmbez con unos 200 hombres; estos extraños visitantes desconcertaban a los naturales, quienes consideraron a los recién llegados como “hijos del cielo”. Aprovechóse Atahualpa del misterioso acontecimiento, venció a Huascar y lo hizo prisionero. Pizarro consigue ser recibido por el Inca, ingresa el español a Cajamarca –en medio de las tropas de Atahualpa– y captura al engreído soberano del Sol.

Atahualpa, aun prisionero, hace asesinar a su hermano Huascar y ser reconocido como Inca absoluto; pero los españoles no creían en cuentos de camino, lo amenazaron de muerte y el poderoso rey ofrece rescate por su vida. Se compromete a llenar con oro la habitación que le servía de celda hasta la altura de su brazo extendido; un año tardó la recolección por todo el reino, la cantidad de oro es incalculable hoy en día y no se puede tasar en divisa alguna. Los conquistadores codiciosos no se dieron por satisfechos y pretendieron mucho más; gran parte del fabuloso “tesoro de Atahualpa” fue embarcado con rumbo a España para engrosar las arcas reales del rey Carlos I –V de Alemania– de la Casa de Habsburgo.

En principio Pizarro estuvo de acuerdo en liberar al Inca Atahualpa, pero las ambiciones y las presiones de los partidarios de Huascar determinaron lo contrario. Se le instruyó un sumario por fraticidio, poligamia, idolatría y conspiración; fue condenado a morir en la hoguera. El sacerdote dominico Valverde antecedió al conquistador en el sentido de bautizar al Inca, si aceptaba éste, a fin de que no fuese quemado vivo; accedió Atahualpa, se cambió el castigo final por “garrote vil”. Fue ahorcado en su prisión, la misma que había servido de medida para fijar su rescate; el pago más extraordinario de la historia, y que no fue respetado por los inescrupulosos conquistadores españoles. Este triste episodio histórico acrecentó mucho más la “leyenda negra” que siempre ha empañado los alcances de la conquista y colonización hispana en el Nuevo Mundo. Con la muerte de Atahualpa se diluyó el poder de los Incas, los autóctonos se resignaron ante la ferocidad y codicia de los conquistadores, hubo intentos tardíos en el sentido de reestablecer su poderío; pero fueron estériles esos esfuerzos. Sólo quedó la historia confundida con la leyenda de los Hijos del Sol.


miguelazpurua@hotmail.com


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