La burocracia como maldad

El grave problema que confrontas las instituciones públicas en Venezuela está ligado en causa y efectos, a la burocracia. Un término que surgió para designar el significado de las funciones de quienes laboran a favor del servicio de causas colectivas; desde el punto de vista disciplinario, la burocracia toma su cuerpo de la sociología, la ciencia política y la ciencia administrativa, convirtiéndose en un conjunto de técnicas y metodologías que sirven para racionalizar la realidad en las organizaciones; en el ámbito gubernamental, se presenta como el reclutamiento y asignación de personal, para ejercer funciones de acuerdo a criterios sistemáticos y explicativos pre-establecidos.

Es así como un Gobierno puede conformar su equipo directivo y articular desde él las políticas públicas necesarias para mejorar las condiciones de servicio o gestoría de asuntos de interés colectivo. Si se aprecia la burocracia como un servicio, que antepone el interés colectivo por encima de normas rígidas y excluyentes, se está frente a una burocracia operativa y reflexiva, la cual no perjudica los procesos administrativos en el plano gubernamental. La burocracia de este modo enaltece la simplificación, la división de trabajo y la descripción pormenorizada del mapa funcional de las organizaciones.

Pero la realidad, la praxis de la burocracia, ha develado un profundo rompimiento con los criterios de cooperación, gestoría y servicio que venían siendo los principios fundacionales de una teoría de las relaciones públicas que dotaba de racionalidad el cumplimiento de los roles del Estado. La burocracia no fue que falló, sino que se desvirtuó su razón de ser administrativa e ideológica, porque administrativamente sus acciones de simplificación y reducción de procesos complejos para la obtención de respuestas por parte del aparato público, comenzó a ser selectiva y discrecional, y lo ideológico comenzó a integral valores capitalistas que convirtió en mercancía las funciones de los trabajadores de la administración pública, siendo un objeto de valor el cumplimiento de procesos producto de derechos adquiridos y vigentes.

Cada uno de nosotros, en alguna oportunidad, hemos contribuido con la corrupción al ponerle valor a procesos burocráticos que nos llegan después de cancelar sumas significativas de capital; lo peor del caso es que ese cobro desmesurado y sin control de lo que son deberes de un funcionariado, ya es parte de la cultura burocrática. ¿Cómo revertir esto? Sin duda, atendiendo a un proceso de educación y concientización ciudadana; inyectar valores y respeto a la función pública. Quitarle ese envoltorio de celofán membretado como corrupción que el uso y costumbre ha establecido. Y, cumpliendo con la Ley y la normativa vigente, haciendo que los procesos funcionen tan cual están establecidos y en el tiempo histórico pautado para materializarse como respuesta.

Ahora bien, detrás de esas mafias y tribus que pervierten la burocracia, está la figura de seres que bien fueron descritos en la literatura universal del siglo XVII, como personalidades con egos inmensos y todopoderosos, destruyendo las pequeñas vidas de aquellos seres humanos comunes que les toda lidiar con la vida y los costos de esa vida en el hemisferio de la indefensión y el maltrato. Autores como Jonathan Swift (1667-1745), angloirlandés, hombre de una vida de notables vicisitudes y sufrimientos, que murió con una memoria extraviada y fuertes trastornos mentales, dibujó la realidad de ese espíritu de burocracia de la maldad, al presentar, en su obra más conocida los "Viajes de Gulliver", personajes que tenían que lidiar con la desobediencia y la violencia humana; criaturas humanas expuestas al abuso de privilegios para unos pocos y la torcedura de hombros para la mayoría. Es un descrito donde se desprecia la humanidad y en su lugar se le da espacio a seres imaginarios y abstractos que como un cuento mitológico son los que terminan por obtener reconocimiento en la trama novelada de Swift.

Esta percepción de este autor angloirlandés acerca de la condición humana es un retrato de lo que significa la burocracia para el contexto real de Venezuela y de buena parte de la administración pública latinoamericana. Hay una desproporción entre la conducta correcta y la conducta eficiente u operativa. Es un asunto que ha marcado el liderazgo organizacional, al ser el producto de grupos de interés y no de valoración de la gestión pública de cada líder. Se adjudica el liderazgo como un asunto que se puede transferir o asignar como roles y funciones. Es una aberración del verdadero criterio del liderazgo organizacional, el cual debe ser el producto de valores, de reconocimiento, de admiración y ejemplo, y no de resoluciones "dedocráticas" que pareciera estar destinadas a ser el proceso de selección más expedito en los modernos Estados Nacionales.

En fin, la burocracia como maldad está en todo los procesos institucionales del Estado venezolano, sus límites ya están caracterizados en la cultura del funcionariado, por ello para desarraigarlo sería un asunto de transformación (no de reforma) de todo el aparato Estado. Y acá lo ideológico es importante, porque genera motivación e involucra a los principales beneficiarios del trabajo burocrático, es decir, la comunidad, las personas con deberes y derechos en ese contrato social gubernamental.

A todas estas, la burocracia como maldad es generar expectativas de trámites correctos y terminar por reasignar valor a cada uno de los pasos normados de esos trámites, de este modo hay un valor de capital para el que solicita y un valor de enriquecimiento para el que ejecuta, el circuito se activa y se va dando el fenómeno de la corrupción, el más perverso de los monstruos que cohabitan con el Estado moderno. El papel del burócrata es seguir cultivando gobiernos desde las normas explícitas, confrontando su incómoda sociedad con la ineficiencia, pereza y derroche de medios; existiendo como mal necesario para la simplificación de los procesos, sin embargo, tomando ideas de Max Weber, el sistema, o aparato Estado, tiene connotaciones positivas, siendo una forma de organización y administración más racional que las alternativas que se caracterizan como sistemas basados en aproximaciones carismáticas o tradicionales. La burocracia es, en concreto una forma de organización que realza la precisión, la velocidad, la claridad, la regularidad, la exactitud y la eficiencia prefijada en las tareas, jerarquizando y detalladas reglas que impiden el ejercicio creativo del funcionario, asfixiando las posibilidades de encontrar mecanismos de respuesta que permitan avanzar en la visión progresista de la sociedad.

En un escenario socialista, o de construcción de un estado Socialista, la burocracia como maldad tiende a formar parte integral de la planificación del Estado, porque se concibe la centralización de la toma de decisión política como la estrategia fundamental para asegurar la distribución equitativa de los bienes y servicios, pero ese escenario, que tiene como una de sus tácticas el control, para poder tener éxito y comenzar a desmontar los vicios de la burocracia, necesita la ampliación del control y la diversificación de la toma de decisión política. Debe colocarse al alcance del ciudadano los procesos y no aislarlos o parcelarlos, menos aún crearles nichos ideales de auto-organización, tiene que comenzar a desmontarse el Estado burocrático, dejar de ratificar el carácter de mercancía de los procedimientos y así legitimar la participación ciudadana y los valores de convivencia en esa sociedad socialista por hacer y definir.



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Ramón Eduardo Azócar Añez

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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