Si las opiniones dispares forjan un conocimiento amplio y abierto sobre una materia, el seminario sobre patentes farmacéuticas e innovación se convirtió en el escenario perfecto. ¿Refuerzan los sistemas de protección intelectual la innovación farmacéutica?, ¿en qué situación se encuentra España en materia de protección de patentes? Cinco expertos de reconocido prestigio expusieron las luces y las sombras de esta materia.
La innovación es esencial para la economía
moderna, pero ¿cuál es la mejor forma de promoverla y a qué precio?
Este planteamiento del ex presidente del Banco Mundial, Joseph
Stiglitz, ha servido de base para que Joan Rovira, profesor de Economía
de la Universidad de Barcelona, expusiera las limitaciones de las
patentes de innovaciones farmacéuticas. En su opinión, las patentes
"retrasan la innovación" ya que el actual sistema de propiedad
intelectual incentiva aquella innovación que no es "socialmente
prioritaria" y responde a un factor de promoción del desarrollo
económico y del bienestar "en detrimento de los países menos
industrializados". Una situación que, en opinión de Rovira, "retrasa"
la difusión de nuevos conocimientos y presta "poca atención" a
prioridades sociales si no están respaldadas por una "demanda
solvente". Para ello propone "introducir innovación en los mecanismos
para incentivar la innovación".
Una postura claramente opuesta
es la que se vislumbra en el discurso de Humberto Arnés, director
general de Farmaindustria, que solicita "coherencia y sentido común"
ante un panorama en el que reina la "incoherencia", tanto en materia
jurídica como económica y política. No es normal —sentencia Arnés— que
en España exista un sistema de propiedad industrial "tan débil" y sin
embargo haya un sistema de precios de referencia característico de
países europeos con una protección industrial fuerte.
Uno de los
motivos de esta situación radica en la "falta de previsibilidad" del
marco jurídico español, según apunta Miquel Montañá, profesor de Esade,
una situación que "perjudica" claramente a las compañías innovadores.
Si esto fuera poco, se ha "dejado pasar una buena oportunidad con la
Ley del Medicamento para aclarar esta imprevisibilidad jurídica",
señala Montañá.
Por otra parte, en los esfuerzos en I+D la
Administración no juega el papel que debería, señala José Antonio
Gutiérrez Fuentes, director de la Fundación Lilly y ex director del
Instituto de Salud Carlos III, al plantear como ejemplo el hecho de que
a pesar de que "los recursos invertidos en I+D en España en los últimos
años se han multiplicado por tres, este incremento de la inversión no
se evidencia en los resultados" —en su opinión— como consecuencia de un
déficit evaluador de la Administración.
Los acontecimientos en
la regulación estadounidense —tras la aprobación en 1984 de la Ley
Hatch Waxman— son un ejemplo de que la introducción de genéricos no
"acaba" ni con la inversión ni con la innovación, afirma Stephen
Russell, experto en el mercado farmacéutico de EEUU. Sin embargo, a
nivel internacional, las patentes "crean un entorno que no favorece la
difusión y sí las desigualdades". Así, las próximas semanas serán
decisivas en EEUU, vaticinó Russell: "Si vencen los demócratas en las
próximas elecciones, los países subdesarrollados tendrán mayor acceso a
los medicamentos". ¿Realmente la protección de las patentes genera
innovación? En opinión de Joan Rovira los efectos de esta protección
potencian claramente los problemas de salud rentables, aumentan los
precios de los medicamentos y, por tanto del gasto, y crean
resentimiento entre los países en desarrollo y los países más
rcos."Tanto los medicamentos innovadores como los genéricos cumplen una
valiosa función social, pero para hacerlo, necesitan un marco jurídico
que garantice una previsibilidad que, de momento, brilla por su
ausencia", concluye Miquel Montañá, para ello sería deseable "un mayor
esfuerzo de la Administración"."España tiene un sistema de propiedad
industrial característico de países en desarrollo —apunta Humberto
Arnés— una situación en la que se produce un diferencial de protección
respecto a Europa que acarreará: pérdida de mercado, incremento del
comercio paralelo y una merma en el concepto 'confianza-país"."Tras la
aprobación de la Ley Hatch-Waxman, la industria genérica no ha acabado
con la industria innovadora en Estados Unidos", señala Russell. Un
hecho que demuestran los datos de prescripción entre 1984 —año de
aprobación de la ley— y 2004, que han evolucionado de un 19 por ciento
a un 47 por ciento.