La huída de don Miguel Ángel Rodríguez por la puerta de la cocina del restaurante italiano Tutti Li, en Escazú, se presta para conjeturas. ¿Por qué tanto temor a dos periodistas y dos fotógrafos que lo esperaban en la puerta principal? ¿Qué preguntas quería evadir? ¿No será más bien que no deseaba ser fotografiado con quienes lo acompañaban en la mesa en que lo vieron los comensales? Si don Miguel Ángel hubiera dado la cara, el asunto no habría pasado a más. Pero su actitud generó una extraña sensación: ¿A qué teme el expresidente?
En su caso, es hora de que dé respuestas. Fue en su gobierno cuando se gestó el crédito inicial de $32 millones con Finlandia para comprar equipo médico que no urgía. Fueron sus diputados quienes impulsaron al Congreso a tramitar el préstamo en un tiempo récord de tres días. Fue en su administración cuando la CCSS consideró insuficiente el monto ya aprobado y alguien decidió aumentarlo en $7,5 millones (un monto similar al de la comisión de que se habla) para elevarlo a $39,5 millones. Fue durante su mandato cuando el entonces presidente ejecutivo de la CCSS, Rodolfo Piza, consideró que no era necesario contraer la deuda porque la institución contaba con recursos propios. Fue en su gestión cuando, entonces, un pronto Poder Ejecutivo se ofreció a pagar los $39,5 millones a cambio de reducir la deuda que tenía con la CCSS. Fue en su período presidencial cuando se nombró como gerente de modernización de la CCSS al ahora investigado Juan Carlos Sánchez Arguedas, quien en julio pasado reconoció que don Miguel Ángel tuvo que ver en su designación.
Sin embargo, antes que dar la cara, ahora el exmandatario se escabulle por una puerta de emergencias y, al día siguiente, emite un pobre comunicado para manifestar que siente “pena y dolor por el país”. Pena es lo que provocan las evasivas del próximo secretario general de la OEA, quien, en una hora en que el pueblo exige cuentas claras, se esfuma por la puerta trasera.