A las mujeres no las comprende nadie, luego de sacrificarme durante meses para ahorrar unos centavos. Mi pareja me causó una decepción tan grande como la que le han hecho los cabecillas opositores venezolana a sus seguidores.
El caso concreto es que me esforcé mucho para poder comprar una computadora y en mi afán busque a cuanto experto en informática me nombraban. Quería la mejor máquina para calmar la cybermanía de mi esposa, que de paso, no se de donde le salió porque las únicas teclas que ha tocado son las del ventilador y la licuadora.
Luego de una semana de consultas, me encontré ante una terna de famosas marcas. Estaba seguro que cualquiera de ellas mataría la fiebre de la potencial cibernauta que tenía en la casa. No veía la santa hora de llegar a mi hogar con un motivo para frenarle la constante cantaleta del desayuno, almuerzo y cena. ¡Ya conseguiste la computadora!, era la frase que se anteponía ante cualquier conversa.
Finalmente llegué a una tienda y al entrar, por un momento se me presentó otro problema. No lograba decidirme entre la IBM, Compaq o HP. La indecisión se desboronó gracias a un par de siliconas. Una joven que exhibía más sus pechos que la mercancía del local, me convenció para que llevara una IBM.
En cuestión de minutos cerré el trato y sólo pensaba en darles la sorpresa a mi mujer, y por supuestos a mis dos pequeños hijos.
Cuando menos lo pensaba, me encontraba al frente de mi casa. El ruido del motor alertó a un comité de recepción encabezado por mi esposa. Ella fue la primera que abrió la puerta y vio la hermosa computadora. De repente mi sonrisa se estrelló contra un extraño rostro de decepción. La cara de mi mujer mostraba una gran inconformidad que sólo pudo entender cuando abrió la boca para decir, “a mi no me vengáis con esa marca rara”. Como que marca rara, le respondí todo confundido.
“Nooooooooo…mijito, nosotros queremos la computadora Reyes, esa que aguanta explosiones y no se rompe. Que guarda lo que uno escribe por años así le caigan bombas, aguaceros, vos sabéis como son los hijos tuyos, esos acaban con todo, así que te lleváis esa marca pirata de IBM, traeme esa que hacen allá en Colombia”.
La repuesta de mi cónyuge, que por cierto no tan descabellada, me hizo pensar en algo que nadie se ha preocupado por indagar. De la famosa computadora de Raúl Reyes se ha dicho de todo menos una cosa. Inmediatamente mis neuronas empezaron a relampaguear en mi cerebro y tras meditar un rato, llegue a la conclusión de que el interés que esa maquina despertó en la CIA, no era solamente sembrarle información para culpar a Chávez de colaborar con el terrorismo para luego abrirle un expediente y posteriormente invadir nuestro país, siguiendo el mismo esquema que utilizaron en Irak. En su vorágine capitalista, a los gringos les preocupaba, más que salir de Chávez, el origen de la bendita computadora antinuclear.
Por supuesto que la CIA y los militares colombianos se encontraron con una gran sorpresa al hallar el computador. La indestructible portátil no fue hecha ni en USA, ni en Japón y mucho menos en Colombia, la poderosa computadora había sido fabricada en Venezuela en el convenio que hizo Chávez con los chinos. Porque ustedes creen que los gobiernos de Uribe y Bush han dicho cuanto brollo se le antoje, menos la marca de la computadora. Simplemente porque la gente haría cola en las tiendas para comprar una de esa bolivarianas. Sin duda que esas reconocidas marcas norteamericanas se irían a la debacle haciendo temblar nuevamente la bolsa de valores de ese país.
Yo no soy comerciante ni empresario, pero si estuviera en el negocio de la informática ya hubiese patentado miles de esas máquinas chinas con las iniciales RR y una bomba cayendo con un lado medio mordido como la manzana de Apple. De seguro que Bill Gates estuviera detrás de mí para venderle la compañía.
(*)Periodista
mervinfuenmayor@hotmail.com