Introducción
Pedro Arévalo debe ser inscrito en la lucha de un sector de pardos con cierta figuración social y económica que en la sociedad colonial veían restringidas sus posibilidades de ascenso por la exclusión racial y de casta en la que la clase dominante fundaba su hegemonía. La Independencia, desde sus pasos iniciales el 19 de abril de 1810, necesitó del apoyo de los pardos que constituían la mayoría de la población de la ciudad de Caracas y su provincia; para ganar y consolidar este apoyo la elite blanca criolla y mantuana se vio obligada a satisfacer en el nuevo esquema político las demandas que por igualdad solicitaban estos sectores pardos, que desde su preeminencia y redes entre el resto de su clase excluida lograban movilizar a los pardos de Caracas, sus valles, y los Valles de Aragua. Pedro Arévalo fue el líder fundamental en Caracas y en las poblaciones del Valle de Aragua para que esta alianza se diera.
Se debe reivindicar
a Pedro Arévalo como un líder por la Igualdad y la Libertad, en su
condición de pardo y militar. Debe ocupar un espacio preeminente en
su papel como sostenedor de la Primera República gracias a su accionar
militar y político como garantizador de las reformas que permitieran
la realización de sus demandas de igualdad. Además, debe considerarse
como un luchador por la unidad desde su lucha en la Nueva Granada buscando
sostener el esfuerzo independentista.
Un evento significativo
Era el 21 de
abril de 1810. Pedro Arévalo Capitán de la Compañía de Granaderos
del Batallón de Pardos de Aragua, hombre de tez más oscura que blanca,
a veces más considerado moreno que pardo, delante de la tropa, furioso,
reprendía al Teniente pardo José Miguel Barrios, subordinado a su
mando, por fustigar a un soldado, también pardo, de la compañía,
que según las palabras del increpado
“túbo la avilantes de faltar al
respeto á un cadete de Artilleria”.
El Teniente y la tropa no podían más que sorprenderse al ver a su
Capitán defender a un soldado y justificar el acto de insubordinación
al orden colonial que consideraba a los blancos superiores a los hombres
de tez oscura en sus diferentes variaciones. Pedro Arévalo le gritaba
a su subordinado Teniente que debían haberlo “criado de sirviente
de los señores pues estaba adulandolos y por ello havia castigado aquel
soldado”. Lo que afirmaba con esto el Capitán era que los pardos,
en contra de la premisa colonial, eran iguales a los blancos, por tanto
no le debían por su condición ninguna deferencia o subordinación.
Era un claro mensaje por la igualdad de un Capitán a su tropa de mulatos
y negros, era un revolucionario que instruía a su gente para la construcción
de un nuevo presente y porvenir. Hace solo dos días que se habían
depuesto las autoridades del dominio de la Corona en Caracas y ya un
nuevo sistema se anunciaba; la igualdad se aclaraba como objetivo de
lucha de los sectores populares y se configuraba, más claramente, desde
entonces, en motivación fundamental, hasta nuestros días, de las movilizaciones
y revoluciones desde abajo.
Recorrido de Pedro Arévalo antes de su compromiso revolucionario.
Pedro Arévalo
tenía 44 años en 1810 y su carrera como militar había sido ardua;
había nacido en 1766 en el pueblo de Turmero que junto con La Victoria
servían de residencia alterna a los ricos de Caracas y de vivienda
a la oficialidad miliciana de Aragua y Caracas. Pedro ocupó todos
los grados militares hasta llegar al grado de Capitán. A los 16 años
ingresó al servicio como soldado de la milicia de pardos de los Valles
de Aragua, pronto ejercería mando de una escuadra como cabo. En 1788
fue ascendido a Sargento segundo, en el Batallón de Milicias Disciplinadas
de Pardos de Aragua. En 1800, cuando ya había ascendido hasta Teniente
del mismo Batallón en la Compañía de Granaderos, participa activamente
en la defensa de Puerto Cabello en las playas de Barlovento y Sotavento,
dos años después, sería ascendido a Capitán. Llevaba para entonces
20 años de servicio en la milicia; sus ascensos los ganó demostrando
su valor y dedicación. No obstante, en la sociedad colonial, a los
pardos y negros les estaba prohibido ascender más allá del grado de
Capitán por su color de piel y origen racial, a pesar de los méritos.
Desde 1643 la Corona española prohibió expresamente que los pardos
y negros ascendieran más allá del grado de Capitán en sus Compañías
y restringió su mando hasta Compañías, mas no sobre Batallones; sólo
los blancos podían llegar a ser Coroneles y demás rangos superiores.
A su vez, los blancos criollos o españoles no tenían que demostrar
su dedicación y valor para ascender en las milicias; sus títulos nobiliarios
o rango aristocrático como mantuanos, muchas veces les garantizaba
ocupar un alto grado solo por ingresar a la milicia. Los pardos y negros
libres, en cambio, debían ganarse su puesto al demostrar entrega y
valor en el servicio en la milicia.
Pedro Arévalo, por su parte, ya tenía
claros nexos que lo hacían particularmente sensible a la lucha por
la igualdad más allá del marco militar. Su padre, también en vida
Capitán de milicias de pardos, había colaborado activamente para que
a la familia parda del médico Diego Mejia Bejarano Landaeta se le reconociera
la dispensa de su condición para que sus hijos accedieran a la universidad
y al sacerdocio; en la sociedad colonial ni a los pardos ni negros libres
se les permitía educarse en instituciones como Colegios u Universidades,
además, no podían recibir las ordenes del sacerdocio. Domingo Arévalo,
primo de Pedro, en 1803, demandará ante el Rey la dispensa de su condición
de pardo para acceder a los mismos derechos que los blancos –poder
casarse con blancas e ingresar a la universidad era lo que este cirujano
de profesión quería—, no obstante que el Rey accedió a su suplica,
la elite blanca criolla y española de Caracas se opuso. Las ansias
de igualdad embargaban a un hombre como Pedro Arévalo pues la injusticia
había sido claramente experimentada por él mismo y a través de su
familia. Había sido permisivo, en 1805, con el proyecto liderado por
uno de sus familiares, Juan José Landaeta: pardo dedicado a la música,
muy culto y con un excelente dominio del francés, y el Cirujano José
María Gallegos para la creación de una escuela de primeras letras
para los niños de los pardos y negros; la oposición de la oligarquía
blanca echó al traste dicho proyecto. Al igual, que la mayoría de
los pardos que aspiraban a mayores condiciones de ascenso social e igualación,
veían a los blancos criollos y mantuanos como sus naturales enemigos.
Al Rey y a la Corona, al ser una instancia lejana, representada en la
Audiencia y Capitanía, los pardos como Pedro Arévalo, los percibían
como un tercero al cual se podía recurrir ante las injusticias y limitaciones
emanadas de los blancos criollos y mantuanos. Asimismo, disposiciones
del Rey, como la extensión de las Gracias al Sacar a los pardos que
les permitía, con el pago de cierta cantidad de pesos fuertes, adquirir
la dispensa de su condición de pardo y con ello jurídicamente acceder
a la educación, a cargos públicos, al sacerdocio o a cazarse con blancos,
reafirmaban esta visión que los pardos tenían sobre la Corona española;
mientras que los mantuanos y criollos seguían apareciendo como sus
principales contradictores, cuando, a través del Cabildo en Caracas,
se habían opuesto encarnizadamente a la extensión de las Gracias al
Sacar otorgada a los pardos.
Desde 1808, Compañías de las milicias
de Aragua y Valencia se encontraban acuarteladas en Caracas en defensa
de la ciudad ante los últimos sucesos acaecidos en la península: la
invasión de Francia a gran parte de España y la abdicación de su
monarquía en la figura del Emperador Napoleón. Eran hechos que habían
trastocado el orden imperante y mantenían en un estado de alerta a
las autoridades y a las fuerzas militares y milicianas. Cuando en noviembre
un grupo de mantuanos solicita la instalación de una Junta Suprema
en Caracas a ejemplo de las de España, depositaria de la soberanía,
a través de una comunicación firmada por cerca de 40 miembros de las
familias caraqueñas más prestantes, la reacción del Capitán General
Juan de Casas fue tratar de reprimir esta iniciativa que percibía como
subeversiba al considerarla un intento de restarle poder. Muchos de
los firmantes criollos y mantuanos eran integrantes de las milicias
como oficiales o tenían familiares como activos oficiales milicianos;
tal vez esto llevó a Casas, ante la urgencia que imponían las circunstancias,
a recurrir a los Capitanes pardos Pedro Arévalo, Pantaleón Colon
y Carlos Sánchez, que comandaban las compañías de pardos de Aragua,
Valencia y Caracas respectivamente, las dos primeras acuarteladas en
la Casa de la Misericordia, para apresar a quienes aparecían adscritos
a la solicitud de Junta. Se corrieron además rumores que explotaban
miedos fundados en ciertas aspiraciones conocidas y sospechadas, que
señalaban a los mantuanos como instigadores de una conspiración para
matar a los españoles y esclavizar a los pardos. Pedro Arévalo salió
en defensa de su clase movilizado por esos rumores que sonaban a ciertos
ante la ya conocida evidencia de la actitud de los mantuanos contra
los pardos y negros libres, y procedió a ejecutar los arrestos junto
con las tropas a ordenes de los demás capitanes pardos.
Etapa Revolucionaria
Estos eventos
conocidos como la Conjura de los Mantuanos, sirvieron a los pardos para
mostrar su fuerza; al ser mayoría en la milicia, constituían un elemento
importante a ganar si se quería preservar o cambiar la estructura de
poder en la Capitanía. Y así lo comprendieron jóvenes criollos, algunos
hijos de mantuanos, como los Bolívar, Simón y Vicente, los Montilla,
Mariano y Tomás, los Ribas, José Félix y Juan Nepomuceno, los Carabaño,
Fernando, Francisco y Miguel, entre otros, quienes además de poseer
mando sobre tropa y milicias, estaban influenciados por ideas republicanas
de la ilustración que veían como horizonte la posibilidad de un sistema
cuyos objetivos fueran la realización de la igualdad y la libertad
en una comunidad de ciudadanos. Pedro Arévalo y Carlos Sánchez, fueron
los pardos de la milicia a los que buscarían ganar para la causa de
la Junta los jóvenes criollos. Mientras los sucesos que ocurrían en
España anunciaban cada vez más el triunfo de los franceses y colocaban
en una posición remotamente posible el regreso de Fernando VII a reinar,
los afectos a la conformación de una Junta ganaban mayor cantidad de
adeptos y radicalizaban su postura. En el segundo semestre de 1809,
las reuniones ante la vigilancia de las autoridades audienciales y de
la Capitanía se concentraron en la Casa de la Misericordia, donde se
encontraban acuarteladas cuatro Compañías, dos de blancos y dos de
pardos de Aragua y Valencia. El Marqués del Toro, Coronel Comandante
de las milicias de Aragua, y su hermano el Inspector General de Milicias
de la Provincia de Caracas Fernando Rodríguez del Toro, eran quienes
dirigían la conspiración que para este momento estaba controlada por
los militares. Pedro Arévalo como comandante de la tercera Compañía
de las milicias de Pardos de Aragua era quien movilizaba a los milicianos
pardos a favor del proyecto de Junta, y había ganado a la causa al
Capitán Pantaleón Colón, comandante de la Compañía de Milicianos
Pardos de Valencia concentrada en la Misericordia. Contaban con la mayoría
de la tropa miliciana, y tenían el apoyo de los pardos. El 24 de diciembre
estaba planificado dar el golpe e instaurar una Junta Suprema Gubernativa
por encima de las autoridades coloniales, sin embargo, una delación
frustró los planes. Lo cierto es que se había generado una alianza
necesaria para conseguir este propósito; los pardos y criollos se unían
para conformar una nueva estructura de gobierno donde cada uno de estos
grupos buscaba una mayor figuración. Los pardos veían la oportunidad
de ganar mayores espacios de igualación y reconocimiento. El Capitán
Arévalo era quien representaba estos intereses y la bisagra entre los
planes criollos y el apoyo de los pardos a la conformación de un nuevo
gobierno.
En casa de Fernando Rodríguez del
Toro junto con su hermano el Marqués y otros complotados militares
y miembros del Cabildo, se planificó otra intentona para deponer a
las autoridades coloniales comenzando por el Capitán General Vicente
Emparan. Todo estaba planificado para del 1 al 2 de abril de 1810. Hasta
altas horas de la noche Pedro Arévalo estuvo esperando en la pulpería
frente a la Misericordia orientaciones para proceder a movilizar los
milicianos bajo su mando. Era definitivo su compromiso revolucionario,
para él y quienes lo acompañaban, la cuestión no solo era el establecimiento
de una Junta, era inscribirse en un nuevo marco normativo e institucional
que realizara las demandas de igualación que reivindicaban desde décadas
atrás, y el discurso republicano con la igualdad de derechos posibilitaba
que esto se llevara a la práctica ya no como una concesión sino como
una conquista institucionalizada. Algunos oficiales blancos faltaron
a su compromiso ese día y los planes se malograron. Sin embargo, la
conspiración continuó y Pedro Arévalo afianzó su influencia para
comprometer aún más a los oficiales pardos.
Pedro Arévalo fue el Capitán pardo clave para que los planes del 19 de abril de 1810 de establecimiento de una Junta de Gobierno en Caracas tuvieran éxito. Temprano, el 19 de abril de 1810, movilizó su compañía hacia la Plaza de la Catedral; fue el responsable de apresar a los oidores de la Audiencia que se resistían a la convocatoria a Junta del Cabildo, así como, junto con los Capitanes Carlos Sánchez y Pantaleón Colón, apresaría al Intendente y demás autoridades peninsulares, para conducirlos a la Junta y luego a la prisión y al exilio. Eran negros y pardos armados de bayoneta, fusil y sables que conducían a la fuerza a las mayores autoridades coloniales, blancas, entre la multitud conglomerada en la Plaza principal de la ciudad de Caracas. El orden de la segregación de los colores se había trastocado desde entonces. La participación de Pedro Arévalo en estos acontecimientos fue tan importante que un observador francés de los hechos afirmaba:
Estando en sesión el cabildo, Emparan se asomó
a una de las ventanas del salón, y tuvo la debilidad de preguntarle
al pueblo si ellos deseaban que él continuara como gobernador. El pueblo,
dirigido por un médico llamado Villareal y
por un mulato de apellido Arévalo,
respondió que no.
Asimismo, un Teniente pardo al ser
interrogado años después por las autoridades realistas, afirmaba:
“…es público en estas provincias que la Compañía de Granaderos
del Batallón de Pardos de Aragua a cuyo frente se hallaba Pedro Arévalo
fue la que más contribuyó a que se beneficiara la Revolución del
19 de abril de 1810.”. En la Plaza de la Catedral, Pedro Arévalo
arengaba a las tropas mientras contagiaba a la multitud del fervor por
la Junta.
La elite mantuana que llevó adelante
este proyecto solo pudo ganarse la voluntad de un líder como Pedro
Arévalo, facilitando mayores espacios de igualdad a los pardos, de
esta manera, el nuevo gobierno incrementó el salario de los milicianos
el mismo 19 de abril, un año después, igualó los ingresos entre la
oficialidad parda, negra y blanca y acabó con las restricciones, por
lo menos nominalmente, que contra los pardos y negros libres existían,
entre otras disposiciones. Pedro Arévalo es ascendido primero a Comandante
de Batallón, junto con Carlos Sánchez y Pantaleón Colón, además
de recibir un reconocimiento público a su valor y entrega al nuevo
gobierno, en decreto público del 27 de abril de 1810:
[…]
se han restituido las Comandancias de Pardos a los Oficiales naturales
de estos Cuerpos nombrando para comandante del de Caracas a Don Carlos
Sánchez; del de Aragua a Don Pedro Arévalo; y del de Valencia a Don
Pantaleón Colón, todos con sueldo fixo
de 60 pesos mensuales, el tratamiento anexo
á este empleo; y el distintivo de medalla de oro costeada por la Real
Hacienda en que esta á gravado el Busto de S. M. el Señor Don Fernando
VII: y como insignia particular de su bizarro y entusiasmo
patriótico se ha dado a Don Pedro Arévalo Comandante del Batallón
de Aragua un escudo que llevará en la manga del brazo izquierdo con
este mote— Virtud y patriotismo..
Además de recibir el título de comandantes
de Batallón, cosa que con el régimen colonial estaba vedado para los
pardos, se les asignaba el título de Don, también reservados a los
blancos. Había claramente un mensaje que buscaba la simpatía y apoyo
de los pardos, además de una ruptura con el orden estamental colonial.
En la
campaña que dirigió el Marqués del Toro contra Coro, provincia que
se negaba a reconocer la Junta de Caracas y permanecía fiel a la Regencia,
entre octubre y noviembre de 1810 participó Pedro Arévalo comandando
su Batallón, su superior inmediato era el español patriota, militar
de carrera, Luis Santinelli, Teniente Coronel a la fecha, segundo al
mando después del Marqués. A pesar que los patriotas no consiguieron
reducir a Coro y se vieron obligados a retirarse con el fracaso de la
campaña, el papel jugado por Arévalo en las batallas de Aribache (15
de nov.), Coro (28 nov.) y Sabaneta (30 nov.), fue tan destacado que
después de la campaña es ascendido al grado de Teniente Coronel. Se
rompía, de esta manera, absolutamente con la restricción a los pardos
y negros libres de las milicias ascender más allá del grado de Capitán.
Era otro ejemplo que suministraba la Junta de Caracas de lo que estaba
dispuesto a conceder por la lealtad de los pardos al gobierno. Pedro
demostraba aún más su inquebrantable lealtad con la causa patriota
que cada vez estaba más definida por la Independencia y la República
al constituirse en el representante de los intereses de los pardos en
la ciudad de Caracas y los Valles de Aragua. En marzo de 1811, días
después de la instalación del Congreso General de las Provincias Unidas
de Venezuela, encargado de suministrar nuevas leyes y el marco normativo
del nuevo gobierno que se consolidaba, Pedro Arévalo asume la vocería
de los pardos de la provincia ante el Congreso, “á nombre de todos
los de mi clase y por virtud de la estimación y franqueza con que me
hacen el honor de confiarme”,
para ratificar la lealtad de los que representa ante las dudas que pudiese
haber suscitado el intento conspirativo de algunos peninsulares y canarios
que habían buscado apoyo en algunos pardos. Lo más importante, que
Arévalo expresa en estas líneas es el acuerdo tácito, que ha imperado
desde el 19 de abril, entre los pardos afectos al nuevo gobierno y quienes
lo dirigen. Mientras los líderes pardos garantizan “la tranquilidad
en los cuerpos é individuos de Pardos”
para que en su “zelo y acendrado patriotismo puede descansar
el Gobierno como en su más robusto apoyo”, esperan que
“los Señores que han de formar la constitución de Venezuela”
con sus “luces y beneficiencia”
no haran “nada que pueda ser injurioso
ó degradante” a lo que los pardos consideraban sus derechos.
En síntesis, Arévalo expresaba que los pardos continuarían con su
apoyo al sistema de la Junta y al Congreso, manteniendo una posición
supeditada al liderazgo de la elite blanca criolla, en la medida que
se le siguiera otorgando reconocimiento a sus demandas de ascenso e
igualdad y no se les desconociera lo que consideraban sus derechos.
Era una reivindicación clara del derecho de igualdad y el fin de la
división colonial por origen y color de piel.
Después que el Congreso General de
Venezuela declaró el 5 de julio de 1811 la Independencia, la ciudad
de Valencia se levantó en contra el 11 de julio y se declaró en franca
rebeldía al gobierno de Caracas. El Generalísimo Francisco de Miranda,
dirigía el 22 de julio los ejércitos patriotas contra la ahora declarada
realista Valencia. Entre el 23 y 24 de julio un Batallón comandado
por el Teniente Coronel Pedro Arévalo se enfrentó en el sitio conocido
como el Morro, desde donde se divisa la ciudad de Valencia, a una defendida
posición realista con gran número de fuerza y con abundante fuego
desde cuatro piezas de artillería. Al final después de horas, Arévalo,
con gran intrepidez venció la posición realista y tomo el Morro de
Valencia con lo que dejaba la ruta abierta a los patriotas para tomar
la ciudad. Sin embargo, ya ingresados a la ciudad, los realistas valencianos
atrincherados en los edificios expulsaron a los patriotas, extendiendo
la resistencia hasta el 13 de agosto cuando Miranda logra la rendición
de Valencia. Pedro Arévalo por su acción destacada en la Campaña
contra Valencia fue ascendido al grado de Coronel; se resquebraja, al
parecer, del todo la restricción en los ascensos militares para los
pardos. Arévalo tenía ahora el mismo grado que su antiguo superior
Santinelli, quien también fue ascendido a Coronel al mismo tiempo,
y que el joven Simón Bolívar.
A finales de julio, en una discusión
dada en el Congreso General, mientras en Valencia se llevaba la Campaña
patriota para reducir la insurrección realista, Francisco Javier Yanes,
diputado y miembro conspicuo de la Sociedad Patriótica, defendería
la necesidad de declarar de manera explícita la igualdad de los pardos
y de todos los habitantes libres de las provincias de Venezuela; esta
es una parte de su discurso:
Los
pardos están instruidos, conocen sus derechos, por la propiedad y por
todas las demás razones, son hijos del
país; que tienen una Patria a quien están obligados a defender, y
de quien deben esperar el premio cuando sus obras lo merecieren. Alterar
estos principios y negar a los pardos la igualdad de derechos
es una injusticia manifiesta, una usurpación y una política insana
que nos conducirá a nuestra ruina. Yo creo que la revolución
y desgracias de Valencia no conocen otro origen que este, y me fundo
en que he visto que Colón fue ganado por la comandancia, que los traidores
le han dado, y nosotros mucho antes habíamos concedido de justicia
a Sánchez y Arévalo. A caso por la liberalidad de Caracas no pudieron
nuestros enemigos ganar un solo pardo
[…].
La Constitución de las Provincias
Unidas de Venezuela del 21 de diciembre de 1811 rezaba en su artículo
231:
[…]
quedan revocadas y anuladas en todas sus partes, las leyes antiguas
que imponían degradación civil a una parte de la población libre
de Venezuela conocida hasta ahora baxo la denominación de
pardos: estos quedan en posesión de su estimación
natural y civil, y restituidos á los imprescriptibles derechos que
les corresponden como á los demás ciudadanos.
No se quería dejar lugar a dudas sobre
el reconocimiento de igualdad a los pardos y de la necesidad de su apoyo
al nuevo orden republicano que se estaba fundando en Venezuela.
Patria o muerte. Por la igualdad.
En 1812 Pedro
Arévalo logra refugiarse en la Independiente y Revolucionaria República
de Cartagena después de haber sido derrotada la Primera República
en Venezuela. Lucha como un internacionalista revolucionario por la
causa de la Independencia Americana en la Nueva Granada. Mientras reorganizaba
la resistencia en contra de la invasión realista, a órdenes del presidente
de Cundinamarca General Custodio García Rovira, Comandante del Ejército
del Norte, y del Sargento Mayor Francisco de Paula Santander, Comandante
de el Ejército de la Frontera, Pedro Arévalo participó al mando de
tropa como Coronel en la batalla en el Páramo de Cáchirí, el 22 de
febrero de 1816. En dicha batalla los patriotas buscaban contener y
derrotar el avance de una división realista al mando del General Sebastián
Calzada, que coordinada con la estrategia dirigida por el Brigadier
Pablo Morillo se dirigía a la reconquista española de la Nueva Granada.
La derrota de los patriotas fue contundente, Pedro Arévalo tomado preso.
El acceso a Bogotá por las tropas realistas estaba garantizado con
este desenlace. El historial del Coronel Arévalo, como insurgente revolucionario,
conocido Republicano y luchador por la Independencia, rememorado con
odio en una estrofa de una canción realista: “Miranda debe morir,/
Roscio ser decapitado./ Arévalo consumido/ Espejo descuartizado.”,
le garantizaba ante los realistas la máxima pena. El 18 de marzo en
el cadalso que Pablo Morillo había hecho levantar en la población
de Girón, cerca de Bucaramanga, fue ejecutado Pedro Arévalo. Se le
debe recordar como uno de los principales héroes en la lucha de nuestros
pueblos por la Independencia e Igualdad que aún hoy continúa.
La Independencia abrió con mayor claridad el sendero de la lucha de los sectores populares por la igualdad en toda América. Negros libres, esclavizados, pardos, indígenas, blancos pobres desde entonces comenzaron a cuestionar con mayores argumentos y contundencia las jerarquías sociales impuestas desde arriba para justificar la dominación y los privilegios de unos cuantos. La lucha por la igualdad continúa. Los sectores populares han ganado espacios en el camino hacia la igualdad. Ya no se vive en una sociedad de castas que funda primordialmente la exclusión y dominación en la división según el origen y color de piel y en derechos y privilegios diferenciados según la cercanía o lejanía al fenotipo blanco; la igualdad de derechos, por lo menos de manera nominal, existe. La tarea, profundizar la igualdad social y de oportunidades, base cierta de la Libertad.
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