¿La sociedad venezolana dividida en dos? La nueva excusa de la contrarrevolución

Caracas, 20/08/04, Correos para la Emancipación


Decir que la sociedad venezolana está dividida en dos partes casi iguales y que por lo tanto es necesario moderar el proyecto político del gobierno es una la nueva excusa de la contrarrevolución. Esta frase está siendo repetida por todas las fuentes comunicacionales del imperialismo y las clases dominantes mundiales. En las editoriales de los diarios, en los programas televisivos, en los análisis internacionalistas del momento. Es la idea fuerza que repiten los famosos “formadores de opinión pública” del statu quo , los intelectuales del sistema, por izquierda o por derecha. Han lanzado este concepto para opacar y diluir el triunfo revolucionario del 15 de agosto.


Analícense los resultados de las mesas de votación*. Más claros que el agua. En los barrios pobres entre el 70 y el 80 por ciento de la población votó por el NO. En los barrios ricos se invierte el porcentaje, en los barrios de clase media, el voto está parejo. Esto quiere decir que hay un 25 por ciento de los pobres que votaron cooptados ideológica y políticamente por las clases dominantes, víctimas de la campaña mediática y de años de colonización cultural. Y al mismo tiempo hay entre un 20 y 25 por ciento de los sectores acomodados que votaron por el proyecto patriótico y revolucionario. La clase media, no tan grande numéricamente en Venezuela como en otros países de América Latina (la Argentina por ejemplo), ha alternado de manera más o menos pareja su voto entre una y otra posición.


Esto habla de un triunfo enorme del proceso revolucionario, ya que en nuestros países, bajo el predominio neoliberal, la población pobre vota mayoritariamente por sus verdugos o directamente no vota. Aquí ese porcentaje de voto al sistema, se redujo a sólo una mínima parte de los pobres. Son los menos de entre los pobres los que aún votan por un proyecto, en últlima instancia, contrario a sus intereses. También la revolución ha logrado ganar a una parte de la clase media y hasta un 20 por ciento de los sectores tradicionalmente privilegiados, quienes ahora votan por un proyecto igualitarista.


Una media verdad es igual a una mentira entera. La sociedad venezolana no está divida por culpa del agresivo discurso del presidente Chávez. Venezuela está divida producto de las enormes diferencias sociales que produjo el período de los gobiernos oligárquicos. Véanse los niveles de desigualdad que generaron los 40 años de democracia bipartidista en los que una minoría despilfarró el equivalente a varios planes Marshall. En lo político, en efecto, existen dos proyectos antagónicos, pero esto no es algo nuevo, es así desde hace más de quinientos años. Uno es el proyecto popular, igualitario, soberano. El otro es el proyecto excluyente, de privilegios y sujeción imperial.


Chávez no es el culpable de la división entre pobres y ricos. Chávez lo que hizo es señalar esa desigualdad e impulsar un proyecto colectivo destinado a transformar la sociedad, para que el país no siga dividido por las lacras de la exclusión. Lo que buscamos los revolucionarios, con Chávez a la cabeza, es una sociedad donde no haya una gente que no tiene nada, ni salud, ni casa, ni educación, ni trabajo fijo, ni un lugar donde caerse muerto y otra gente que se se apropia de todos los bienes de la nación.


Cuando la revolución alfabetiza no divide y segrega, sino que une e incluye. Cuando brinda salud, lucha por la integración social. Cuando elabora planes de empleo y de desarrollo endógeno, homogeiniza las condiciones sociales y permite al pueblo poner manos a la obra para construir una Venezuela abierta, plural y democrática.


Chávez no generó la pobreza atroz y el privilegio descomunal que ha dividido a la sociedad venezolana. Sino que él, como líder de la revolución, contribuyó a que el pueblo abriera los ojos, despertara. Hugo Chávez no desnudó al Rey. Él sólo dijo que el Rey estaba desnudo. Hay todavía un porcentaje de venezolanos que se niegan a ver y comprobar que el Rey está desnudo. Hay algunos pobres y bastante clase media que siguen deslumbrados por los trajes imaginarios del Rey. Influenciados por el pensamiento hegemónico mundial, colonizados por la televisión pro-norteamericana, confundidos por la propaganda de la oposición.


La tarea es llegar con amor y obras a ellos e integrarlos al proyecto revolucionario, para que vean que el Rey está desnudo y nosotros cubiertos de dignidad.


Las patrullas, estructura en la cual se basó el triunfo del 15 de Agosto, llegaron para quedarse –dijo el Presidente Chávez-. Y es que tienen mucho trabajo aún. Es necesario que se conviertan en el vehículo de la profundización de la revolución bolivariana. Que la riqueza  petrolera se siga transformando en un estado de derecho social, de justicia, productivo, respetuoso de la ecología y dueño de los recursos naturales. El pueblo organizado es responsable de acabar con la división y la segregación social. Así como ha logrado una victoria tras otra, esta nueva victoria está en sus manos.


La división social no se acabará, como recomiendan los analistas del sistema, inclusive con discursos por izquierda, como el del nicaragüense Sergio Ramírez, transando con el programa de la oposición. Es decir, la propuesta sería que los derrotados en las urnas, los que generaron el golpe criminal y el sabjotaje petrolero, los dueños históricos del país, los que generaron la pobreza, impongan ahora condicionamientos económicos y políticos a la Revolución. Esto se desprende también del discurso postelectoral de Fedecámaras. No se logrará la unidad nacional, con la disolución del proyecto revolucionario en un proyecto que contemple los deseos de las clases dominantes. La oligarquía sólo puede garantizar más división y exclusión.


En una democracia se deben respetar los derechos de las minorías, no sus deseos. Las clases dominantes venezolanas están acostumbradas a que sus deseos sean órdenes para los demás. Hay una mayoría del pueblo que ha dicho NO. No, señor, sus deseos ya no son órdenes para nosotros.


Y ese conflicto entre los derechos del pueblo y los privilegios y deseos de los que siempre concentraron el poder, provoca dos reacciones diamentralmente opuestas. Paradójicamente, los que defienden sus privilegios y caprichos, los que defienden sus ansias de acumular bienes totalmente superfluos para el desarrollo de la vida humana, ellos son los violentos.


En cambio, los que defienden sus derechos básicos, sus derechos a cubrir necesidades elementales como la de comer todos los días, ellos lo hacen de manera pacífica. Esa cultura humanista y tolerante que profesan los pobres de Venezuela es lo que permite que esta revolución sea lo que es, una revolución pacífica y democrática. No ha caído el pueblo en las provocaciones de los poderosos. No ha respondido ciegamente a la violencia de los privilegiados.

Y esa enorme contribución a la unidad y a la paz nacional se debe a la gran conciencia revolucionaria que ha adquirido este pueblo y a su disciplina con respecto al liderazgo patriótico del presidente Chávez.


Quienes acusan a Chávez y a los revolucionarios  de dividir la sociedad y de generar la violencia, en realidad realizan una interpretación totalmente invertida de los hechos, con un objetivo interesado.


Ese discurso tiene como fin imponer la idea -y convencer incluso a sectores afines al presidente Chávez- de que el momento del diálogo que se ha anunciado luego del triunfo electoral, consiste en arriar las banderas revolucionarias e incorporar al programa de gobierno exigencias propias de los que han sido derrotados. Es decir, reclaman concesiones para el programa del neoliberalismo, con la excusa de que casi un 40% del electorado votó por ello.

En cambio, nosotros sabemos que la conciliación real, de las almas y de las condiciones sociales, la unidad nacional, sólo se podrá lograr profundizando las medidas revolucionarias, haciendo llegar los beneficios de la revolución a aquella minoría de los pobres que aún votan por el proyecto neoliberal e imperialista. Haciendo llegar a los sectores de la clases medias venezolanas, los beneficios de un proyecto democrático que genera igualdad y seguridad social, sin amenazar las conquistas económicas que han obtenido a lo largo de sus vidas.


Pero no sólo se trata de profundizar la revolución económica y social. Es necesario llegar a la conciencia y al corazón de los compatriotas que aún se encuentran sugestionados por los espejos de colores de las clases dominantes. Es vital una profundización revolucionaria en el terreno ideológico, cultural y educativo. Para que los sentimientos de autoestima y dignidad nacional, de igualitarismo, democracia y solidaridad sean el denominador común de las grandes mayorías. Y como los pobres de esta tierra triunfaron, se impone cumplir el mandato popular.


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Mónica Saiz

Diplomática


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