¿Europa vasalla o socia imperialista de EEUU?

El atentado mafioso que sufrió Evo Morales y que ofendió la dignidad de todos los pueblos de Nuestra América, ha generado muchas interpretaciones coincidentes en afirmar que Europa debería avergonzarse por haberse convertido en algo así como el patio trasero de los Estados Unidos.

Muchos de estos razonamientos presuponen la existencia de otra Europa, otra Francia, otro Portugal, otra Italia, otra España que hubieran actuado de distinta manera. Aunque no explican cuándo ni dónde.

Entonces vale hacernos la pregunta: ¿Es Europa vasalla, víctima o títere de Estados Unidos, el Imperio? ¿O las potencias europeas son imperialistas al igual que y junto con Estados Unidos?

El conocimiento acumulado en la larga lucha de los pueblos por su liberación debe orientarnos para definir las características de Europa. Podríamos estudiar cómo son esas potencias europeas a partir de su accionar en Angola, Haití, Argentina, Argelia, Afganistán, Irak, Libia, hoy mismo en Siria, seguiría una trágica y larga lista. Podríamos, también, recurrir a la definición que Lenin hizo de los rasgos característicos del capitalismo en su etapa imperialista. Llegaríamos a la misma conclusión. Las potencias europeas, fueron y siguen siendo imperialistas.

Que enfrenten una crisis no las redime sino que las vuelve más agresivas. Que sus gobiernos se denominen democráticos o socialistas tampoco puede llevarnos a albergar ninguna esperanza. Existe una contradicción insalvable entre los postulados verdaderamente democráticos y socialistas con los rasgos agresivos, autoritarios y depredadores del imperialismo que ejercen.

Los países imperialistas, así como los burgueses al interior de un país dado, tienen contradicciones, se espían y compiten por los mercados. Pero se mantienen unidos cuando se trata de enfrentar a su enemigo común: los pueblos que desean liberarse, en el primer caso; la clase trabajadora, en el segundo.

Por nuestra parte, tenemos como objetivos del Plan de la Patria luchar contra el imperialismo y reducir a niveles no vitales nuestras relaciones con esas potencias. Una inobjetable orientación.


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Mónica Saiz

Diplomática


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