A propósito del debate que surgió durante el mes de mayo sobre la supuesta "polarización" política en Venezuela y el llamado de diversos sectores políticos e intelectuales latinoamericanos sobre la supuesta posibilidad de salir de la polarización existente o repolarizar.
Vamos por partes:
1- Polarización (sin comillas) hay una sola, la contradicción madre; y salirnos de ella representaría abandonar cualquier proyecto revolucionario.
2- Toda polarización existente es de raza, clase y género. Del hombre blanco sobre la mujer y el hombre trabajador. Del Patriarcado sobre el cuerpo de las mujeres.
3- Eso que llaman "polarización" política en Venezuela no es otra cosa que el enfrentamiento interclases de sectores económicos y políticos que representan tanto a sectores oprimidos como opresores. La coalición opositora de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el gobierno bolivariano junto con las fuerzas políticas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), representan tanto a sectores de la oligarquía parasitaria como de la clase obrera explotada en igual medida. El PSUV y la MUD son expresiones partidistas electorales de bloques económicos y políticos de poder, así como también de hombres y mujeres que aspiran a una vida digna en su país.
4- Esa mal llamada o falsa "polarización" se ha trasladado a las bases, dificultando los procesos de reconocimiento colectivo y organización revolucionaria con conciencia de clase y género. En muchos casos, la dirigencia territorial y comunitaria no ha logrado escapar a la práctica política de su dirigencia y ha internalizado esa falsa "polarización" en su imaginario social. Aun cuando en su vida cotidiana se encuentre con los mismos flagelos que su vecina o vecino, sea chavista u opositor.
5- Lamentablemente, las alternativas a esta falsa "polarización" -por derecha e izquierda- con sus argumentos y prácticas la están legitimando. Vaya una crítica para la izquierda que se ubicó en las filas del materialismo histórico o en una interpretación clasista de la realidad y habla de esta "polarización".
6- Quien esté despolarizado está perdido, no tiene identidad como sujeta/o en contradicción. Más aún, la intelectualidad crítica que apele a la despolarización debería dedicarse a escribir recetas de cocina y abandonar el cambio social como marco teórico-político.
Habrá que aclarar que estoy convencida de que la repolarización clasista -la real, la del rico a la mujer pobre trabajadora- es conveniente para todo el movimiento oprimido, popular y revolucionario. A todas y todos nos habilita contextos y oportunidades de acción-reflexión para potenciar nuestras experiencias organizativas, ventanas de creación cultural-intelectual, caminos de sustentabilidad económica. Repolarizar sólo tiene sentido histórico mientras se convierta en una lucha de clases.
Últimamente, fueron varios los sectores políticos que propiciaban una repolarización de los polos en contradicción: algunos se referían a la falsa "polarización" de la que veníamos hablando. Otros, soñaban con revitalizar la polarización madre, la de oprimidos y opresores, que sea el pueblo el que se salve a sí mismo sin mediaciones burocráticas o pactos de gobernabilidad. Evidentemente ambas repolarizaciones entraron en acción y la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) llega en ese escenario.
Lo que nos dejó la llamada repolarización
Aclaración importante: Aunque es valorable la acción política del chavismo con la convocatoria a una ANC, aun cuando la considero una oportunidad jurídica y política para el movimiento social organizado venezolano, creo firmemente que se encuentra enajenada de la realidad social, cultural y económica vivida por las grandes masas de la población desde 2016. A su vez, considero muy importante que no continuemos sobrestimado la capacidad de resistencia y tolerancia del pueblo venezolano, comprendiendo que 2014 no es igual a diciembre de 2015 ni al presente.
El llamado a la ANC nos sorprendió a casi todas/os. Ese imaginario colectivo vigente, de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) inmaculada, símbolo del proceso conocido como Revolución Bolivariana, iba a cambiar1. La noticia nos llegó un 1 de mayo, día histórico y de lucha para quienes nos reconocemos como trabajadoras y trabajadores de la vida. 1 de mayo que nos encontraba en un contexto político y social de violencia planificada, paro de transporte, paro de los gobiernos de las universidades tradicionales, paro en las instituciones educativas del sector privado y la edificación de un gran muro, sólido (material y simbólico), que no nos permitía el desarrollo de la vida cotidiana de las y los cotidianos.
Con la pesada costumbre del aumento salarial del 1 de mayo a la que el proyecto bolivariano acostumbró, trabajadoras y trabajadores, así como pequeños comerciantes (ambos parte del mismo sector oprimido) especulaban con el devenir de su poder adquisitivo para los próximos días. Cargando en el lomo la creciente dificultad para acceder a los bienes de necesidad, con un reciente sinceramiento de precios y con la casi desaparición de los precios regulados (que obligaba al sector productivo a rotular con precio más IVA cada producto puesto en circulación).
Cuando la vida de las personas que solamente disponen de sí mismas y su fuerza de trabajo para desarrollarse comenzó a sentirse cada vez más encerrada, en esa asfixia colectiva, reforzada por los medios de comunicación de masas y la violencia callejera; fue en ese contexto donde el pueblo de a pie nos enteramos de la convocatoria a una ANC.
Es que los problemas de las personas casi nunca son los problemas de los gobiernos, que están administrando un poder que legitiman, sostienen y reproducen. No es sorpresa para nosotras y nosotros2.
Pero ¿qué papel juega la dirección política, las organizaciones políticas y sociales, la dirigencia? Tienen -y tenemos- un deber histórico. Se trata de asumir los problemas de las personas oprimidas como los problemas de un bloque histórico capaz de construir la hegemonía popular. Aunque, también hemos sido testigos de cómo los diferentes bloques históricos de poder socializan en y con el campo popular solamente cuando se ven acorralados.
Históricamente, cuando los problemas de los Estados y la ingobernabilidad los superan, gestionan el conflicto a través de la socialización con el pueblo y a través de él. Es una acción de defensiva y fuerza mayor, no es una acción programática. Es estratégica sí, pero a los fines instrumentales de garantizar su gobernabilidad, es decir, su permanencia en el poder.
Desde el primer momento, el llamado a la ANC hizo ruido. Totalmente enajenado de la realidad social que vive el país (que no se parece tampoco a una dictadura ni a una crisis humanitaria como se esfuerza en reseñar el aparato ideológico-comunicacional del imperialismo transnacional).
Hizo ruido. Por un lado, porque representa una gran exigencia de trabajo social, político y comunitario para el pueblo chavista organizado. No es la primera vez que asistimos a la socialización de las debilidades del gobierno con el pueblo: lo hemos visto en coyunturas electorales, de violencia política, golpe de Estado y ataques externos, entre tantos otros. Recurrir a la masa chavista (que no es lo mismo que la militancia chavista) para oxigenar las filas de la burocracia, es una expresión llana de la vieja forma de hacer política.
Por otra parte, porque la gobernabilidad de una nación y un territorio no se garantiza a costa del trabajo ajeno, sino del trabajo y las decisiones colectivas. Tristemente, la división social del trabajo y la separación entre la producción y el control se ha mantenido inmune a los procesos de transformación política y jurídica vividos en el Estado venezolano. Es decir, tenemos que estar al pie del cañón para hacer frente a la coyuntura actual, pero quienes toman las decisiones -antes, durante y después- son otros.
Aunque existe una democracia de tipo directa que contempla la participación protagónica del pueblo organizado de manera vinculante en los asuntos de la nación, en la práctica política se ha limitado a las decisiones y acciones impuestas desde arriba por parte del gobierno nacional y algunas estructuras político partidarias alineadas con su estructura.
Además, hace ruido porque al postular una ANC en este escenario, se fomenta una repolarización de las fuerzas políticas que resulta funcional a las estrategias del sector burocrático conservador del Estado. Es una repolarización inconsciente (pero no ingenua), que lleva en sí misma el relanzamiento de la violencia política en una fase de combinación de diferentes formas de lucha. Por su inconsciencia, no hemos conocido un plan de ofensiva y contingencia para enfrentar esa escalada de violencia que llega a los 90 fallecidos/as en 90 días.
A pesar de titulares amarillistas en medios oficiales y opositores, la retórica de la unión cívico-militar y de las diferentes fases de planes militares de control social, las y los cotidianos volvimos a sentir la fragilidad de enfrentarnos a enemigos con recursos, formación, capacidad de organización, movilización y comunicación. Donde el factor criminal dejó de ser un recurso eventual para convertirse en el componente preponderante de las acciones de violencia de la oposición inquisidora y asesina.
Después de dos meses del anuncio de la ANC y a un mes de realizar las primeras elecciones para los diputados y diputadas que la integrarán, no caben dudas de que el gobierno nacional y el sector político oficialista, encontró posibilidades de oxigenación, unificación, moralización, captación y cooptación de fuerzas populares insurgentes. Fuerzas vivas que producto del sectarismo político, la burocracia y la corrupción no se sienten recogidas en el imaginario colectivo que en la actualidad representa a la dirección política de la llamada Revolución Bolivariana.
Cabe destacar que el sectarismo, la burocracia y la corrupción no son un problema particular del gobierno bolivariano, sino un problema de cualquier Estado. Más aun si es un Estado que ha intentado avanzar en nuevas lógicas de organización del intercambio y la vida socioproductiva.
Nos encontramos frente a un periodo auspicioso para la crítica reflexiva y la praxis transformadora. En este contexto, nada más fácil, mediocre y canalla que "pegarle" al presidente de la República o al gobierno nacional por izquierda.
Si nuestros dirigentes no nos representan, dejarán de serlo. Asumiremos la vanguardia dirigente de manera consciente. Si nuestras organizaciones políticas no son lo que esperamos, construiremos los espacios necesarios y diversos para proyectar nuestra potencialidad individual en fuerza colectiva creadora. Somos la posibilidad del porvenir. En lugar de sentarnos a hablar mal de quienes no lo están haciendo bien, de decir y escribir cómo lo tendrían que hacer, ¿por qué no lo hacemos nosotrxs mismxs?
Estamos en un lugar de incomodidad como militancia, sin embargo, la comodidad de la incomodidad nos motiva en quedarnos inmóviles. Esto tiene terribles consecuencias: en primer lugar, porque genera un imaginario colectivo de hipocresía, donde nos repugnamos pero ponemos bombas de colores y tarima. En segundo lugar, porque mientras nos esforzamos en tener un pensamiento crítico, lo que desarrollamos es un pensamiento y una práctica conservadora.
Lo que necesitamos es transformar en realidad cotidiana, en organización social y productiva, el enorme potencial que como pueblos que luchan hemos acumulado en estos 18 años de hegemonía chavista.
Somos lo que sucede, la posibilidad del porvenir.
3 de Julio de 2017, Táchira, Venezuela
1La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) fue la propuesta electoral de Hugo Chávez en las elecciones de 1998 a la presidencia y fue su primer acto de gobierno en 1999, anunciada el 2 de febrero. La CRBV contó con cuatro (4) elecciones populares, libres y directas para darle legitimidad. El 25 de abril de 1999 (1) un referendo consultando al pueblo si quería una nueva Constitución; el 25 de julio (2) del mismo año para elegir a los y las constituyentes que elaborarían el proyecto de Constitución; y, finalmente, el 15 de diciembre del mismo año (3), el referendo popular mediante el cual la población aprobaba la nueva Constitución. Por si fuera poco, en el año 2000 todos los poderes del Estado elegidos democraticamente en 1998 fueron refrendados en nuevas elecciones (4) de acuerdo a la flamante Constitución.
2En Venezuela, el poder originario reside en el Pueblo (con mayúscula), de acuerdo al artículo 5 de su Constitución y no en los representantes, como en Argentina, por ejemplo.
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