Luego de que la atención mundial se estremeciera con el trágico derrumbe de las Torres Gemelas en Nueva York, George W. Bush convirtió al presunto autor del hecho, Osama Bin Laden, en el hombre más famoso y buscado del planeta. El mismo mercenario que con financiamiento del Imperialismo Yanqui expulsó al reformista Gorbachov de Afganistán en 1988, había ahora cometido el crimen más abominable en la historia de Estados Unidos.
Sin embargo no es secreto para nadie la existencia de investigadores y analistas que afirman hasta el presente que todo se debió a una demolición controlada mediante explosivos colocados dentro de las torres, es decir, un probable auto-ataque para legitimar la campaña antiterrorista global y el saqueo a pueblos del Oriente Medio cuyo único pecado ha sido su riqueza petrolera.
Lo que nos consta como acontecimiento imposible de olvidar es que teniendo menos votos populares que su rival Albert Gore y después de varias semanas de disputa judicial, el recién nombrado Presidente Bush experimentaba bajísima popularidad, y fue su célebre declaración guerrerista: “Están con nosotros o están con los terroristas” lo que lo elevó a la condición de gran líder chauvinista capaz de manipular al sufrido pueblo estadounidense hacia el odio y la venganza contra enemigos ficticios: Antes los comunistas, luego los árabes.
Este año nuevamente Bin Laden (vivo o muerto) reaparece como trofeo, esta vez para revivir electoralmente a un histriónico presidente y ganador del Premio Nobel, además de “justificar” la guerra contra supuestos dictadores y terroristas, aunque ello cueste la muerte de millones de indefensos. No cabe duda que por los favores recibidos, Bush y Obama pudieran decir hoy: Thank you very much, Mr. Bin Laden.
(*)Constitucionalista y penalista. Profesor universitario.
jesussilva2001@cantv.net
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