Analizo el discurso del presidente Petro, el cual resulta muy interesante. Pero observamos que las bancadas de la ONU, la inasistencia era superior al 70% de los países presentes. Dice el presidente Petro, en reunión previa en la ONU, que hay una guerra en el mundo y no es la guerra que nos muestran en los noticieros. No es un conflicto de religiones, ni una disputa por territorios. Es una guerra existencial, una batalla a muerte entre la vida y la codicia. La codicia de un poder económico que no se ruboriza al ver 30.000 bebés masacrados en Gaza, mientras el mismo se proclama demócrata en la cumbre de las Naciones Unidas.
Señala Petro, que nos quieren hacer creer que la masacre es un asunto local, que la crisis climática es un problema ambiental, que la migración es una amenaza para la seguridad. Son fetiches, como diría Marx, ídolos de la realidad que el capital nos pone para que no veamos la verdad: todos son síntomas del mismo cáncer. El mismo poder que bloquea en el Consejo de Seguridad de la ONU la paz en Palestina para que sigan cayendo las bombas, es el mismo que no permite la solución a la crisis climática.
La barbarie de Gaza, el genocidio que avergonzaría a los mismos abuelos de los que hoy lo permiten, es el laboratorio del nuevo Herodes. Es el mismo que nos trata como esclavos en las calles de Nueva York y nos lanza misiles en el Caribe. ¿Qué nos pueden enseñar de democracia y libertad quienes se arrodillan ante la tiranía del dinero y se olvidan de que sus ancestros murieron luchando contra el fascismo?
Hemos perdido el tiempo señala Petro, nos han hecho creer en la quimera del "capitalismo verde", en la fantasía de que el mercado va a solucionar el colapso climático. Es una mentira-insiste-pero la lógica del capital es la ganancia. Si lo fósil produce más dinero, siempre se invertirá en lo fósil. No habrá capitalista bueno que detenga la extinción si su cuenta bancaria no se lo ordena.
Expresa que los delfines rosados del Amazonas están muriendo, la selva arde, las islas se hunden y ellos, los dueños de la riqueza, se encierran en sus oficinas planeando su próxima fortuna. No les interesa la humanidad, solo la acumulación. Y por eso nos queda un solo camino: la rebelión.
Para Petro, la raíz de todos estos desastres no es la negligencia o la ignorancia, sino la codicia desenfrenada de una minoría poderosa. La frase "los dueños de la riqueza, se encierran en sus oficinas planeando su próxima fortuna" crea una imagen de indiferencia elitista, de una clase que, separada de las consecuencias de sus acciones, solo se enfoca en la acumulación de capital. Para ellos, la salud del planeta y el bienestar de la humanidad son irrelevantes, meros efectos secundarios en la búsqueda incesante de ganancias.
No es el sistema productivo en sí, sino el énfasis en la ganancia por encima de la vida lo que Petro denuncia, planteó que no hay un "capitalismo verde" posible, porque la lógica de la ganancia no permite la inversión en soluciones costosas para la crisis climática si estas no maximizan los beneficios.
Expuso, que la consecuencia lógica, es que el camino de la negociación o la reforma está agotado. Si las élites no están dispuestas a cambiar porque su propio sistema los impulsa a la destrucción ambiental, entonces la única opción que le queda a la mayoría, a la "humanidad", es la rebelión. Esta palabra no se usa en un sentido meramente figurado, sino como un llamado a la acción directa y colectiva para desafiar el poder de quienes priorizan el dinero sobre la vida.
Analizando la propuesta de la "rebelión" como solución final implica un cambio de paradigma: por lo tanto, se debe abandonar la creencia de que las soluciones vendrán de arriba (de los gobiernos, de las corporaciones o del mercado) y reconocer que la responsabilidad recae en la base, en la acción popular organizada. Una lucha de clases, enmarca el problema como una confrontación entre la clase capitalista (los "dueños de la riqueza") y el resto de la humanidad. La lucha no es solo contra la contaminación o el cambio climático, sino contra la estructura de poder que los perpetúa.
Insiste Petro que, la urgencia del momento se observa cuando los delfines rosados, están muriendo y las islas hundiéndose, por lo que son un llamado de atención. La ventana para la acción se está cerrando, lo que justifica una respuesta radical y contundente, una revolución por la vida.
Petro, centra su discurso, en la crisis climática de un problema técnico a un conflicto moral y político. Sostiene que el planeta se está muriendo no por falta de tecnología o conocimiento, sino porque un sistema basado en la avaricia se ha vuelto incompatible con la supervivencia de la vida. La única forma de salvarse, según esta visión, es a través de una acción radical que desafíe ese poder.
La respuesta no puede ser diplomática, es lo que se entiende. Pide que no haya más discursos retóricos. La humanidad tiene que unirse, conformar su propio ejército de salvación, y decirle al tirano que no se le permitirá un día más de barbarie (Refiriéndose a los grandes líderes de las naciones consumistas como EEUU, Europa y China). Porque la guerra contra la codicia se libra en Gaza, en el Amazonas y en cada rincón del planeta. Es la guerra por la vida. Y la tenemos que ganar, porque de lo contrario, no habrá vida que valga la pena vivir.