Las cosas en su sitio. El Estado de Israel es un artificio surgido de la posguerra mundial, que bien pudo quedar instalado en Argentina, Uganda o Egipto, como llegó a evaluarlo el movimiento sionista, pero que al final se creó en el litoral oriental del mediterráneo por insistencia del movimiento sionista y razones geoestratégicas para Gran Bretaña. Hubo judíos que abandonaron Palestina hace casi dos mil años y hubo judíos que allí se quedaron. No hay una etnia judía única, sino diferentes grupos étnicos (ashkenazis centroeuropeos, sefardíes mediterráneos, negros etíopes, etc). Hay judíos sionistas (de derecha y de izquierda) y judíos no sionistas (de derecha y de izquierda), así como hay palestinos musulmanes, cristianos, de derecha y de izquierda. Hubo un “problema judío” para los nazis y hay un “problema palestino” para los hebreos, y por ello hubo un genocidio por parte de los nazis contra los judíos y hay un genocidio contra los palestinos de Gaza por parte de los judíos de la actual Israel. Los judíos y palestinos son semitas, por eso, apoyar a los palestinos no puede ser considerado antisemitismo.
Visto lo anterior, seguimos. Con el fin de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña sustituyó al Imperio Otomano (vulgarmente, turco) en el dominio sobre Palestina, y propició una inmigración judía hacia ese territorio, donde ya convivían árabes, cristianos y judíos, todos de gentilicio palestino por haber nacido en aquel territorio. Era una forma de compensar el apoyo financiero y político de los judíos europeos y americanos a los esfuerzos ingleses y franceses en su guerra contra los imperios alemán, austro-húngaro y otomano. Esa inmigración comenzó tan pronto como la Sociedad de Naciones le entregó a Gran Bretaña el dominio, bajo la figura de mandato, sobre el territorio palestino, con la obligación de propiciar la inmigración judía a fin de facilitarle un hogar nacional a estos, acarreando este fenómeno, los conflictos propios de todo proceso de invasión a un territorio ya ocupado ancestralmente por otros que comenzaron a verse despojados de sus propiedades y de su país, por diversos medios como la persuasión, la extorsión, la amenaza, la persecución, el terror y hasta la muerte, que utilizaban los judíos sionistas. Los británicos procuraron, encontraron y aceptaron el mandato por su interés de controlar el mundo árabe, estratégica y económicamente importante.
Entre 1922 y 1948, año de la creación del Estado de Israel, se incrementaron los esfuerzos sionistas por apropiarse de los bienes de los árabes palestinos y su expulsión de Palestina, así como de acabar con el mandato y dominio de los británicos y establecer un gobierno israelí. Un medio comúnmente utilizado era el terrorismo, y muchos judíos involucrados en actos de ese carácter, llegaron a ocupar cargos gubernamentales y hasta la Primera Magistratura en los sucesivos gobiernos israelíes. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los judíos reforzaron sus aspiraciones, apelando en su estrategia, además de la lucha armada y el terrorismo, al sentimiento de culpa de los gobiernos europeos y americano (y también sus sociedades), por su omisión y silencio ante la persecución y exterminio de judíos (aunque no fue sólo de estos, porque también lo fue de comunistas y gitanos) que aplicaron los nazis en Alemania y países ocupados por ésta, incluso desde los primeros años del gobierno de Hitler.
Nada se consultó a los palestinos acerca de cuál debía ser el destino de sus vidas como pueblo, sólo observaban como en menos de un cuarto de siglo, los invasores se apropiaban de su país y creaban un Estado que expulsaría a cientos de miles de palestinos fuera de su territorio, convirtiéndolo en un pueblo refugiado, mientras que los que se quedaron en territorios bajo dominio israelí, quedaron sometidos a condiciones infrahumanas de vida. Ese Estado quedó en manos de los sectores racistas de los judíos, provenientes de la Europa Central, llamados ashkenazis, quienes, reunidos en la organización Irgún, habían practicado un método de lucha contra los ocupantes británicos y pobladores palestinos que ahora cuestionan a Hamas.
Han transcurrido ya 60 años de aquel hecho; desde entonces, los apetitos y necesidades de los israelíes se han incrementado en la medida que demográficamente aumentan sus cifras, tanto por el crecimiento vegetativo como por la inmigración judía. Para poder satisfacer las demandas de sus habitantes, se requiere que los palestinos abandonen las tierras que aún ocupan, bien sea por la vía de la venta voluntaria o compelida por la extorsión, la persecución, el asesinato, incluso de niños y de las madres cuyos vientres son la garantía de la reproducción de los palestinos y palestinas que le disputarán a los israelíes del mañana, los espacios vitales para su supervivencia y manutención. Ejemplo de ello es el asesinato de un líder de Hamas conjuntamente con sus ocho hijos, mensaje claro de que se borrará de la tierra la estirpe de todo aquel palestino que se oponga a la expansión sionista.
Israel, con sus actos, alienta la permanente amenaza sobre su existencia como estado, porque alimenta el odio, no sólo de quienes se ven agredidos directamente, sino también por aquellos pueblos que, identificados étnica y religiosamente con los palestinos, se plantean mantener o agudizar un conflicto con los israelíes. De allí, que el derecho de existir del estado de Israel se ve amenazado por sus propios líderes, ya que mantiene vivo el fuego del conflicto del siglo pasado y primera década del corriente, con sus actos contra quienes no tienen más nada que perder, sino sólo la vida y se refugian entonces en la religión para salvarla, aunque por lo menos sea más allá de la vida terrenal, porque si Hamas se ha fortalecido como organización político-religiosa y es aceptada democráticamente por el pueblo palestino de Gaza para que los gobierne, es porque su mensaje islamista (y quizás sus propios éxitos como gobierno) ha calado en quienes han perdido casi todo, menos la vida, y entonces se refugian en sus mezquitas, donde los males por la carencia de alimentos, electricidad, agua potable, medicinas, educación, vivienda, propiciada por la política israelí, se ven atenuados con la esperanza en una vida mejor en el más allá y en la victoria sobre quienes los someten a esa situación, y ello implica no ser contemplativos, sino ir a la acción por el derecho a existir, esta vez del pueblo palestino.
(*)Licenciado en Historia-Abogado
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