Qué difícil cuando un presidente democrático y esencialmente del campo popular y de la revolución es embretado con un premio no tan representativo a las luchas populares por la dignidad y la libertad. El compañero José (Pepe) Mujica, fue nominado por la Organización Sionista del Uruguay y le entregaron el Premio Jerusalén 2010. El recibirlo como primer presidente uruguayo laureado, fue su decisión axiomática. Lejos de esa nominación, quiero destacar de su sabia militancia, sus palabras al recibir esa entrega, “Pertenezco a quienes soñaron un camino nuevo y un día se pusieron una pistola al cinto”. Recordó la “angustia que significa toda guerra” y agregó con la simpleza de los grandes, su “búsqueda humilde de paz y concordia”.
Sus vocablos me trajeron a la memoria cuando mi
maestro, el comandante líder mártir Yasser Arafat, como ingeniero
constructor, se puso la pistola al cinto para recuperar nuestra patria
palestina y nuestra capital Jerusalén, usurpada por los sionistas en la
década del ’40 del siglo pasado. Con el paso del tiempo y el desgarro
del dolor, al igual que el presidente Mujica, Arafat, angustiado por la
guerra, tuvo la heroica actitud de, en un discurso en la Asamblea General de
la ONU en 1974, enfatizar y decirle al pueblo israelí, frente al
caluroso aplauso de los representantes de los países, excepto el de
Israel que se retiró, “Hoy he traído una rama de olivo por la paz en mi
mano derecha y en la otra un fusil de combatiente por la libertad,
espero no permitan que caiga de mi mano la rama de olivo”.
La fortaleza del presidente Arafat para alejar la
guerra y recuperar el decoro nacional palestino, fue más allá, y tendió
su firme mano al premier israelí Yitzhak Rabin para imponer la ‘Paz de
los Valientes’. Rabin, fue muerto por el israelí Yigal Amir, miembro de
la juventud sionista religiosa. A Arafat, lo envenenó el sionista primer
ministro israelí Ariel Sharon (hoy en estado vegetativo), quebrando la
rama de olivo y profundizando el agobio palestino bajo la ocupación.
Vale acotar que en mi nota personal por la
asunción a la presidencia del compañero Mujica, el 1° de marzo de 2010,
le expresé: “Las balas que hirieron su cuerpo y las barras de hierro
carcelarias fortalecieron la revolución de la década del '60 y coronaron
con la fuerza de la voluntad y la democracia aquellos principios
filosóficos y libertarios con dignidad para el amigo pueblo uruguayo”.
Sentimiento que inscribo por mi líder muerto y por mi pueblo palestino
que desde Jerusalén a Gaza, vive diariamente desde hace más de seis
décadas una difícil situación por los tormentos de la ocupación
sionista, los actuales muros de apartheid, los asentamientos ilegales y
la política de limpieza étnica del gobierno israelí.
Soy de Jerusalén. Nací en la Vieja Ciudad Sagrada
y en la cuna de una antigua familia palestina jerosolimitana. Las
retinas y el corazón de mis antepasados vivieron el dolor provocado por
muchos de los ocupantes de turno que nos sometieron. Conozco mi propio y
silencioso dolor del desarraigo y la mutilación cuando en 1948 los
sionistas me arrancaron de Jerusalén y me convirtieron en refugiado con
mis padres. Sin derecho al retorno. Sin derecho a mis muertos. Sin
derecho a mi casa. Sin derecho a vivir en la tierra en que nací.
No voy a relatar la ilegitimidad de Israel de
mantener crucificada a Jerusalén. Ni voy a citar las decenas de
resoluciones de la ONU y las leyes jurídicas internacionales que exigen a
la potencia ocupante retirarse de Jerusalén. Tampoco voy a desarrollar
la historia pre bíblica que nos adjudica la legítima titularidad de la
ciudad por ser fundada por la tribu cananea palestina de los Jebuseos
3.500 AC. Solo voy hacer valer mi derecho palestino, de haber nacido en
Jerusalén. Reminiscencia para no consentir ni reconocer concesiones, ni
títulos, ni premios que no sean legítimos de mi pueblo y mi ciudad.
Respeto al compañero Mujica, a su revolución y a
los mártires que hoy permitieron el orgullo del pueblo uruguayo a vivir
en libertad. Pertenezco también a un pueblo revolucionario por su
libertad y angustiado por la guerra impuesta. Soy de Jerusalén y tengo
mi corazón partido entre mi ciudad de nacimiento y el país de mi exilio.
Soy jerosolimitano y no puedo, ni debo disimular
el gran escozor que me causa que la organización que me quitó mi patria,
mi ciudad y mi hogar, también se arrogue con desparpajo otorgar un
premio llamado Jerusalén.
(*)Analista Internacional sobre la situación de Palestina.
Fue el Primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina
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