Hasta siempre, Ramón Piedra
Para llegar al origen de tu recuerdo tengo que subir por la Avenida Principal de La Yaguara y doblar a la derecha, ya llegando arriba, luego a la izquierda, dejando atrás Coresmalt, y el restaurante “El 3”, para llegar a Eti Tex, donde trabajabas como tejedor de etiquetas. Allí te encuentro junto a Argenis, Luisa, Simón y la gente que se estaba organizando para lograr el derecho de afiliarse a la Unión de Trabajadores de la Industria Textil Confección y sus similares del Dtto. Federal y el Edo. Miranda. Nuestras gloriosas cuatro letras: UTIT. Estamos a finales de 1975, hace tan solo medio siglo.
Los de Hilanderías Venezolanas habíamos comenzado la vaina, y pronto hicimos contacto con Argenis. Al año siguiente se prendió el conflicto por el derecho a la libre organización sindical. Lo habían logrado antes los de Tócome Textil y Telares Los Andes, pero en 1976 fuimos Hilanderías Venezolanas, Eti-Tex, Tejidos Nylon, en fin, todas las textileras de La Yaguara y Telares de Palo Grande en Ruiz Pineda. De ahí en adelante, hasta finales de 1982, vivimos siete años que tuvieron para nosotros la significación de una universidad. El proceso cotidiano de revisión de lo que habíamos hecho y de lo que quedaba por hacer, se convirtió, para ese equipo humano en el que pasamos ese septenio, en una sistematización permanente de la experiencia, convirtiéndola en conocimiento, en fuerza.
Tanto fue lo que vivimos, tantas las peripecias que nos pasaron, que cuando salimos de UTIT, sabíamos que aquella experiencia vibraría en nuestros corazones por siempre.
El Ramón Piedra que salió de la experiencia textilera sabía que tenía el don de la palabra. La facilidad de explicar con sencillez cosas complejas. Eso sí, en tu estilo. La voz pausada y sin impostación, como quien le habla a iguales. ¡Cuánta asamblea a puerta de fábrica! Ramón, informando, informando, informando. ¡Cómo te encantaba repetir que la información era poder! ¡Cuántos Consejos de Delegados! ¡Cuánta discusión! ¡Cuánto debate!
Como pocas experiencias formativas, la lucha en el seno de los trabajadores textiles nos llevó a una actitud distinta respecto, por un lado, de lo que era la realidad y el destino del país, y por el otro, respecto de la que debería ser nuestra participación en esa lucha. Te visité muchas veces cuando trabajabas en aquella quincalla inmensa, en el centro de Caracas, que se llamaba “El 5%”, para caracterizar la situación, para discutir política.
Cuando te mudaste a Valencia, buscando mejores horizontes para el familión que levantaste junto a Cristina, tu esposa de toda la vida, en algún momento entraste a trabajar en Papeles Venezolanos C.A. y, como era lógico y predecible, al poco tiempo, tus compañeros de trabajo te eligieron delegado. Empezaste a hacer lo que siempre hacías: informar. Los trabajadores te reconocían en eso. Tú eras el que informaba. Estando en esa empresa lograste que yo pudiera hacer una visita para ver el proceso de fabricación del papel higiénico, y enterarme de la triste realidad que significaba que la pulpa de papel, extraída de las desertificantes plantaciones de eucalipto de la transnacional Smurfitt, que es la materia prima que le confiere suavidad al producto final, la producíamos en Venezuela, y el cartón de reciclaje, que es la materia prima que le confiere aspereza al producto final, lo importábamos de Estados Unidos en inmensas pacas que me dejaron impresionado.
Entonces nos llegó el proceso bolivariano. Nosotros teníamos años organizando sindicatos, cooperativas, comunidades educativas, asociaciones de vecinos, escuelas de salud, condominios y cuanta vaina significase organización popular, pero el 4 de febrero de 1992 insurgió un sector de la dirigencia media de las entonces Fuerzas Armadas, liderados por el Tcnel. Hugo Chávez Frías, para dar un Golpe de Estado contra el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, y de ahí a diciembre de 1998, fue como un suspiro en el tiempo hasta la elección de Chávez como presidente de la República. ¿Éramos nosotros los equivocados con nuestra ruta de aumentar la unión, la democracia y la independencia del pueblo trabajador organizado? Han pasado ya unos cuantos años y, aun cuando la historia no puede reducirse a simplificaciones maniqueas, tal parece que se confirma la noción de que lo que a golpes se hace, a golpes se deshace.
Al tiempo de estar yo trabajando en el sector hidrológico, en la vaina del Agua para estar más claros, te busqué. Lo que estábamos haciendo se parecía demasiado a tu saber. A la capacidad maravillosa (y dificilísima de encontrar) para construir consenso, unidad, coordinación. Entraste en Hidrocentro y muchísimas comunidades de Carabobo supieron de tu menuda y persistente presencia informando, informando, informando. Organizando y procesando los proyectos que resolvían el acceso al agua y a su debido procesamiento. Tus compañeros de trabajo tuvieron siempre un respeto muy particular por tu trabajo, sobre todo los de operaciones, los que contaban con tu labia para explicar la situación a las comunidades cuando había problemas, que era, más o menos, casi siempre. Por tu profundo conocimiento de la gente, porque sabías más que cochino frito, tú, que no llegaste a sacar el bachillerato.
Ese fue otro gran aprendizaje que potenció al saber que venía de las luchas del pasado. El asunto del Agua en el mundo era mucho más serio y más profundo que el servicio de Agua Potable y Saneamiento.
Estabas impulsando la organización comunitaria en torno al agua, cuando el tiempo te pasó factura y no pudiste seguir. Después de meses de enfermedad, tu partida sonó a liberación.
Quiero aprovechar esta celebración de tu memoria para gritar que no podrán quitarnos lo bailado, Ramón. Que cuando tuviste que enfrentar a los cabilleros de AD-Sutratex-CTV, a los patronos textileros, a los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campíns, supiste, hasta donde nos fue dado, levantar victorias que alimentaran la esperanza. Que cuando éramos pocos, estábamos débiles, y la dominación era una atmósfera oscura y lóbrega, supiste resistir y sobreponerte. Que cuando fuiste funcionario público, en una empresa hidrológica pública, hiciste tuya la imagen del servidor honesto, que no tenía horario, que convocaba reuniones con las comunidades los fines de semana, porque es cuando la gente tiene más posibilidad de asistir, de informarse, de organizarse.
Fruto depurado del movimiento popular venezolano, tu partida nos deja a un tiempo tristes y esperanzados. Tristes, porque vidas como la tuya, que a pesar de lo desconocida que pudiera ser para muchos, brilla en la tenebrosa hora que nos está tocando vivir, y nos hace una falta tremenda. Y esperanzados, porque quien siembra cosecha, y tu dejaste sembrado tu sueño de un mundo de justicia y libertad. Hasta siempre, compañero, amigo, hermano, hasta siempre, Ramón.
Venezuela, 6 de agosto 2025