Todo el mundo se está lamentando del bajo crecimiento mundial,
especialmente en los países centrales. Las razones aducidas son
múltiples, pero para una visión de la ecología radical, tal hecho
resulta de una reacción de la propia Tierra ante la excesiva explotación
por el sistema productivista y consumista de los países
industrializados. La agresión al sistema-Tierra se ha llevado muy lejos
hasta el punto de que, como aseguran algunos científicos, hemos
inaugurado una nueva era ecológica: el antropoceno, en la que el ser
humano, como fuerza geológica destructiva, está acelerando la sexta
extinción en masa, que está en curso desde hace milenos. Gaia se está
defendiendo, debilitando las condiciones de ese mito arraigado en todas
las sociedades actuales, incluida la de Brasil: el crecimiento, el mayor
posible, con consumo ilimitado.
Ya en 1972, el Club de Roma se daba cuenta de
los límites del crecimiento,
que la Tierra no puede soportar más. Necesita un año y medio para
reponer lo que extraemos de ella en un año. Por lo tanto, el crecimiento
es hostil a la vida y hiere la resiliencia de la Madre Tierra. Pero no
sabemos ni queremos interpretar las señales que ella nos da. Queremos
crecer más y más, y consecuentemente consumir sin freno. El informe
«Perspectivas Económicas Mundiales» del FMI, prevé para 2012 un
crecimiento mundial del 4,3%. Es decir, vamos a sacar más riquezas de la
Tierra, desequilibrándola, como demuestra el calentamiento global.
La «Evaluación Sistémica del Milenio» realizada entre 2001 y 2005
por la ONU, al constatar la degradación de los principales factores que
sostienen la vida, advirtió: o cambiamos de ruta o hacemos peligrar el
futuro de nuestra civilización.
La crisis económico-financiera de 2008, que ha vuelto ahora en el
2011, refuta el mito del crecimiento. Hay una ceguera generalizada, de
la que no escapan ni siquiera los 17 premios Nobel de economía, como se
vió recientemente en su encuentro del Lago Lindau, en el sur de
Alemania. Excepto J. Stiglitz, todos estaban de acuerdo en sostener que
el marco teórico de la economía actual no ha tenido ninguna
responsabilidad en la crisis actual (Página 12, B. Aires, 28/08/2011).
Por eso, ingenuamente postularon seguir la misma ruta de crecimiento,
con correcciones, sin darse cuenta de que están siendo malos consejeros.
Es importante reconocer un dilema de difícil solución: hay regiones
del planeta que necesitan crecer para atender demandas de pobres,
obviamente cuidando de la naturaleza y evitando la incorporación de la
cultura del consumismo; y otras regiones superdesarrolladas tienen que
ser solidarias con las pobres, controlar su crecimiento, tomar solamente
lo que es natural y renovable, restaurar lo que han devastado y
devolver más de lo que sacaron para que las futuras generaciones también
puedan vivir con dignidad junto con la comunidad de vida.
La reducción del crecimiento es una reacción sabia de la propia
Tierra que nos envía este recado: «Olviden la idea desaforada del
crecimiento, pues éste es como un cáncer que va a corroer todas las
fuentes de la vida. Busquen el desarrollo humano de los bienes
intangibles, que este sí puede crecer sin límites, como el amor, el
cuidado, la solidaridad, la compasión, la creación artística y
espiritual».
No creo equivocarme pensando que hay oídos atentos a este mensaje y que haremos la travesía anhelada.
leonardoboff.wordpress.com/