Un análisis de la Estrategia Política de Donald Trump, acosar, matar, intimidar

Trataremos de realizar con este artículo un análisis de cómo la polarización se convierte en manos de Donald Trump y sus seguidores en el partido republicano, en una herramienta activa de gobierno y dominación, en lugar de ser una simple consecuencia de la política y que es un elemento que aporta a las situaciones conflictivas actuales de ese país, que algunos configuran como pre guerra civil. Trataremos de decirlo lo más sencillo posible.

Es que la política estadounidense contemporánea, marcada por una profunda y creciente división, ha encontrado en la figura de Donald Trump un catalizador y, según muchos analistas, un estratega consciente de esta fractura. La premisa central que orienta su accionar no es la búsqueda de la unidad nacional o la mitigación de la polarización, sino la utilización de la división como una herramienta para la dominación y la expansión de su poder presidencial. Para su movimiento, conocido como MAGA (Make America Great Again), Haz a Estados Unidos grande otra vez, la polarización no es una preocupación, sino un activo político central en la lucha por la supervivencia de la nación tal como la conciben.

La dinámica se articula principalmente a través de la polarización como estrategia de poder. Trump ha perfeccionado la creación de un "enemigo interno" constante. Mediante una retórica implacable, sus oponentes son todos, desde la "izquierda radical" hasta los inmigrantes, definidos y demonizados, a menudo utilizando términos de conflicto como "terroristas domésticos" o "invasión". Esta narrativa fomenta una identidad de grupo, excepcionalmente fuerte entre sus seguidores, que se sienten inmersos en una lucha existencial por el destino de los Estados Unidos.

Dentro de esta óptica facistoides, la división no es percibida como un fallo democrático, sino como la prueba irrefutable de que el movimiento MAGA está librando la "guerra cultural" correcta, reforzando la lealtad incondicional al líder que está dispuesto a pelear. Cualquiera semejanza con Hitler o Mussolini, no es pura coincidencia.

Esta estrategia de división está intrínsecamente ligada a la expansión del poder presidencial, percibido como el instrumento necesario para lograr sus objetivos. Desplegar o amenazar con desplegar fuerza militar como la Guardia Nacional o los Marines, en ciudades lideradas por la oposición demócrata, a pesar de la objeción de los líderes locales, son interpretados como un esfuerzo para imponer la autoridad ejecutiva y presidencial sobre gobiernos locales opositores.

Se busca con ello desdibujar los límites del federalismo característico de los Estados Unidos y centralizar la autoridad en la figura del presidente. Del mismo modo, la adopción de una retórica de guerra, como amenazar con un "conflicto" en ciudades o incluso cambiar el nombre del Departamento de Defensa por el "Departamento de Guerra" funciona como una clara intimidación política, demostrando la disposición de Trump a escalar el conflicto a niveles superiores para lograr sus objetivos.

Un aspecto a considerar se refiere a su estilo personal, que es una mezcla de actitudes intimidatorias y de acorralamiento para apabullar al oponente, que analizaremos más en detalle en próximo artículo sobre ello. En general uno de sus propósitos. Esta táctica consiste en convencer a los adversarios de que el líder es impredecible y capaz de tomar medidas extremas para forzar su aceptación. El objetivo final no es necesariamente el colapso, sino lograr el sometimiento de los adversarios. Al presentarse como alguien ajeno a las restricciones y convenciones políticas, Trump obliga a sus oponentes a operar en un estado de alteración o a ceder posiciones para evitar una escalada desconocida.

Aunque se debe estar claro que, la consolidación de poder es el fin único y último de esta estrategia, relegando la unidad nacional a un segundo plano. Para los críticos, el riesgo latente de un conflicto civil deja de ser un error de cálculo para convertirse en un efecto secundario aceptable o, peor aún, en una palanca de presión calculada. Esta visión sugiere que la división es la herramienta fundamental para consolidar un tipo de poder que, según sus detractores, se acerca peligrosamente al autoritarismo moderno.

Dentro de sus retoricas polarizantes, las referencias a un posible conflicto civil o a una escalada de violencia son utilizadas por él y sus partidarios como una herramienta para intimidar a la oposición, movilizar a su base de votantes y justificar medidas que desean aplicar. Si esto es solo una amenaza o no, lo cierto que esta estrategia ha generado un aumento de la violencia, la que además a explotado a su favor y se ha convertido en un pretexto para acosar a sus enemigos políticos.

Con todo ello el supuesto civismo y el cumplimiento de normas democráticas en la población blanca de Estados Unidos ha sido socavado por esas estrategias trumpiana, y habrá que esperar para ver el desarrollo de los acontecimientos.

Oscar Rodríguez Estrada 21 de octubre de 2025



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Oscar Rodríguez E


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