Barquisimeto y su desgracia (la maldición del Tirano Aguirre)

Esta ciudad (escogida por muchos para el éxodo moderno, es decir, de una ciudad a otra) llamada la de los más bellos atardeceres, la capital musical de Venezuela, tiene un sino, una desgracia que la marca y es la violencia con la que sus habitantes arremeten contra ella, como culpándola de todos sus infortunios.

La fiereza de los Gayones, Caquetíios y Jiraharas hizo que los españoles, en vez de fundar la ciudad en la ribera del Río Turbio, la asentaran en la meseta norte del cauce, asumiendo así, una posición privilegiada para la vigilancia del ataque indígena, que, reclamando su territorio, arremetía contra las pocas estructuras que los primeros colonos intentaban asentar en estas tierras.

Somos muchos los que no hemos nacido por acá, sin embargo, uno aprende a querer los cuentos, anécdotas y personajes que plenan la barquisimetaneidad.

Una amistad cercana con Iván Brito López, defensor a ultranza de la ciudad y sus costumbres, me hizo conocer más en profundidad el espíritu barquisimetano y a entender ese carácter propio del larense que a veces es confundido con displicencia o lentitud, cuando realmente es la expresión de un modo que tienen para aprovechar el tiempo en el cultivo de la espiritualidad y la amistad.

Por eso sorprende como, en las buenas y en las malas, sus habitantes salen a la calle y arremeten contra la ciudad sin consideración alguna.

Hace unos cuantos años, cuando Cardenales de Lara alcanzó su primer título en el beisbol profesional venezolano, el festejo fue de tal magnitud, que pasaron meses antes de poder reparar los destrozos que la multitud dejó en la ciudad.

En la última semana hemos sido testigos del mayor ensañamiento que se conozca en la historia contra la urbe. Creo que ni el cólera calmado hace 161 años por el milagro de la Divina Pastora causó tantos estragos como la acción vandálica de los barquisimetanos.

La protesta se ha convertido en una vendetta contra el mobiliario urbano, aceras, plazas, parques, kioscos, paradas de bus, transporte público. Incluso, en zonas que han esperado por años la colocación de servicios de cloacas y aguas blancas, sus habitantes tomaron las tuberías de las obras para la reyerta, con lo cual vuelve a cero la esperanza del servicio.

Personajes encapuchados que recorren la ciudad atemorizando y robando. Y otros, encapuchados y armados también, que amedrentan a quienes osan abrir sus negocios, lo cual es tomado como una afrenta a la “lucha” que llevan a cabo. Héroes para unos, villanos para otros.

Riego y quema de basura, incluso orgánica, en las calles con los riesgos que eso implica. Búsqueda de chatarras para colocarla en la entrada o vías de acceso hacia barrios y urbanizaciones, cerrando también el acceso a servicios como el gas y el aseo urbano.

Inutilización de semáforos. Desprendimiento de raíz de señalizaciones viales y postes de alumbrado eléctrico. Acoso furioso contra árboles, material precioso para la colocación de barricadas y trancas. Robos de tapas de visitas, alcantarillas y metros de cable de servicio telefónico (alámbrico y fibra óptica) con la correspondiente caída del servicio de telefonía e internet.

Inutilización de avenidas, dejando uno solo para el tránsito en vías que son de 3 y 4 canales, lo cual trae consigo fenomenales y largas colas de los mismos ciudadanos que ayer llenaban las calles en protesta.
Pese a ello, la ciudad, nos regala cada día mañanas y tardes de una luz esplendorosa que hace resaltar el poco frescor que aún queda de nuestras otrora envidiadas áreas verdes. Quizás lo hace con la esperanza de que finalmente entendamos que ella no tiene la culpa de los pesares de unos ni de los otros.

A quien le preguntes no da con la explicación de esta actitud. Quizás se deba a la maldición del Tirano Aguirre, quien vio la última la luz del sol en esta ciudad.

Lope de Aguirre, famoso hombre malo de la conquista, enfurecido con la corona por no reconocer sus esfuerzos, arremete contra ella y es entonces cuando se convierte en un objetivo español. En Barquisimeto es esperado y emboscado, antes de morir apuñala a su hija, ya que temía fuera objeto de venganza por sus actos.

Luego de su muerte fue descuartizado y expuesto, mientras que el desecho de su cuerpo fue alimento de los perros. Quizás en su último suspiro, profirió algún tipo de maldición eterna contra la ciudad, que hoy se mantiene.




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Juan Carlos García


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