Aproximación al desacuerdo de Santo Domingo

Ontología del conficto

Un amable lector de un texto nuestro con pretensiones académicas que por estos días está evaluando, parece sorprenderle la legitimidad de la frase “… lo ente” nacional u “ontología de lo actual” en términos de Foucault (1989) y la subraya en rojo, ello nos hizo recordar la frase que encabeza esta nota, a saber, de qué va la “Ontología del conflicto” o cuál sea la naturaleza más profunda de tal realidad o cómo la consiguen los actantes sociales: desde la perspectiva objetivista-positivista que describe los hechos sociales como “cosas” o cualitativa donde no hay hechos propiamente sino interpretaciones subjetivas a tenor de los intereses subrepticios, dado que el episteme o teoría del conocimiento subyace indefectiblemente en las interacciones humanas e impone determinaciones en una u otra dirección en la acción.

Cualquiera sea el caso es de notar, supone uno inicialmente, que la cultura de investigación y producción científica a la se adscribe el querido lector antes aludido, que tiene amplia experiencia en esas lides, así como la de cualquier lector incidental, para decirlo parafraseando a Rusque (2001), difieren de la del suscrito. Y es lógico que así sea, por ser de “escuelas” de pensamiento diferente; que si cabría decir como autoreferencia, sería que nos adscribimos a una especie de bagatela en construcción o nuevo constructo metafóricamente acaballo entre la Historia como Ciencia Social y el rigor de la Filosofía (Dilthey, 1979) en la amplia tradición occidental y sus derivaciones contemporáneas que, por cierto, suelen estar incorporadas de suyo a los estudios universitarios tradicionales y se dice que en los últimas décadas también están bajo la perspectiva de la complejidad, tan frecuente hoy en los pensum y considerados tan “útiles” para la comprensión de la dinámica social de los días que corren de amplias variables intervinientes en situaciones concretas.

A continuación, pues, se propone un ejercicio de aproximación a lo que hemos llamado “desacuerdo de Santo Domingo”, este evento político-diplomático por todos conocido desarrollado en la Cancillería de la República Dominicana, que tan amablemente se prestara como mediador en la persona de su presidente Sr. Danilo Medina pero que terminara en desencuentro. A modo de un “retrato hablado” de cómo se mueve la cosa en la práctica e imaginario político en Venezuela actual, cuando la “hybris” o desmesura emocional cunde y ambas partes se creen poseedores de “la” verdad; por lo que todo tiende más bien al impulso irracional y desequilibrado. Transgrediendo cualquier límite mediado por la “frónesis”, entendida esta categoría como prudencia y facultad deliberativa para establecer lo que hay que hacer y en qué circunstancias o comprender el bien y el mal, contribuyendo así a la toma de decisiones racionales, que es la acción típica esperada en la famosa “Teoría de Juegos” desarrollada por John von Neuman y Oskar Morgenstern cuyo resumen es que siempre los actores económicos o políticos desarrollan estrategias a tenor de ciertos intereses contrapuestos que son la causa del conflicto.

¿Qué procede entonces? ¿Eliminar el conflicto neutralizando a los actantes o integrarlo a nuevas dinámicas de las que emerjan síntesis creativas? ¿Quién ha procedido con la prudencia debida? ¿El Ejecutivo venezolano mediante sus delegados o la Oposición política democrática así llamada? En la doxa periodística ambos actores hablaron sobre sus “posturas téticas” con “discursividades apofánticas”, de donde se tiene que ya tomaron partido al establecer proposiciones que afirman o negando algo sobre algo (la naturaleza del conflicto sociopolítico y/humanitario concomitante o sobre los atributos de determinadas “regiones de la realidad” que pueden ser contrastadas, evaluadas y superadas, cuyas aristas son tan varias que requieren una crónica aparte y enjundiosa pero alude en general a las condiciones electorales y el comportamiento de las organizaciones con fines electorales que requieren fortalecer su musculatura o su democratización interna, así como la recomposición del tejido social en general.

Como se ha prometido decir dos o tres cosas sobre la “Ontología del conflicto” diremos de entrada, siguiendo a Domínguez González (2013), que con ello aludimos a la “forma de pensar la realidad”. Si lo hacemos en términos de la modernidad, que es lo más común, el conflicto implica el peligro de colapso y disolución (de allí que nos preguntemos: ¿será sea la actitud de gobierno y oposición en Venezuela?) o también se puede asumir el conflicto en términos de la hipermodernidad, igualmente llamada postmodernidad: que entiende la negatividad como resultado y factor de las dinámicas societales pero que si se está consciente de ello en la negociación es dable alcanzar una síntesis incorpora tal aspecto como forma permanente; de donde se tiene que es importante ofrecer nuevas oportunidades para el diálogo social y ello requiere tiempo, que es el plasma en que navegan los acontecimiento, dice Bloch (1986); por lo que hemos de señalar brevemente que pensar la realidad venezolana actual en términos de conflicto se ha tornado común pero en lo que no se atina es en las soluciones, que habrá de hallarse porque lo contrario sería validar la actitud de algunos cuya referencia es la invasión, los marines, cascos azules de la ONU y eso; en fin, eliminar el conflicto y no integrarlo.

Pero eso es limitante, porque es una dimensión de la realidad pero no algo catastrófico, de hecho, dice Domínguez González (ob cit) que Leibniz concibe la existencia (existir) como conflicto; por lo que en esta perspectiva “hace de todo lo imposible sea posible”, la naturaleza ontológica en esta perspectiva se sitúa más allá del campo de las representaciones humanas que, de hecho, pueden considerarse “adecuadas” cuando piensan la realidad en términos de conflicto o concomitantes a ese movimiento del ser, que es “conflicto entre esencias”, como diría Leibniz.

En concreto, creemos que el fracaso del encuentro gobierno-oposición u oposición-gobierno en Santo Domingo no es tal. Constituye una etapa que tiene relación con el modo de abordar la realidad, sin duda atiente también a la “conciencia libre”, que implica “escogencia de sus propias decisiones, gustos y destinos”; la oposición escogió y los sectores revolucionarios en el poder también, por lo que se entiende que cada individuo se la ve con otro ser humano siempre y ad infinitum e implica descubrir la propia libertad de ser pero no supone negar el otro o destruirlo; lo deseable sería, recordando ahora a Sartre, alcanzar una “comprensión” de la entidad en cuestión. Esto es, pensar la realidad en términos de conflicto, que es el reto de estos tiempos típicos de la transmodernidad, para decirlo con la categoría emergente de Rosa María Rodríguez-Magda en su libro “La sonrisa de Saturno”.

Ergo, no es que en Venezuela se pueda pensar que vayan a desaparecer los sectores políticos en pugna, sino que se debe crear una nueva síntesis expresada en un proyecto compartido en su líneas gruesas que se ha dicho sea la Constitución actual y no la que seguramente creará la Asamblea Nacional Constituyente, eso viene a ser un tópico muy arduo porque solemos pensar en términos de la modernidad tardía y no de la hipermodernidad con sus tecnologías sociales disruptivas como la democracia social o participativa y protagónica, donde las diferencias despliegan su potencia en el plano de un común horizonte de futuro construido por todos, por eso la nueva Carta Maga que saldrá del horno constituyente va a requerir de una amplia legitimidad, he allí el reto de integrar a los sectores democráticos de la oposición, los revolucionarios disidentes que son legión, el empresariado y comerciante, ya se ha visto que los radicalismos como en el libro de J. E. Chegin son una “Distorsión”.

REFERENCIAS

Bloch, M. (1986). Apología de la historia o el oficio del historiador. Fondo editorial Lola de Fuenmayor-Fundación Buría. Caracas-Barquisimeto.

Foucault, M. (1989). De las palabras a las cosas. Tauros. Barcelona.

Dilthey, W. (1979). La filosofía como ciencia rigurosa. Fondo de cultura económica. México.

Dominguez González, D. J. (2013). “Pensar y habitar el conflicto. Entrevista con Miguel Benayag”. Documento en línea, disponible en www.circulobellasartes.com>articulo

Rusque, A. M. (2001). De la diversidad a la Unidad en la Investigación Cualitativa. Universidad Central de Venezuela. Ediciones Faces. Caracas.



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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