A 40 años de la masacre de Tlatelolco

Como una carga pesada que no logran aliviar, llevan los mexicanos honestos y comprometidos con la verdad, ese horrible crimen que fue la Matanza de Tlatelolco. La impunidad fue y seguirá siendo el factor común de estos hechos atroces contra estudiantes medios (niños y niñas), universitarios, profesores y pueblo en general.

Impunidad que se hizo evidente desde un primer momento, cuando el ya fallecido ex presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz encubrió por completo su complot siniestro. Tanto los militares del grupo élite “Olimpia”, apostados desde un contiguo al balcón donde se dirigían a la multitud los líderes estudiantiles, como los francotiradores enviados a disparar sin misericordia desde múltiples azoteas y ventanas, cumplió fríamente su cometido. La acción traidora se convirtió en una arremetida de balas tanto hacia la multitud congregada como al ejército que penetraba la plaza para “restituir” el orden.

No hay hasta ahora, y por conveniencia de estos sistemas pseudo-democráticos, una cifra real de los miles de asesinados y heridos. Testigos afirman haber visto salir de la plaza camión tras camión de cadáveres. Se hizo literalmente una limpieza calculada de la escena del crimen y se trató de borrar la huella asesina, hasta con agua y detergentes, en toda la plaza y sus alrededores. Como si con esa acción, se pudiera suprimir de la memoria de los sobrevivientes y del pueblo heroico de México, semejante perversidad.

A cuarenta años de esa acción criminal creo justo recordar a los caídos y además de elevar una plegaria, por la justicia que no termina de llegar, también dar un reconocimiento a los sobrevivientes que siguen dignamente hablando por sus compañeros caídos. Un solo detenido existe y es el sucesor del asesino Díaz Ordaz, su “carnal” Luis Echeverría Álvarez (secretario de Gobernación para ese entonces), quien tiene actualmente casa por cárcel.

Y como si el destino quisiera burlarse del pueblo mexicano, ahora su actual presidente, Felipe Calderón, parece haberle dado la espalda al proceso acusatorio y posiblemente estén en riesgo hasta los archivos. Mudos testigos de esta felonía.

Loas al pueblo mexicano y a los miles de manifestantes que lucharon, aquella fatídica tarde del 2 de octubre de 1968, por los derechos del pueblo a ser escuchado y a no ser manipulado por una sociedad decadente y llena sólo de intereses personales. Un pueblo que tarde o temprano volverá a tronar sus voces por todo México.



luisortega69@hotmail.com


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Luis Ortega Segovia


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