Buscando las Miserias de la Humanidad

Mas que una crisis mundial financiera vivimos una crisis moral acumulada al servicio de la abominación humana

La crisis que hoy acompaña a la humanidad no es solo la crisis del sistema capitalista financiero, es, por decirlo en términos más amplio, una crisis de índole moral que se ha venido acumulando desde que el hombre descubre las formas de explotación, por estas razones el capitalismo viene manifestando, no desde ahora, el trauma generacional acumulado que durante un siglo representa la modernidad de sociedades anteriores, es decir, ha sido la representación de los sistemas implantados por el hombre desde la sociedad esclavista y feudal, pero ahora con la rigidez de una tecnología al servicio del holocausto de dominación. Más aún, se torna más agudo con la crisis del capitalismo de este siglo que ha hecho acto de presencia y ahora con más vigor que en crisis pasadas.



El embrión de una sociedad que fue la apertura de la crisis humana: Mas que una crisis humana, la pervertida conquista española, dejo hondas secuelas en la organización y en los controles de defensa de nuestros ancestros y esto ha sido la generación secular del funcionamiento de los controles de espacios geohumanos desde que Europa constituyo el primer circuito de dominio y despojo de nuestra naturaleza humana, mientras que por el lado civilizatorio, los gendarmes del despojo, los españoles, transitan por las veredas de sus descargas traumáticas producidas por una sociedad en decadencia y de valores endemoniados. España, para el momento de la conquista y etnocidio, era una sociedad en ruinas, en decadencia. Más que una crisis humana es una crisis generacional, esa es la herencia dejada y muchas han sido las secuelas que permanecido en nuestros genes.

Los gendarmes de la conquista y el despojo, fueron hombres que cobraban pena en su país, hombres con problemas psicológicos, sexuales, aves de rapiña que hacían usos de sus presas para consolidar una historia llena de sangre. Las voces de los vencidos, como los denomina Galeano, enfrentaban los filos metálicos de las armas de la civilización de la edad lúgubre de la Europa sangrienta que aun no escampaba la lluvia de sangre del Medioevo. “Las bacterias y los virus fueron los aliados más eficaces. Los europeos trajeron consigo, como plagas bíblicas, la viruela y el tétanos, varias enfermedades pulmonares, intestinales y venéreas, el tracomas, el tifus, la lepra, la fiebre amarilla, las caries que pudrían las bocas” (Las venas abiertas de América Latina). Cuando pisaron nuestra tierra, verdaderamente conquistadas por nuestros aborígenes, destrozaron años de historia, de organización y de producción, acabaron con un modo de hacer vida, acabaron con una economía. Pero prevalecía el valor humano y la forma de interpretar su mundo cosmogónico.

Nuestros nativos, aborígenes, dueños de sus espacios, no soportaron el fatídico contacto inserto por el demonio europeo que causo un genocidio mayor a lo largo de los horizontes productivos de estos ancestros, niños, familias enteras, clanes, organizaciones sociales, fueron despojadas de su progreso que les daba el modo de explotar su hábitat.

La colonia instaurada separa al hombre nativo de los privilegios, pero los tales privilegios llevaban la sangre del vencido, las llagas del tormento fue el comienzo del sustento de un nuevo modelo impuesto de pensamiento, de organización, de explotación, de una sociedad de dominio y de revaloración del sistema burgués colonial a través de la ideología del miedo y del despojo. Los condenados vencidos perdieron sus fuerzas de campo convertidos en los indigentes del nuevo sistema colonial. Eso es la historia, la historia que el capitalismo convierte al europeo en una efigie de hombre poderoso, con un nuevo mensaje de vida en nombre de la corona y de la iglesia. Desde allí comienzan la importación de las ideas del fracasado mercado español y se instaura “el asentamiento de la violencia”, de una sociedad que fue para la muerte.

Lo más increíble es que todavía no se han execrado de la historia neoliberal la idea de que somos inferiores ante la “raza europea”, y todavía se sienten conquistadores, porque aun galopa en América Latina la razón monárquica de la España Colonial, ejemplo de ello, “por qué no te callas…”, cuando Juan Carlos de Borbón le propino al presidente Chávez por hacer pública una denuncia donde el ex presidente de España José María Aznar está conspirando con la CIA el derrocamiento de Chávez.



Lo que siempre ha podido ser el hombre: La especie humana ha estado sumergida en la eterna búsqueda del privilegio pasando por encima de las leyes compuestas por el hombre para su mismo control y a pesar del mismo, el hombre como lo dijimos al principio es caníbal del hombre. Aquí llegamos a la Edad Media donde existía la restricción de ascenso social.

Los privilegios eran privilegios de la monarquía por “disposición divina”. Según Erich Fromm en su libro El Miedo a la Libertad, agrega que una de las características, en contraste con la moderna, es la ausencia de libertad individual, el hombre se hallaba encadenado a una determinada función dentro del orden social, ni en la manera de vestir y de consumir alimentos, no existía libertad de elección, mucho menos trasladarse de un lugar a otro dentro de su territorio ni menos a otro país. Todo esto, como aprendizaje para la ciencia, nos manifiesta que el hombre arrastra ese lado oscuro de la que mencionó Jung con su célebre investigación científica sobre la sombra que está al lado del hombre.

La eterna disponibilidad agresiva del hombre para con el hombre ha reflejado a lo largo de la historia, normas, controles sociales para legitimar o deslegitimar el sistema, es decir, cada sociedad es el reflejo de los dominios paradigmáticos que las mismas estructuras físicas han sido aceptadas o rechazadas y lo cual entran en conflicto o no los ambientes de control.

El capitalismo, luego de la tercera guerra mundial y para justificar el reacomodo des mismas bases del capitalismo y los privilegios de unos pocos, diseñó un cuerpo de valores fundamentados con la presencia de valores constituidos por los Derechos de la Libertad Humana que están consagrados en 1948 en la Asamblea General de las Naciones Unidas que aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Tras este acto histórico, la Asamblea pidió a todos los Países Miembros que publicaran el texto de la Declaración y dispusieran que fuera "distribuido, expuesto, leído y comentado en las escuelas y otros establecimientos de enseñanza, sin distinción fundada en la condición política de los países o de los territorios".

Esto promovía un hombre diseñado para el momento. Un prototipo humano que justificara y representara al hombre inserto en un régimen de aceptación, en un ciudadano libre, respetado y común dentro de un orden establecido. Todo fundamento que representara al hombre y los pueblos, han sido fundamentos de aceptación de un orden donde se le atribuye a la humanidad un régimen de control y aceptación.

Mucho mas, a nuestra era el sistema del libre mercado, tutelado por el imperialismo, se convirtió en una maquina demoledora del hombre sometiéndolo a la más grande explotación de todos los tiempos. Es una tiranía oficializada por las grandes transnacionales financieros y comerciales, en virtud de manejar sus intereses con el lomo de todos los hombres explotados del planeta. El libre mercado es la antítesis de la libertad humana pero es la libertad para hacer de las naciones pobres, mas pobres a pesar de tantos documentos escritos en pro del bienestar de los pueblos más oprimidos, los pueblos pobres se convierten en mas exprimidos.

Estos preámbulos de conceptos se desprenden a raíz de la nueva sociedad con el advenimiento de las sociedades industriales. Durante la Revolución Industrial, el mundo experimenta avances de conocimientos en ciencia y tecnología. Muy atrás habían quedado los recuerdos de las restricciones del hombre en sus aspiraciones y necesidades. El conocimiento acumulado generó una revisión por parte de los grandes ilustrados que reafirman la presencia del hombre en una sociedad donde priva aún la libertad a pesar del bagaje teórico-filosófico de los ilustres pensadores como Marx y Engels, Lenin y Trotsky, no son algo académico e irrelevante, contienen las lecciones y la experiencia viva del movimiento obrero de todo el mundo durante siglo y medio. Han sido el estimulo para levantar a los pueblos del largo letargo de la opresión. Si los militantes revolucionarios queremos jugar un papel destacado en la construcción del movimiento que transformará la sociedad en líneas socialistas tienen que tomarse en serio esta tarea.

El contenido de la aberración humana producto del capitalismo: La explotación del ser humano por razones económicas es una razón más dentro del amplio abanico de motivos por los que se oprime a la humanidad.

A lo largo de toda la historia se ha perpetuado la dominación de una minoría privilegiada sobre una mayoría desposeída y sometida. Esto supuso la apropiación desigual de los medios de producción y de los bienes de uso, lo que dio origen a la propiedad privada y la explotación del ser humano por el mismo ser humano.

Esta situación de desigualdad que padece la humanidad es una aberración, que es sostenida y protegida por la monopolización de la llamada “violencia legítima” mediante la coacción por medio de la fuerza que se encuentra en manos de estas minorías que se instituyeron a sí mismas como poder “legítimo”.

El Poder mantiene su status obstaculizando al ser humano obrar espiritualmente y anulando su capacidad de autodeterminación. Alcanza tal nivel de sometimiento ayudado por mecanismos autoritarios que él mismo instituye en la sociedad y que modelan la conciencia de las personas. A través de sus instituciones crea ficciones sociales que aplican la coacción física y psíquica, tales como los aparatos militares y policiales, las religiones, los sistemas educativos, los estados, los gobiernos, la familia, la ciencia, la moral, los medios de información, el tipo de opinión pública y lo que es más visible aun, un habitus (Bourdieu), que moldea la forma de pensar y actuar en el diseño o constructo de un individuo para el dominio social. “Mediante estas, los hombres producen sus prácticas, de esta manera actúan moldeados por una forma “inalterable” de su acción. No obstante, la acción de los individuos bajo los esquemas culturales de una forma etiquetada confluye en crear un mundo objetivo. Ese mundo objetivo es la forma como queda caracterizada la sociedad. Por ello, la forma estructuralista de interpretar la actual sociedad capitalista nos conduce al concepto que Bourdieu manejo como categoría interpretativa, al habitus, como estructura intrínseca en el hombre mediante el cual interpretan y actúan por el esquema mental que los representa, un poco referido a las sociedades triviales que manejan el mundo de acuerdo a sus propias estructuras individuales y colectivas, es decir, entiende las formas de obrar, pensar y sentir que están originadas por la posición que una persona ocupa en la estructura social. Mediante esta categoría, interpreta las características sociales supeditadas a la conciencia del individuo. El habitus genera el mundo social, un mundo producido por la estructura humana. En este caso, cada quien tiene una posición dentro de su externalidad, lo cual significa que de acuerdo a la internalidad individual, el hombre ocupa un lugar dentro del sistema.” (Juan Pablo Mitré: “Una manifestación de contenido a partir de Bourdieu, Gramsci y Lenin, para el replanteo de una plataforma política revolucionaria venezolana a propósito de la propuesta de cambio”. Artículo aparecido en Aporrea el 16/05/09).



El capitalismo y la construcción del ser individual: El sociólogo Max Weber en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904), afirmaba que el capitalismo requería un tipo de individuo empresarial, una personalidad muy especifica que lo vinculaba con los valores predicados por los líderes protestantes. . Observó que los protestantes europeos eran más exitosos en las finanzas que los católicos y atribuía estas diferencias a los valores enfatizados por su religión. Caracterizó a los católicos como más preocupados por la felicidad y la seguridad inmediata, y a los protestantes como más ascéticos y orientados al trabajo y hacia el futuro. El capitalismo, requería de hombres movidos por la acumulación de capital. Luego, con el desarrollo del sistema financiero, el protestante se fue convirtiendo en el hombre para el trabajo bajo la creencia de que el éxito en la tierra es una señal del favor divino. De allí, la idea determinante de que unos por su creencia estaban destinados a soportar la suerte, el coraje y el trabajo de los protestantes. No poseían el “favor divino” y estaban destinados a efectuar el trabajo duro frente a una casta de hombre, que por sus obras, gozaban del privilegio. Nace así, dos tipos de individuos, según Weber, el capitalista y el servil, quien se esforzaba en su larga faena.

Según Weber, el cambio en la visión del mundo promovido por la Reforma Protestante, impulsó el crecimiento del capitalismo industrial moderno. Los innovadores con éxito, eran personas de carácter fuerte, capaces de perseverar, a pesar de la resistencia y hacerse con la confianza de clientes y trabajadores. Weber argumentaba también que la organización racional de los negocios conllevaba el sacar la producción del hogar, su emplazamiento tradicional en las sociedades campesinas. Las doctrinas protestantes hacían posible tal cambio al enfatizar el individualismo: eran los individuos y no las familias los que salvarían o no se salvarían. La familia era una cuestión secundaria para los protestantes según Weber.

Para el autor en referencia, el enfoque individualista del protestantismo era compatible con la ruptura de los lazos con la tierra y con la familia extensa que la misma Revolución Industrial requería.

Desde ese entonces surge el contenido de una nueva filosofía para la interpretación de estos conceptos generados por Max Weber, que son el análisis de los sistemas de estratificación, donde Karl Marx dedico parte de su vida a este estudio asociados a la industrialización, explotadores y explotados, dos clases antagónicas que han seguido el curso de la historia y que han sido el motor de la sociedad.

A partir de este análisis del capitalismo, en la creación de dos individuos, el exitoso, según sus creencias y aquél cuyo destino era el trabajo forzado según sus creencias también, el capitalismo industrial del siglo XIX, Marx y Engels, vieron la estratificación socioeconómica como una división tajante entre dos clases opuestas: la burguesía y el proletariado, que en su desarrollo fue marcando la diferencia. La burguesía eran los propietarios de fábricas, las minas, las grandes fincas agrícolas y medios para la producción. La clase trabajadora o proletariado eran o son personas dispuestas a ofrecer su energía a cambio de un salario para poder sobrevivir. La misma industrialización fue acelerando el proceso de proletarización, es decir, la separación de los trabajadores de los medios de producción. La burguesía pasó también a dominar los medios de comunicación, las escuelas, sin caer en exageraciones, la religión, clave esta o estímulo para la conformación de una “oligarquía religiosa”, quienes detentan el poder de la palabra divina y los “elegidos por la providencia”. Con todo este aparataje, se fue conformando el estado como instrumento de dominación, de opresión y la religión como una manera de distraer y de controlar a las masas. Ambas son instrumentos de dominación y distracción (alienación), según Lenin, “el Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra”, mientras que para Marx, “la religión es una forma de alienación porque es una invención humana que consuela al hombre de los sufrimientos en este mundo, disminuye la capacidad revolucionaria para transformar la auténtica causa del sufrimiento”.

La respuesta humana ha sido la capacidad generada por años de experiencia en el dominio en la que el hombre se ha visto envuelto, por ello, el reconocimiento de intereses colectivos e identificación personal en comparación con el propio grupo económico. El hombre a lo largo de su historia, ha visto como ha construido su vida con el látigo de opresor, por estas razones el cambio de la visión del mundo en los explotados ha ofrecido la superación de su conciencia. La conciencia de clase. Marx veía a la burguesía y al proletariado como divisiones socioeconómicas con intereses muy opuestos. Marx, veía a las clases como poderosas fuerzas colectivas que podían movilizar energías humanas para influir en el curso de la historia. Los trabajadores desarrollarían organizaciones que protegieran sus intereses e instrumentarían su participación en los beneficios industriales. Así se dio, con la aparición de los sindicatos y los partidos socialistas para expresar un naciente espíritu de anticapitalismo.

Con el correr de tiempo, las divisiones no solamente se han dado a nivel de los hombres, también a nivel de las sociedades. Unas sociedades más poderosas que otras. La división territorial: unas sociedades que poseen la materia prima y otra que posee la tecnología. De allí el surgimiento de la necesidad del dominio mundial bajo la construcción de sociedades “en vías de desarrollo”, en otros términos, el patio trasero frente al Imperio como vía para el dominio de la geopolítica y de los hombres en una cultura de valores “inferiores” a los de los países industrializados.

La razón humana, a pesar de sus ataques permanentes, ha sabido sobrellevar sus deseos de libertad en los pueblos oprimidos. Hoy, en pleno siglo XXI, los movimientos populares se levantan, los planes integracionistas son ya una realidad en nuestra región (Banco del Sur, Unasur, Alba, Petrocaribe, entre otros). La separación entre el dominio imperial y la nueva conciencia “territorial” de los pueblos de esta región y los pueblos del Sur del África, constituyen el rompimiento de los viejos paradigmas del orden establecido por el sistema de dominación capitalista. Hay un gran entendimiento entre los pueblos oprimidos que ha decidido separase de la vieja historia del dominio. La decisión del presidente Chávez en unir a estos pueblos ha sido muy aplaudida por las naciones del mundo y repudiada por las naciones industrializadas. Hemos logrado el comienzo de una nueva época, la época de la libertad, de la unión y la esperanza.


martinezear@yahoo.com


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Edgar Martínez-Castillo

Dr. en Ciencias Políticas


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