Cuento o razón

¿Cuándo se hace más sagrada la amistad?

​El sol de media mañana era llama que asaba al conuco, volviéndolo una acuarela mustia de ocres y amarillos. El calor era de esos que se pegan a la piel como una camisa mojada. Bajo la vasta sombra, que era un milagro verde en medio de la sequía, de la mata de mango de tronco rugoso y generoso ramaje, se hallaban dos almas en reposo: El peroo Pipo y el periodista Juancho Marcano, que disfrutaban de la frescura de aquel techo vegetal.

​"Qué día tan bochornoso, amigos. ¡Hasta mis hojas están sudando!", masculló la mata de mango con una voz profunda que era un murmullo de viento.

​"Dímelo a mí, amiga. Siento que el asfalto de la carretera aún me hierve en las patas", respondió Pipo, levantando la cabeza de entre sus patas.

​Juancho, sin levantar la vista del suelo árido que pisaba, expresó: "Y yo en estos días calurosos he estado pensando sobre el abandono animal. La indolencia, amigos, es una plaga peor que la langosta de monte."

​"¡Es una monstruosidad!", interrumpió la mata de mango, agitando levemente sus ramas. "Vi pasar a unos muchachos tirando piedras a un gato. ¿Y qué me dicen de los que me cortan una rama sin permiso? ¿Acaso no merecemos respeto? Somos seres vivos."

​Pipo asintió. "Es la gran paradoja del humano, Juancho. Exigen lealtad, pero nos la niegan. Viven bajo tu sombra, amiga, comen de tus frutos, pero te consideran un estorbo si tu raíz levanta el cemento. Es una justicia muy torcida."

​Juancho Marcano se limpió el sudor de su frente. Miró a sus dos singulares amigos. "Tienen razón. La crueldad es una epidemia. Solo ven utilidad o estorbo. Pero mira qué ironía, aquí, en esta tierra reseca y bajo este sol de castigo, nosotros tres: Un perro, un árbol y un periodista encontramos refugio y consuelo mutuo."

​Pipo se levantó, se sacudió el polvo y se acercó al periodista, posando su hocico húmedo en la rodilla de éste. Su mirada honesta se clavó en los ojos de Juancho.

​"Sabes, Juancho, a pesar de todo ese ruido, hay algo que siempre me da esperanza en tu especie," musitó Pipo. "Me refiero a que 'La amistad, que en sí misma es un lazo sagrado, se hace más sagrada en la adversidad', lo decía el poeta John Dryden."

​El periodista sonrió, acariciando la cabeza de Pipo. "Es cierto, viejo amigo. Es en la necesidad, en el calor implacable, donde se forja el acero de lo que realmente importa. La verdadera amistad es el tronco donde nos refugiamos cuando todo lo demás se marchita. Y eso, mi querido Pipo, no tiene precio ni puede ser contado. Eso es la vida misma."

​Y con ese pensamiento, con Pipo a sus pies, Juancho Marcano supo que la mejor crónica era la que se escribía con la sombra y la lealtad bajo el cielo mustio del conuco.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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